Las “rondalles” de Albert Manent y Enric Juliana desmontadas por ellos mismos

Albert Manent en su jardín


El periodista Enric Juliana

El pasado 12 de diciembre de 2010 Albert Manent i Segimon, el antiguo director del Museo de Historia de Cataluña publicaba en La Vanguardia el siguiente artículo que transcribimos (en cursiva) y comentamos:

En las últimas décadas del siglo XVIII y en las dos primeras del XIX coincidieron en Catalunya tres obispos muy cultivados: Climent (Barcelona), Armanyà (Tarragona) y Veyán (Vic). Destacan por pertenecer a la Ilustración , movimiento que valoraba la razón y orillaba actitudes irracionales. Su fuerza era impulso a la cultura.

O sea que eran fuertes porque impulsaban la cultura, menuda frase. Imbuido por el elitismo culturalista del noucentisme, para Albert Manent, un obispo fuerte es aquel que impulsa la cultura. ¿Pero quien define qué es y qué no es cultura? ¿No es la salvación de las almas de su rebaño, en vez del fomento de la cultura, el objetivo último de todo obispo? ¿no convierte Manent la cultura en un ídolo? ¿Qué concepción tiene Manent de la religión y del catolicismo? ¿el elitismo culturalista?.

Manent, se apropia de estos obispos Climent-Armanyá-Veyán y los presenta como antecedentes de una corriente, de una Iglesia cultivada, que seria aquella “correcta”, la “propia de Cataluña” donde él se auto-radica. Instrumentalizando la historia, Manent recurre a la hermenéutica de la Iglesia dual, la cultivada Climent-Torres Amat-… que empalma con él mismo y con aquellos prelados que le reirán las gracias versus una Iglesia no cultivada o “no propia” de Cataluña, la que hoy representan obispos como los toledanos o el obispo JASP de Vic.  

Fèlix Torres Amat (1772-1843) pertenece a dicha escuela. Fue muy influido por su tío Fèlix Amat [y de Palou], confesor de Carlos IV y arzobispo de Palmira. Ambos pertenecían a un linaje de Sallent [¡no de Premià de Dalt!].

Climent era un tomista y Torres Amat un tardojansenista. Climent renunció porque se enfrentó a la Corona tras los hechos de 1773 porque no quiso ser un obispo regalista. En 1773 en la Revueltas de las quintas en Barcelona, Climent ejerce un moderador y pacificador. Durante el asalto a la Catedral de Barcelona el 4 de mayo se hace interlocutor de los amotinados por la abolición de las quintas. Después, durante el verano de 1774 envía una carta a Manuel Ventura Figueroa pidiendo la libertad de los detenidos en la revuelta de los quintos y es acusado por el Consejo de Castilla de Campomanes de separatista, que conjuntamente con el rey, le ofrece la posibilidad de ir al obispado de Málaga. Pero el obispo Climent renuncia a este obispado y se retira a Castellón de la Plana , donde acaba sus días.

Torres Amat era un obispo regalista que esperaba que el Poder Público reformase la Iglesia, ¿como puede considerarse a Climent y a Torres Amat de la misma escuela?.

Fèlix Amat, igual que su sobrino, mantenía contactos internacionales [¡oooooh!] y escribió una extensísima historia de la Iglesia católica. Se opuso al derecho de presentación que tenía la corona. Mosén Ramon Corts publicó su tesis dedicada a Fèlix Amat. Sobre Torres Amat ha aparecido la biografía “ Fèlix Torres Amat, senador i bisbe” , escrita por su lejano descendiente, Josep M. Torres i Planallorens. Es una obra minuciosa donde se detalla el comienzo de la época turbulenta que vivió: consecuencias de la Revolución Francesa , lucha contra la invasión napoleónica, guerras carlistas, Trienio liberal. Torres era un humanista, doctor en teología, canónigo de Barcelona. En 1820 Fernando VII le propuso como obispo de Barcelona, pero tuvo que desistir porque la Santa Sede le consideró demasiado liberal. Por su prestigio fue nombrado senador del Reino y obispo de Astorga.

Lo de Manent es impresionante. En primer lugar Torres Amat no tuvo hijos, en todo caso sus hermanos o primos con lo que Torres i Planallorens no puede ser su “lejano descendiente” a no ser que…  

En segundo lugar, si Manent hubiera leído la entrada “Torres Amat” del Diccionari d’Historia Eclesiàstica de Catalunya , vol. III, 2001, página 561 que el mismo dirigió junto a Mn. Ramon Corts (autor de la entrada) y Mn. Joan Galtés, se habría enterado que Roma no aceptó el nombramiento de Torres a obispo de Barcelona porque la sede no estaba vacante: la regía como obispo titular Pau Sichar (1808-1831). De la manera como lo escribe Manent el lector poco atento puede caer en el engaño de creer que Torres Amat no fue aceptado por liberal, que es lo que Manent busca –presentar a Roma cuando le interesa como una caverna de ultraconservadores. Pero es que además, ¿quien intentó colocar a Torres Amat como obispo? ¿Acaso no fue Fernado VII, ejerciente del derecho de presentación y atado en corto por el primer Gobierno del Trienio Liberal? ¿Esto no es un candidato político? Y si Roma no lo quería por liberal, ¿Por qué lo nombró para Astorga cuando en 1835 los liberales volvían a gobernar España?

