[DE] Capítulo 29: Los accesorios del altar (I) Los manteles y corporales

Los accesorios del altar son principalmente cuatro: a ) Los manteles y corporales; b ) La cruz; c ) Los candeleros con las velas; y como elementos secundarios, d ) Las flores, las sacras y el atril.

Los manteles y los corporales .

Es una conjetura bastante probable que los altares primitivos estuvieran cubiertos con un mantel. Las Acta Thomae, monumento gnóstico de fin del siglo II, aluden a ello explícitamente: es el testimonio más antiguo que poseemos a este propósito. Hacia el año 370, Optato de Mileto habla también del mantel como de cosa conocida: Quis fidelium nescit in peragendis mysteriis ipsa ligna (el altar de leño) linteamine cooperiri? Inter ipsa sacramenta velamen potuit tangi, non lignum (1). Es dudosa la autenticidad de un decreto atribuido por el Líber pontificalis al papa Silvestre I: Hic constituit, ut sacrificium altaris, non in sericum neque in pannum tinctum celebraretur, nisi tantum in linum terrenum procreatum (2).

El célebre altar del mosaico de Rávena (s.Vl) aparece cubierto por un amplio mantel blanco, guarnecido de un fleco y adornado con un rosetón en el centro y con recuadros recamados en los lados. Primitivamente, pues, era uno solo el mantel que cubría el altar. Se extendía sobre él para la celebración eucarística, y, acabada ésta, se recogía. Lo sabemos por las rúbricas del Triduo Pascual. Los corporales, que en su primitiva amplitud eran extendidos por el diácono al comienzo de la sinaxis, son el substitutivo del primitivo mantel.

En el siglo VIII comienzan a multiplicarse los manteles ( pallae ) , sin duda para evitar que el vino consagrado, caso de derramarse, se extendiera fuera del altar. Los cánones penitenciales de la época hablan ora de dos, ora de cuatro manteles, y así también los liturgistas de los siglos sucesivos. Por esta época fue cuando el mantel superior, que recibía inmediatamente el cuerpo de Cristo, comenzó a llamarse palla corporalis, o simplemente corporal o sábana, como atestigua Amalario: Sindon, quam solemus corporale nominare (3). Ese mantel, pues, cubría el altar entero: tantae quantitatis esse debet — dice el VI Ordo — ut totam altaris superficiem capiat (4); pero se trataba de altares mucho más reducidos que los actuales. El I Ordo describe así el acto de extender el mantel-corporal al ofertorio de la misa: Diaconus ponat eum super altare a dextris proiecto capite altero ad diaconum secundum, ut expandatur (n.67) (5).

El corporal era cuadrado o rectangular y se doblaba de forma que en su parte delantera contuviese la oblata, y la parte posterior pudiese replegarse y cubrir el cáliz propter custodiam immunditiae (6). como dice San Anselmo de Canterbury. Tal era el uso franco-italiano. La rúbrica de un sacramentarlo de Italia meridional del siglo XI dice: diaconus (hecha la oferta) cooperiat calicem dimidia parte ipsius sindonis (7) Los cartujos conservan todavía esta costumbre .

En otras iglesias sin embargo, para recubrir el cáliz se usaba un segundo corporal doblado: escribe Durando (+1296): Duplex est palla quae dicitur corporale; una scilicet, quam diaconus super altare extendit, altera quam super calicem plicatam imponit (8) Es fácil comprender como a partir de esta palla plicata se haya llegado al pequeño lienzo cuadrado que hoy llamamos palia. Actualmente el corporal se lleva al altar doblado en una bolsa sobrepuesta al cáliz, del color de los ornamentos del día. En la Edad Media, acabada la misa, se replegaba encima del cáliz o se colocaba entre las páginas del Sacramentario (Misal): estaba prohibido dejarlo en el altar.

Por razón de su contacto inmediato con la Eucaristía, el corporal fue muy apreciado en la Edad Media, más que las mismas reliquias de los santos; se le consideraba dotado de eficacia sobrehumana contra las enfermedades y, sobre todo, contra los incendios. Por esta razón se solía colocar el corporal como reliquia en la consagración de los altares; las Consuetudines cluniacenses mandaban tenerle permanentemente sobre el altar, ut ad manum possit esse contra periculum ignis (9), y en muchas iglesias, después de la misa, el sacerdote tocaba con él en la cara a los fieles, como antídoto contra las enfermedades de los ojos. La práctica de la Iglesia desde el siglo V prohibió que el corporal fuese tocado por mano de mujer, aunque fuese consagrada a Dios, a menos que un sacerdote o un subdiácono lo hubiese antes purificado. Todavía hoy en el rito de la ordenación se exige al subdiácono este menester de preservación.

La Iglesia exigió siempre que los manteles del altar fuesen de lino puro. La mentalidad alegórica del Medioevo vio simbolizada en los lienzos del altar la humanidad de Cristo, y a nosotros, su cuerpo místico. De aquí las palabras que en la ordenación del subdiácono dirige a éste el obispo: Altare quidem sanctae Ecclesiae ipse est Christus… cuius altaris pallae et corporalia sunt membra Christi, scilicet, fideles Dei, quibus Dominus quasi vestimentis pretiosis circumdatur (10) En la edición del misal de 1962 se manda: altare operiatur tribus mappis seu tobaleis mundis, ab Episcopo vel alio habente potestatem benedictis, superiori saltem oblonga, quae usque ad terram pertingat, duabus aliis brevioribus, vel una duplicata (11).

Como podemos notar pues, a los tres manteles prescritos se añade el más estrecho y pequeño “corporal” y así tenemos los cuatro manteles del vetusto uso medieval. La rúbrica no prescribe ninguna especial ornamentación del mantel, pero no la prohíbe. Por otra parte es cierto que en un origen la tuvo, como lo demuestra el mantel del altar de San Vital en Ravenna. Al final del medioevo, en Italia especialmente, se decoraba el mantel añadiendo flecos rojos, verdes o azules en los laterales y dibujos de plantas, flores, pájaros o figuras geométricas, y también añadiendo cosidas a la parte delantera, franjas de seda bordadas que pendían máximo unos 25 cms sobre la parte delantera. A partir del siglo XVII fueron sustituidas por encajes de muy diversos tipos según el arte y el gusto de los diversos países y regiones: de bolillos, de ganchillo, de punto, blanco o a colores, de recorte o entredós, aportando al mantel una gracia y una belleza singular.

NOTAS:

  1. ¿Quién de los fieles ignora que para celebrar los misterios se cubre la mesa de madera (el altar) con un lienzo? Interponiéndolo, los sacramentos pueden tocar el cobertor, no la madera.
  2. Éste estableció que el sacrificio del altar no se celebrase sobre seda ni sobre un paño teñido, sino tan sólo sobre el lino creado por la tierra (natural)
  3. Sábana que solemos llamar corporal.
  4. Tiene que ser de tal extensión que abarque toda la superficie del altar.
  5. Póngalo el diácono sobre el altar, desde la derecha, colocando el extremo contrario en dirección al segundo diácono para extenderlo.
  6. para protegerlo de la suciedad.
  7. Cubra el cáliz con la media parte del mismo corporal.
  8. El cubrecáliz que se llama corporal es doble: una es la parte que extiende el diácono sobre el altar; la otra, la que plegándola la coloca sobre el cáliz.
  9. Para que pueda estar a mano frente al peligro del fuego.
  10. El altar, en efecto, de la santa Iglesia es el mismo Cristo, y la bolsa de corporales y los corporales de este altar son los miembros de Cristo, es decir los fieles de Dios, de los cuales se rodea el Señor como de vestidos preciosos.
  11. Cúbrase el altar con tres manteles o toallas limpias, bendecidas por el obispo o por otro que tenga potestad, la superior, alargada, que llegue al suelo; las otras dos más cortas, o una sola doblada.

    Dom Gregori Maria