El Terrorismo Intelectual y la esquizofrenia catatónica en el obispado de Barcelona

En su extraordinario y acertado artículo del pasado día 11 de diciembre Virgilius Hospitalensis nos hablaba de cómo el placet de la Peiró a la beatificación del Dr. Samsó era la carta de Sistach para hacer callar a la “izquierda cristiana” mataronesa si se levantaba en contra de dicha celebración.

Vamos a hablar de esa “izquierda cristiana” mataronesa. Vamos a hablar de quien se ha constituido, y ya llevan tres décadas, en los controladores del bien pensar, del “buenismo”. De los protagonistas de la Guerra cultural iniciada fuera de la Iglesia pero que ha penetrado en ella, cultivando el auto-odio entre los católicos, forjando estados de opinión, sembrando prejuicios en los tomas de opinión, alimentando iniciativas que van en contra de la comunión. No pocos sacerdotes han interiorizado su discurso, un relato que marca, que condiciona sus valoraciones, actuaciones y decisiones. El terrorismo intelectual, ahora y aquí anticatólico, interiorizado por eclesiásticos y seglares, se convierte en pura esquizofrenia paralizante.

Voy a seguir aquí a las reflexiones de mis admirados maestros Jean Sévillia, Raymond Aron, Alain Finkielkraut, con quien he compartido no pocas horas de reflexión y debate.

En primer lugar, el terrorismo intelectual ha cultivado y cultiva dentro del imaginario del país/región/ciudad un arquetipo del mal. Después de la Guerra en Francia esta funesta figura se encarnó en el fascismo, el capitalismo, el imperialismo, el colonialismo, la xenofobia, el racismo… el oponente al orden moral y del bien que el terrorista intelectual se apropia para sí. En España, este rol lo asume el franquismo. Nos centraremos en un caso particular dado que estos días hablamos del escándalo de la frialdad con que los mandamases del obispado de Barcelona toman la beatificación del Dr. Samsó. El arquetipo del mal es allí el franquismo y los autóctonos que colaboraron con Franco en la ciudad de Mataró.

El terrorista del intelecto debe continuar manipulando, deformando a gusto de la realidad. Una realidad simplificada y transformada convertida en una etiqueta que se engancha a todos sus adversarios. El que practica el terrorismo intelectual debe crear un arquetipo del Bien que se sitúe cerca de sus posicionamientos políticos, para con la misma elasticidad que ofrece la ambigüedad, poder presentarse como abanderado de esa causa/personaje.

Alguien dirá, y no andará errado, que todo ello no es nada más que una actualización del maniqueísmo. Maniqueísmo actualizado en la degeneración del sistema democrático, la demagogia.

El extorsionador de la realidad, de la misma forma que se apodera del arquetipo del bien, debe asimilar a su adversario al arquetipo del mal. Para ello son muy importantes tres condicionamientos:

a) poder resistirse a definir los conceptos cuando se es requerido. El terrorista intelectual es un simplista doloso que no aclarará nunca conceptos ni bajo tortura. La ambigüedad es su hábitat predilecto. En el estercolero, el cropófago es el mejor adaptado.

b) Reaccionar abortando el debate cuando se plantea el cuestionamiento de los límites y presupuestos que el mismo ha trazado y construido.

c) No callar nunca.

Los practicantes del terrorismo del intelecto buscan un objetivo claro: la demonización del adversario. Acosado explícitamente o por insinuación, éste se retrae, se autocensura, se reprime y atormenta, se acompleja y abandona.

Arquitectos y delineantes del mito Peiró

Vamos a poner un ejemplo práctico y real. El franquismo es la encarnación del mal. El franquismo es de derechas. Mi adversario es de derechas, luego es la encarnación del mal. Los que colaboraron con la derecha, son malos. El Dr. Samsó colaboraba con los de derechas, luego es malo.

Paralelamente hay que crear, construir un mito arquetípico del Bien, en el caso de Mataró, el mito creado es el dirigente anarquista Joan Peiró (la personificación del Bien), asesinado por Franco (la personificación del mal). Todo edificio necesita de albañiles y de un arquitecto. El Albert Speer de la construcción de mitos es en este caso el dirigente del PSC local e intelectual del régimen Josep Puig i Pla. Hijo de un acaudalado ganadero de derechas en época de Franco. Pero esto la gente no lo sabe ni debe saberlo.