Por indicación de un gobierno liberal, Torres negoció conflictos con el Vaticano y se pasó 15 años traduciendo la Biblia al castellano, obra elogiada por el Papa [¡menos mal!]. Él y su tío tuvieron una actitud tolerante y abierta entre el revolucionarismo radical y el ultraconservadurismo. Este les acusó de protestantes y masones.

El 17 de octubre de 2010, Albert Manent escribió en su misma sección de La Vanguardia un artículo titulado “Balmes no era integrista”. Manent, en el fondo, interpretaba que la pasividad catalana actual ante la figura de Balmes y en no realizar ningún acto en motivo del II centenario de su nacimiento era una reacción a la creencia que Balmes era un integrista, cuando no lo era. La causa última habría sido la instrumentalización de Balmes por parte del integrismo para hacerlo uno de los suyos. Hasta aquí estaríamos totalmente de acuerdo con Manent en la concatenación de los hechos.

En dicho artículo Manent se olvida, pero, que Balmes publicó una artículo en 1843 titulado Consideraciones sobre la Apología católica de las “Observacio nes pacíficas” donde refutaba duramente el libro de Torres Amat Apología católica de las “Observaciones pacíficas” del Arzobispo de Palmira, Don Félix Amat [y de Palou] , sobre la potestad eclesiástica y sus relaciones con la civil (1843). Y es que nuestro Torres Amat escribió este último libro para defender a su tío Félix Amat y de Palou después de que la Congregación del Índice (Roma) había considerado que este último defendía posiciones jansenistas y regalistas en una obra de puño y letra de dicho Amat y de Palou, Observaciones pacíficas sobre la potestad eclesiástica publicada en Barcelona en 1819-1822.

Aquí aparecen las contradicciones y manipulación de Manent. Si los que atacaban a Fèlix Torres Amat y a su tío Fèlix Amat no “ tuvieron una actitud tolerante y abierta” y por tanto se colocaban o en “revolucionarismo radical” o “el ultraconservadurismo”; resulta que la postura de Balmes, opuesta a las opiniones de Torres Amat y por consecuencia a las de su tío Félix Amat, o bien se colocaba en dicho “revolucionarismo radical” o el “ultraconservadurismo”. Y habiéndonos explicado el 17 de octubre de 2010, el propio Manent, que “Balmes no era un integrista”, la ecuación solo puede despejarse de una sola manera posible para quien pretenda “valorar la razón” y orillar actitudes irracionales”: Balmes era un “revolucionario radical”. Brutal.

 

Pero como no éramos pocos, parió la abuela. El día de Navidad pasado Enric Juliana afirmaba en su artículo “Aromas de Jansenio” que el pretendido “toque protestante” o calvinista (por lo de lo de la austeridad mercantil) del nuevo Gobierno de Artur Mas en la Generalidad no era tal, sino que era fruto de la tradición jansenizante catalana.

Enric Juliana, en un ejercicio de pedantería intelectual delante de sus compañeros de profesión, toco de oídas como nos tiene habituados cuando habla de temas eclesiales, pues sabe que nadie, visto el patio, le podrá replicar. Así pues este nuevo chulo-piscinas de la opinión, con un grave problemas de incontinencia, mezclando churras con merinas, llega a afirmar que:

“El jansenismo emparentó en Francia con el galicanismo –el intento de construir una iglesia nacional francesa durante el reinado de Luis XIV– y generó una corriente de rigorismo moral que penetró en Catalunya y, en menor medida, en Valencia (el eje mediterráneo siempre en funcionamiento), durante los albores de la industrialización, mientras el país se amoldaba al centralismo borbónico. Podríamos decir que actuó de mecanismo de resistencia cultural, impregnando al catolicismo catalán de un cierto espíritu antibarroco, que aún perdura. El jansenismo creó en Catalunya una emulsión, un clima, una actitud, de la que no andaba muy lejos la figura señera de Jaume Balmes , brillantemente explicada en términos contemporáneos por el historiador Josep María Fradera y glosada por Valentí Puig como “héroe balzaquiano” (A los treinta años, Balmes se fue a Madrid, Fundó un diario y se propuso reconducir España mediante la reconciliación de liberales y carlistas. Murió en el intento).

En primer lugar, Fradera nunca llega a afirmar semejante estupidez, cosa que indica que o Enric Juliana no ha leido el libro Jaume Balmes : els fonaments racionals d’una política catòlica (Vic, 1996) o no lo ha entendido. En segundo lugar la teoría de vincular jansenismo y la ética política y económica catalana del siglo XVIII y XIX no es de Fradera sino de Ernest Lluch. Juliana ha oído algo pero ya no se acuerda donde. En tercer lugar la hipótesis de Lluch fue rebatida ya por el compañero de dirección del Diccionari d’Historia Eclesiàstica de Catalunya, el Dr. Ramon Corts. Y cuarto, Balmes, autor de las citadas Consideraciones sobre la Apología católica de las “Observacio nes pacíficas” o del Pio IX (1847), ese famoso y extraordinario monumento literario en defensa del Papado, es el mejor teórico antijansenista catalán del siglo XIX, a las antípodas de esa “emulsión”, “clima” y “actitud” que pretendidamente el jansenismo creó en Cataluña . ¡Juliana eres un fenómeno!

Quinto Sertorius Crescens