La clandestina procesión del Corpus

Este domingo de Corpus amaneció lluvioso en Barcelona. Fue una lluvia fina, suave, persistente; que cesó totalmente a partir del mediodía. A las 18,30 h. estaba programada la tradicional procesión del Corpus por las calles adyacentes a la Catedral. La celebración de la Misa estaba prevista en la propia plaza de la Seu. Al aire libre. ¡Qué gran alegría! Una celebración católica en la calle. Después de las protestas por las beatificaciones intra muros del Doctor Samsó y del Padre Tous y, por primera vez en muchos años, se iba a celebrar públicamente una misa en las calles de Barcelona. Ciertamente, por la mañana la llovizna parecía amenazar la suspensión del acto. Pero, repito, antes de las cuatro de la tarde ya había parado de llover y salió tímidamente el sol. Las nubes alternaban con los claros y se descartaba cualquier amenaza de chubasco. Nadie se iba a mojar en la plaza de la Catedral. Eso creíamos los que nos desplazamos allí. Ingenuos. El acto se suspendió, pese a la bonanza atmosférica que se observa en la foto, tomada poco antes de la hora en que estaba señalado su inicio. La misa se celebró en el interior de la Basílica así como la procesión que finalizó en el claustro. La verdad es que la asistencia de fieles fue numerosísima, teniendo que cerrar las puertas de la Catedral. Pero Jesús Sacramentado no salió a las calles de Barcelona. Ahí se quedó la tarima para la misa, con su funda ya completamente seca.

¡Qué ocasión perdida! Mejor dicho, ¡una nueva ocasión perdida! Otro motivo de desesperanza. Las críticas de los asistentes hacía el arzobispo se oían dentro de la misma catedral. No llovía desde hacía más de tres horas; ni tan siquiera hacía viento que hubiese importunado la procesión. No. Fue un ataque de pánico. El pánico de nuestra curia diocesana a salir a la calle. El acto estaba programado, pero se agarraron a la más mínima excusa para suspenderlo. Porque la decisión de cancelar la celebración ya se había adoptado por la mañana. Esperaban que no iba a parar de llover y ya tenían la excusa perfecta. Esta era la ilusión con la que lo habían organizado. Una ilusión nula, inexistente, falsa. Sí en ellos hubiere existido el más mínimo anhelo y esperanza por la celebración de la Santa Misa en plena calle, habrían esperado a última hora para ver como evolucionaba el tiempo. Y sí hubiesen tenido más confianza y seguridad habrían visto que la tarde había quedado perfecta para la celebración de la misa y la participación en la procesión.

No es esta la mejor manera de preparar la diócesis con motivo de la próxima visita del Papa. La ocasión no podía haber sido más propicia y la extemporánea suspensión del acto nos hace pensar en la inseguridad e indecisión de nuestro arzobispo ante el evento. Una cosa es lograr que el Santo Padre visite Barcelona (lo cual -según hemos manifestado desde el primer momento- nos llena de gozo y satisfacción), pero otra es que se consiga que en esa visita el Romano Pontífice tenga el baño de masas que se merece. Y eso no se va a lograr con una disposición tan parca que lleva a suspender un acto católico en la vía pública por una simple llovizna mañanera. Trabajo tiene por delante la comisión coordinadora que preside el jesuita Enric Puig.

Por el contrario, en las parroquias germinantes (en las que obviamente también había llovido) sí salieron las procesiones a la calle. Solamente voy a traer a colación dos ejemplos. La de San Juan Bautista de Santa Coloma de Gramenet (la del milagro de El Fondo) en la que sale el Santísimo y cruza toda la población. Dos horas y media de procesión, con una participación y una devoción impresionantes. Con las alfombras florales expuestas (a estas sí que les afecta la lluvia) para el paso del Señor y con el patio de la Iglesia abierto y engalanado con una recreación del "ou com balla". La otra que quiero citar es la parroquia de Argentona. Después de cuarenta años volvió a salir Jesús Sacramentado por las calles de la localidad. Nuevamente con una concurrencia desbordante. Estas son las parroquias que aportan dinamismo a la diócesis, pero en las que no confía el arzobispo, ni mucho menos se hallan presentes en la comisión coordinadora de la visita papal. Sistach se lo pierde. Sin embargo, da la casualidad que su vicario episcopal es rector de la parroquia intitulada del Corpus Christi. Nada menos. Pués bien, pese a tan señera dedicación parroquial y tan distinguido cargo, no se atreve a sacar ninguna procesión a la calle, según se puede ver en su programa de actos. Eso sí, sorprendentemente, este año presidía la misa solemne el obispo auxiliar electo de Terrassa, Monseñor Salvador Cristau. Pero el Santísimo no salió a la vía pública en la parroquia expresamente dedicada. A veces las comparaciones no resultan odiosas. Sino ejemplares.

Oriolt