[DE] Capítulo 47: La indumentaria litúrgica. Origen y desarrollo (II)

Hacia el siglo VI con la introducción de costumbres bárbaras en Occidente, empieza a delinearse un más que notable cambio en la moda profana, que llevará a la radical diferenciación de la indumentaria civil de la eclesiástica.

La túnica talar ( alba ) que hasta finales del siglo III constituía la indumentaria básica común, cede progresivamente el puesto a una túnica bastante más corta y menos ceremoniosa ( sagum ); y la tradicional penula , cerrada por los lados, es sustituida por un largo manto abierto por delante. Eran los nuevos aires puestos de moda por los bárbaros. Tenemos un ejemplo en el mosaico de San Vital de Ravena que representa al emperador Justiniano con su corte y al arzobispo Maximiano con sus diáconos. En él el vestido litúrgico de los eclesiásticos se presenta en sus formas tradicionales (dalmática, casulla…) mientras que el de los funcionarios imperiales es ya diverso.

Frente a estas innovaciones, la Iglesia insistió enérgicamente a sus clérigos para que mantuvieran inalteradas las vestiduras antiguas: “non sagis laicorum more, sed casulis utantur, ritu servorum Dei” exhorta un sínodo de Ratisbona del 742. En la práctica se obtuvo que las llevasen únicamente durante el servicio litúrgico. Un concilio de Carbona del 589 ordena al diácono y al lector de no sacarse el alba antes que la misa haya acabado. Ello prueba que este ornamento litúrgico se sobreponía al vestido ordinario de calle. El mismo Ordo Romano hace notar que el Papa, llegado a la iglesia estacional, entra en la sacristía y entonces “cambia sus vestiduras por otras solemnes”. Y lo mismo hacen los demás ministros.

Vestiduras de un acólito hacia el s. X

Un posterior desarrollo tuvo la indumentaria litúrgica en tiempo de los carolingios, en cuyo periodo se fijaron definitivamente los ornamentos propios de cada una de las órdenes, excepto la casulla, y de las insignias episcopales, excepto la mitra. Quedaron establecidas la competencia y la forma que aún conservan hoy en día.

Refiere Braun: “Observamos que la planeta, la estola y el manípulo dejan de llevarse por los acólitos, y también la planeta y la estola por los subdiáconos; además se confecciona para el subdiácono un ornamento para las funciones consistente en una tunicela parecida a la dalmática junto con el manípulo, como insignia del orden subdiaconal; más tarde se introducen el pluvial y el sobrepelliz. Finalmente acaba de institucionalizarse los ornamentos del obispo. Los zapatos litúrgicos ( caligae ) se convierten en exclusivo de los obispos, y los ornamentos episcopales se enriquecen con nuevas prendas, el succintorio , los guantes o quirotecas y la mitra, a los cuales se añade en Alemania el racional.

Succintorio o subcíngulo

Quirotecas episcopales

 

El succintorio era un accesorio usado exclusivamente por el Papa en las Misas pontificales, de forma similar al manípulo, decorado en las dos extremidades con una cruz y un cordero, y que pendía del lado izquierdo del cíngulo. En la Edad Media era usada por los obispos y servía para sujetar la estola que entonces era mucho más larga que hoy y no era sujetada por el cíngulo. Posteriormente se convirtió en un ornamento más, limitado al Pontífice. El succintorio tenía una bolsa en uno de los extremos que contenñia la limosna que el Papa distribuía a los pobres.

El racional también llamado sobrehumeral o lógion era endosado por los obispos del norte de Europa, sobre la casulla o planeta durate la celebración eucarística. Era parecido al palio pero con diverso significado, ya que tenía un objetivo de embellecimiento y no jurisdiccional como el palio.

 

Racional o sobrehumeral

El papa Juan Pablo II lo usaba cuando era arzobispo de Cracovia.

Pudiera parecer extraño que fuese la indumentaria episcopal la que en este periodo se perfeccionase y se concretase más. Pero puede comprenderse al recordar como desde los tiempos carolingios creció en todas partes el prestigio de la dignidad episcopal, y que tal crecimiento debía tener como natural consecuencia una sensible expresión en un mayor enriquecimiento ornamental.

Casulla del siglo XIII

 

Las últimas fases del desarrollo de la indumentaria litúrgica se inscriben en el siglo XII con la fijación del canon de los colores, pareja a la creciente importancia que adquiere el sobrepelliz en sustitución del alba, y la capa pluvial como vestidura litúrgica de los clérigos inferiores; y después del siglo XIII, con una tendencia a recortar sensiblemente las antiguas vestiduras, especialmente la dalmática y la casulla, acercándolas cada vez más a la forma a la que llegó en el siglo XVI.

A este proceso de recorte contribuyó el singular aumento de la calidad de las telas preciosas que se utilizaban en la confección. Iglesias, abadías, príncipes y pueblos, después del siglo XI competían por procurarse suntuosos paramentos, en los cuales la riqueza de los tejidos (terciopelo, damasco, brocado,…) y el arte del bordado en su más alta expresión, daban sus mejores muestras. Todo esto no podía suceder sin menoscabo de la ligereza y la flexibilidad de los ornamentos, obligando por exigencias prácticas de manejo y economía, a suprimir cuanto no fuese estrictamente necesario.

Dom Gregori Maria