Al servicio de la Iglesia de hoy y del mañana

Exhortación digital de Prudentius de Bárcino (Ad internauticum rete)

Muchos de los que incansablemente y de continuo se llenan la boca con el “espíritu del Concilio” y los grandes cambios aportados por el Vaticano II, especialmente si éstos son obispos y sacerdotes, comparten una visión reduccionista, alicorta y sesgada de la teología del pueblo de Dios.

Es el caso de nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo y de una muy buena parte de sus “adláteres” (Novell refert). Viven en una teología del laicado que les ha llevado a ver en el seglar una especie de puente entre la Iglesia y el mundo, pero en dirección única. Así pues, según esta visión, gracias a los seglares, y bajo la dirección única de la jerarquía (es decir, de ellos), la Iglesia podría llegar a donde los sacerdotes y los obispos no pueden llegar. No han considerado ni remotamente la posibilidad de usar el puente en la otra dirección, en el sentido contrario, es decir considerar que a través del seglar puedan llegar a toda la Iglesia (especialmente la jerárquica) las inquietudes y los problemas del mundo y de los mismos cristianos que a veces no se sienten atendidos y comprendidos por sus pastores. En una palabra, no acaban de creer en lo que Pablo VI llamó “la necesidad de su testimonio en el ámbito eclesial” en su discurso en Nazaret del 3 de enero de 1964; o en otras palabras del mismo discurso “su testimonio profano en el interior de la Iglesia” .

Resulta más que evidente que el Papa pensaba en los seglares no como instrumentos extrínsecos de la Iglesia, es decir como si no fueran verdaderamente Iglesia, sino solamente los medios de los que Ella se serviría para llegar al mundo o para que el mundo llegase a Ella. El Papa hablaba de los seglares como parte de la Iglesia, partiendo de la teología de Pueblo de Dios con que tan admirablemente el Concilio nos obsequió.

¿Qué exigen a sus pastores estos seglares fieles a la Iglesia, llegados a su mayoría de edad? Una cosa muy sencilla que Germinans no se ha cansado nunca ni se cansará de explicar y detallar: la Iglesia, particularmente en nuestro caso, en Cataluña, debe revitalizarse en sus miembros y en sus estructuras con el fin de ponerse a la altura de la gran misión que le compete. Revitalizarse en dos planos: profundidad y amplitud. Profundidad porque el creyente, y cualquier hombre de buena voluntad que entienda el papel de la Iglesia en el mundo, quieren un catolicismo más profundo y auténtico, lo que se traduce por una parte en una mayor sinceridad en la aceptación de Cristo y en lo que podríamos llamar una vuelta a la mística y a la contemplación. Amplitud porque aspiramos a difundir el Evangelio de manera amplia y universal. Amplitud que significa llegar a todos los hombres y mujeres de nuestra sociedad catalana; y universalidad que plasma la necesidad que sentimos de cristianizar todas las estructuras temporales que están cristalizando en el dominio del arte, la ciencia, la economía, la política y lo social. A nuestro entender gozamos de una gran ventaja respecto al pasado, y que la mayoría de nuestros pastores, y muy especialmente el Cardenal Martínez Sistach, no logran ver: que las estructuras del mundo anterior que se está viniendo abajo eran más difíciles de cristianizar, porque estaban concebidas cerrándolas a Dios e incluso al hombre. Y sin embargo somos optimistas: intuimos que las nuevas estructuras que se van perfilando están cuajando con un sentido mucho más humano y no parecen estar intrínsecamente cerradas a la inquietud religiosa. Es ésta una magnifica ocasión para intentar una Nueva Evangelización, una nueva consagración del mundo. Incurriríamos en una grave responsabilidad si desperdiciáramos esta oportunidad y permitiéramos que este nueva sociedad que está fraguándose, se construyese al margen de Cristo, si no contra Cristo.

Pero ¿cómo desde esta página digital, Germinans toma parte de esa Nueva Evangelización en Cataluña? Que lo entiendan todos y de una vez: lo que queremos es participar en la formación de la opinión pública en la Iglesia. Hasta nuestra aparición hace más de 4 años, la opinión pública de la Iglesia estaba única y exclusivamente en manos del más rancio y estéril nacional-progresismo. No hace falta hacer la relación y el elenco de todos sus medios y canales. A nuestro juicio eso era de una trascendencia letal y conllevaba unos resultados sangrantes para la vida de la Iglesia.

Nuestra misión es por ende muy sencilla: poner en conocimiento de todos, especialmente de los responsables, cuál es la situación concreta y qué es lo que realmente piensan, sienten, desean y sufren los diversos miembros del Cuerpo Místico, a fin de que la Iglesia lo tenga en cuenta. Ésta es principalmente una tarea de laicos, pues ellos se encuentran en medio del mundo, conocen la situación y las necesidades por experiencia propia y pueden, por ello, informar mejor que nadie a la jerarquía y a la opinión pública. Pero ello presupone una cosa que no siempre se da en los laicos que contribuyen a esta opinión pública: que se interesan por la Iglesia, conocen su doctrina y viven sus misterios, en una palabra que se sienten Iglesia y desean vivir en comunión con la Iglesia. Los laicos de Germinans son de éstos. Y ya son la mayoría de los que se mueven en la Iglesia y por la Iglesia; y si cabe decirlo, los más valientes. Por eso, como navegan por el terreno del amor a la Iglesia no entienden que nuestro Cardenal más que usar el ósculo desee utilizar, y casi exclusivamente con nosotros, el báculo . También en este campo nos encontramos atrapados en una dialéctica entre el palo y el abrazo, entre la necesaria autoridad de la jerarquía, y el amor que le debemos y que nos debe como pueblo de Dios.

Un día Germinans desaparecerá porque ya no será necesario para la Iglesia, denlo por hecho; pero deseamos que, tal como intuimos y palpamos, su labor haya contribuido a alimentar la esperanza de una primavera de la vida de la Iglesia en Cataluña.

Prudentius de Bárcino