Los neo-papistas

Dijo en su día el Cardenal Tarancón que algunos obispos tenían torticolis de tanto mirar a Roma. Me ha venido a la mente la ingeniosa frase al contemplar el renacimiento papista que se está produciendo en estos predios catalanes. Lejos quedan las cartas de protesta contra Juan Pablo II; las desconsideradas valoraciones de su pontificado que efectuó el sacerdote Joan Bada o la manifestación que un número de sacerdotes (con Turull arengándoles al megáfono) llevó a cabo contra la decisión de la Santa Sede de dividir la archidiócesis de Barcelona. La memoria no falla y todos podemos recordar que no se trataba de críticas puntuales a tal o cual decisión vaticana, sino un profundo menosprecio a la propia concepción del papado, cuando no una abierta oposición a la estructura de la Iglesia. Fui testigo personal (pues asistí con un grupo de jóvenes a la contra-manifestación) de los gritos y consignas que se prorrumpieron contra Juan Pablo II en la concentración en la Plaza de la Catedral. La inmensa mayoría de los curas que se manifestaban hacían mofa y escarnio de Juan Pablo II: "Un pobre viejo que no se entera de nada", "Una marioneta en manos de la Curia " o el auto-suficiente "¡Je, el Papa, pobre home, si no s’aguanta dret!"

Parecen otros tiempos, pero de ello solo hace siete años. De repente ha invadido Cataluña un fulgor papista. Todavía no proliferan las banderas vaticanas, pero todo se andará y cualquier día las veremos compatibilizar con la senyera, comme il faut. Como siempre, el que más se ha pasado de frenada ha sido el presumido periodista religioso de La Vanguardia con un artículo, cuyo título representará el frontispicio de los neo-papistas: " La Iglesia catalana mira más a Roma que a Madrid". Como la inmensa mayoría de sus enunciados es un titular trilero: no es que no exista iglesia catalana -dejémoslo hoy-, lo que seguro que no existe es la iglesia de Madrid y mucho menos diferente de la de Roma. Pero se trata de marcar el territorio, de señalar hasta donde llegaron las aguas, de abrir una nueva competición en la que Madrid y Barcelona jueguen a ver quien es más papista que el papa. ¡Que poco sentido del ridículo!

La penúltima expresión del neo-papismo catalán ha acontecido con la Pastoral de los obispos "Al servicio de nuestro pueblo". No existe un documento episcopal que contenga -en proporción- tantas citas de los dos últimos pontífices. De las 54 notas a pie de página, nada menos que en 21 se menta a Benedicto XVI y 9 a Juan Pablo II. 30 de las 54 referencias corresponden a los dos últimos papas. Ciertamente exagerado.

No hay nada peor que la obstinación y la intransigencia de los nuevos conversos. En todos los ámbitos. También en el que nos ocupa. Pero no debe quedar el análisis en la anécdota: detrás de ello anida un mero instinto de supervivencia. Un prosaico hacer de la necesidad virtud. Saben que no cotiza la oposición al Vaticano. Se han dado cuenta (¡bastante tarde!) que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han sido unos auténticos líderes mundiales. Han llegado a la conclusión de que se pasa mucho frío y soledad en "la otra iglesia" o en adaptarse "a los signos de los tiempos". Necesitan una cierta tranquilidad psicológica, ya que, aunque el cambio ha sido brusco, siempre quedan algunas querencias y se agarran a cualquier clavo ardiente: el atrio de los gentiles, el estilo propositivo, las diferencias con Madrid, el nuevo talante, etc. Pero la verdadera noticia es que se ha desterrado toda crítica al papado. Hasta la foniatra Cori Casanova -antaño tan beligerante- se ha apuntado a la nueva corriente. Con su incorporación, ya tenemos una orquesta perfectamente afinada. Solo les falta Església Plural, cada vez más menguados, pero que, al menos, no se prestan a estas contorsiones aduladoras. Conservan la dignidad. Se lo digo desde nuestra radical diferencia. Lo cortés no quita lo valiente.

Oriolt