GERMINANS: 4º Aniversario

Germinans cumple cuatro años de servicio a la Iglesia en Cataluña. No ha gustado ni gusta a todos: eso es imposible. Pero es una voz y es un estilo y es una voluntad de ser Iglesia que no se circunscribe únicamente a quienes escribimos. Como todo medio de comunicación (más aún, de comunión), está formado también por quienes nos leen, por quienes se sienten identificados con los valores que defendemos, por quienes ven en Germinans la voz de un sector marginado de la Iglesia, su propia voz.

Gracias a que Germinans ha enarbolado y ondeado la bandera de esta porción de la Iglesia ignorada, preterida y despreciada por no formar parte del enfervorizado coro nacionalprogresista de la oficialidad y del staff de poder, la esperanza ha vuelto para todos estos que también son Iglesia.

Por fortuna Germinans no es un artificio editorial ni un grupo de católicos (somos más los laicos que los clérigos) que nos empeñamos en que la Iglesia tenga la impronta que nosotros queremos marcarle. No somos el frente conservador y políticamente neutro, en oposición al magmático caos nacionalprogresista en que está convertida la Iglesia en Cataluña (no hay más que leer el último documento de la autodenominada “Conferencia Episcopal Tarraconense). No somos el flagelo del nacionalismo ni del progresismo en la Iglesia , ni pretendemos serlo.

Somos críticos, aunque no tanto como quisiéramos y la situación merece, con respecto a la degradación que ha sufrido la Iglesia local en los últimos decenios: una degradación cuyo recorrido hubiese sido muy corto, de no contar con la entusiasta colaboración de la jerarquía. Lo que ese sector tristemente mayoritario de la Iglesia aplaude, y los medios y las instituciones hostiles a la Iglesia corean, es lo que nosotros criticamos amargamente.

Tenemos puesto nuestro máximo empeño en la fidelidad al magisterio de la Iglesia y a la Santa Sede , que hemos convertido en nuestro santo y seña. No comulgamos con las acomodaciones locales -¡y hasta personales!- de la teología, de la moral, de la liturgia y de la exegética a la carta del Concilio Vaticano II. Esta caótica desvinculación del magisterio de la Iglesia, ese erigirse cada uno en maestro e intérprete de la recta doctrina al margen de la Santa Sede y a menudo en dirección opuesta, ha desdibujado el rostro de la Iglesia dejándola irreconocible para tantos y tantos fieles… que han huido en estampida.

Criticamos y lamentamos, y no siempre acertamos a dar con el mejor estilo, pero no por eso estamos dispuestos a renunciar a un instrumento tan valioso de regeneración. Toda crítica, en efecto, por malintencionada que sea, es constructiva. Tenemos a la vista una de las más duras tormentas que ha sufrido la iglesia: la de la pederastia. La promovieron los peores enemigos de la Iglesia y lo hicieron con las peores intenciones. Ocasionaron un sufrimiento indescriptible, sobre todo a Benedicto XVI, máximo responsable de la Iglesia. Pero una vez más, Dios ha escrito derecho con renglones sumamente torcidos. No nos rasguemos por tanto las vestiduras cuando la crítica nos alcanza a nosotros. La crítica siempre es constructiva, incluso cuando se ve claramente que nos es muy difícil impregnarla de la necesaria caridad cristiana. Por eso nos sentimos impulsados, en este cuarto aniversario de Germinans, a pedir perdón por nuestras maneras poco caritativas cuando ése es el caso; pero en absoluto por nuestras críticas, tan saludables para la Iglesia por el simple hecho de ser críticas.

Y más allá de estas debilidades, nos reconforta haber contribuido a definir un modelo de parroquia, de congregación, de institución católica “germinante”. Su característica más destacada, el hecho de que los fieles perciban con claridad que los sacerdotes están en comunión con el Papa, fuente de toda legitimidad eclesial, como máximo intérprete de la doctrina de la Iglesia. Lo cual no es poco cuando en esta archidiócesis existe el estilo de Iglesia de los instalados, que se permite darle lecciones al Papa (con las anuencias indispensables, ¡claro está!, le montaron el número en la emblemática Basílica del Pino cuando vino a Barcelona a consagrar la Sagrada Familia). Teniendo ese panorama como contrapunto, no es casual que en las parroquias germinantes se incremente sin cesar la afluencia de fieles, la frecuentación de los sacramentos y el esplendor de la liturgia.

Pero por encima de todo, vivimos instalados en la esperanza y la alentamos con todo el entusiasmo de que somos capaces. Nos llenó de alegría la venida del Papa a Barcelona, y nos está empujando a enrolarnos en la Nueva Evangelización el hecho de que la Santa Sede haya elegido la basílica de la Sagrada Familia como su emblema. Pondremos todo lo que esté de nuestra parte para conseguir que también la ciudad de Barcelona llegue a ser la ciudad-símbolo de la Nueva Evangelización. He ahí un horizonte bien sugestivo para mantenernos activos al servicio de Dios y de su Santa Iglesia.

El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit