Nuestra cartera de valores

Toda empresa a la hora de constituir el inventario de bienes que le permiten ejercer su actividad, que en realidad es incrementar su patrimonio y sus beneficios, reserva junto a los valores inmobiliarios, mobiliarios y líquidos, un lugar cada vez más importante al que llaman “capital humano”. Y obviamente su valoración no es cuantitativa, sino cualitativa; y aunque no se le asigna valor económico, es un activo que se valora en sus justas dimensiones no sólo a la hora de los inventarios, balances y transmisiones o fusiones, sino también y sobre todo a la hora de diseñar las políticas de empresa.

Ante la inminente necesidad de “venderle” al Santo Padre Benedicto XVI en su visita a Barcelona, la diócesis o quizá toda la Iglesia catalana, tan fielmente representada por Su Eminencia el Cardenal; ante esa inminencia, hemos de creer que el Dr. Sistach estará preparando ya el inventario balance de su jurisdicción eclesiástica. De momento, como máximo activo y pretexto de la visita de Su Santidad, le presentará al Papa el inmenso valor inmobiliario de la Sagrada Familia. Un inmueble de un valor incalculable. ¿Valor religioso? Pues no precisamente. De hecho es el icono laico de una ciudad laicista y anticristiana como las que más.

Y junto a ese asiento del pasivo inmobiliario de la Iglesia que gobierna nuestro cardenal ¿qué mas? ¿Qué tal el culto católico en primer lugar en ese mismo templo, y luego en el resto de su jurisdicción eclesiástica? Quizá no pueda lucir Su Eminencia el culto que se ha estado celebrando hasta ahora en la Sagrada Familia. Tiene la excusa, aunque no muy buena (dicen que hace más el que quiere que el que puede), de que hasta ahora el culto se ha venido celebrando en la sacristía del templo. Pero no se vayan a pensar, la sacristía de la Sagrada Familia tiene dimensiones y hechuras de catedral en comparación con otros templos de la misma jurisdicción eclesiástica, que son auténticos cobertizos, algunos de ellos con un culto digno de la Sagrada Familia.

Pero si Su Eminencia no está en condiciones de presentarle a Su Santidad un pasado de esplendor litúrgico en la Sagrada Familia , sí que habrá pensado en presentarle la nueva dotación de clero y agrupaciones seglares para convertir a la Sagrada Familia en uno de los grandes templos de culto católico, que no desdiga del esplendor de sus piedras: para que la Sagrada Familia se convierta en piedra viva de la Iglesia tan pronto la consagre el Papa. Seguro, segurísimo que se encaminan en esa dirección las cavilaciones pastorales de Su Eminencia. Pero si así no fuese, se lo sugerimos humildemente, a fin de que el valor inmobiliario de la Sagrada Familia quede realzado y sublimado con un alto valor espiritual. Usted sabe, Eminencia, que ésta sería una de las grandes alegrías que podría darle a un Santo Padre sumamente afligido por las calamidades de la Iglesia que cargan sobre sus hombros. Y la mayor gloria que la Iglesia catalana aportaría a toda la Iglesia.

¿Y qué más piensa ofrecerle el cardenal a Su Santidad, además del gran monumento de Gaudí? Es de suponer que además del saneadísimo capital inmobiliario y artístico de los Países Catalanes (pasando por alto su lamentable estado de infrautilización y la pobreza del culto celebrado en esos inmuebles), tendrá sumo interés en exhibir su capital humano, resaltando a sus colaboradores más inmediatos, los que ostentan los altos cargos eclesiásticos y pastorales. Y le presentará a Su Santidad los abundantes frutos de esa pastoral mediante fotografías de fortuna y estadísticas de alta elocuencia. Seguro que hará ingeniería contable, fotográfica y estadística, sobre todo para poner en valor ante Su Santidad la gran calidad teológica, espiritual, moral y pastoral de sus delfines.

¿Y qué otros capítulos figurarán en el inventario-balance que le ofrecerá el cardenal a Su Santidad? El de los valores sobre los que se asientan la fe, el culto y la pastoral de su clero, no puede faltar. ¿Pero cómo lo enfocará? ¿Presentará las estadísticas de la entregada colaboración de lo más abundante y granado de su clero a la “normalización” de los fieles en colaboración con las autoridades civiles del “país”? Porque es éste el supremo valor al que se han entregado en cuerpo y alma la mayoría de los sacerdotes no sólo de Barcelona, sino de la totalidad de los “Países Catalanes”. Pegados al terreno, dicen. Con resultados espectaculares de los que se sienten orgullosos tanto ellos como el cardenal, en perfecta comunión con las autoridades civiles.

Y como valor inseparable de éste, el cultivo de todo el ideario más el imaginario del progresismo político. Pero eso sí, sin descartar en absoluto los valores del Evangelio, de la Teología católica, del Culto, de la Pastoral y de la Moral ; antes al contrario, haciendo increíbles esfuerzos por acomodar estos valores a los dos goznes en torno a los que gira su vida. Todo girando ordenada y subordinadamente en torno a los dos valores cardinales del “país” y por tanto de la “Iglesia del país”; y consiguiendo, ellos saben a costa de qué, y las autoridades civiles también, que no chirríen los goznes: consecuentes con la sentencia lapidaria de uno de los brazos derechos del cardenal: “ La Iglesia será catalana, o no será”.¿Qué tal para la recepción una enorme pancarta con esa inscripción colgada de una de las torres de la Sagrada Familia ?

Entendemos que el cardenal procurará que Su Santidad no se detenga en este capítulo, porque habría demasiadas preguntas a las que no podría dar una respuesta mínimamente decorosa. Claro que ligada a los valores y consecuencia directa de los mismos es la Moral. El cardenal puede presentar un balance dorado de “ausencia de escándalos”, en total sintonía con el estanque dorado del “país”. Están tapados por siete alfombras: oficialmente no existen. Pero es tan poco creíble que a semejantes valores no le siga una moral en consonancia, y es tan dolorosa y virulenta la acusación de complicidad por ocultación que pesa sobre los obispos (hasta al Papa han querido salpicar con esta acusación), que ese balance se le puede convertir al cardenal en un temible bumerán. Sabemos que ésta es su mayor inquietud y duerme con los dedos cruzados.

¿Cuál es pues, la cartera de valores de su rebaño eclesiástico que le ofrecerá el cardenal a Su Santidad? Ah, sí, como indicio de la fe, le ofrecerá al Papa una gran multitud de fieles aclamándole. ¿Fieles de su jurisdicción eclesiástica? ¿Fieles de Cataluña adictos al Papa? Pues no, que para la mayoría del clero catalán, no es éste un Papa aclamable. Faenas tendría para llenar el templo. Figúrense, en el coro caben 1.500 cantores: ¿de dónde los sacará? ¿Y los 12.000 fieles que caben en el templo, está en condiciones de reunirlos contando sólo con los que él ha pastoreado en la porción de viña que le confió el Señor? ¡Menudo balance!

Pero por suerte cuenta con la ayuda de la Iglesia de España. Su nuevo amigo el cardenal Cañizares pondrá todos los medios para que la Conferencia Episcopal Española le eche una mano a la cosa episcopal catalana para ahorrarle la triste imagen que daría dejada a su suerte. En compensación tendrá que cederle protagonismo: enorme sacrificio para él; pero ineludible, so pena de hacer un estruendoso ridículo ante Su Santidad. Es el precio que se paga cuando la falta de confianza en los valores que uno ha cultivado a lo largo de su sacerdocio y de su episcopado, le llevan a la bancarrota. La salvación tiene que venirle de fuera.

Cesáreo Marítimo