Elaborador de una historia acomodada a sus intereses políticos y personales (trabajarse un perfil de intelectual delante de sus camaradas de partido) completó el mito Peiró gestionando para su hija, Guillermina Peiró, –la que dio el placet a Sistach-, la Medalla Francesc Macià en 2006. La hija de Peiró, afín a ERC, utilizada como un juguete por el cuco de Puig Pla. La señora aparece en la fotografía –sentada a la derecha- junto a su inesperado promotor –de pie segundo por la izquierda.

Los arquitectos se rodean de delineantes y tiralíneas. En este caso, sumándose al carro de los constructores del mito Peiró, aparece la hija de Ramon Salicrú i Puig, el comisario político del PSC en la parroquia de San José de Mataró.

El interfecto, licenciado en Filosofía y Letras, Ramon Salicrú i Puig, es un historiador mediocre sin otros meritos que arrimarse al PSC. Su padre era uno de los puntales en los años treinta de la Congregación Mariana del Dr. Samsó. Un hombre honrado, humilde trabajador de cuello blanco en una ferretería Can Damià, con un horizonte académico mas bien escaso, suplido por una bondad solo igualada por la de su esposa. Miembro del periódico El Pensament Marià e incondicional del Dr. Samsó, el novelista Joaquim Casas i Busquets lo recordaba por sus artículos dedicados a la Inmaculada Concepción.

Su hijo, el sociata Ramon Salicrú i Puig, es uno de aquellos jóvenes católicos de familia piadosa echados a perder por un paso traumático por la Universidad. Sin defensas, entre ellas una nula formación social-cristiana, se tragó sin discernimiento toda la basura de la Revolución de 68 hasta creerse que era un intelectual, un intelectual de izquierdas y cristiano. De aquí su admiración por Alfonso Carlos Comín y de la comifilia que padece la familia.

Cuatro libros mal leídos, muchos más que sus compañeros de edad que tuvieron que ponerse a trabajar acabado el colegio, Salicrú es aquel ejemplo de personal insoportable que va de intelectual por la vida.

Salicrú, informador en materia eclesiástica del PSC local y presidente de “Cristians segle XXI”, no es nada más que un neolamennesiano que cree que puede conciliar catolicismo y su ideario político. En un primer momento pesaba lo primero, pero como en el caso de Lammenais ha acabado ganando lo segundo (bodas gays, aborto, eutanasia…). Salicrú empezó su carrera política en partidos de izquierdas de nulo talante democrático y menor perspectiva de éxito electoral. Viendo que eran cuatro y el cabo, fueron desguazando hacia el PSC-PSOE. El voto inmigrante del sur de España aportó la masa votante. Ellos serían los dirigentes. Juntos pero no revueltos, Salicrú no se casó con una Sánchez, sino con una Maltas. Mesías de los parias del sur de España. Empezaba la esquizofrenia que han querido imponer a la ciudad y a la Iglesia. Empezaba el terrorismo intelectual, en versión “sépia amb pesols” (sepia con guisantes).

Los Salicrú dan el tono. Son puros, como la izquierda. Han aconsejado durante años a la Iglesia local. Han intercedido por ella delante del PSC. Su objetivo ha sido intentar perfilar una Iglesia local que no molestara al PSC. Una Iglesia cautiva. Una Iglesia no católica. Una Iglesia arrasada.

El hijo del comisario Salicrú, Joan Salicrú i Maltas, es el jefe de redacción de la Revista Valors, presidida por Jordi Cussó, sacerdote de la Casa de Santiago y que se distribuye en las puertas de algunas de las parroquias de la ciudad. Hijo del comisario Salicrú, Joan Salicrú i Maltas, simultáneamente es periodista a sueldo del PSC de Barcelona (y no es una figura retórica). Con cinismo cósmico defiende en Tribuna Maresme la independencia del periodismo mientras intenta enchufarse en la TV pública de su ciudad buscando donde agarrarse antes que se hunda el socialismo en el Ayuntamiento de la capital del Principado de Cataluña. Pero los buenos tienen “patente di corso” para todo. Todo lo pueden, todo lo alcanzan, todo lo concilian, aunque últimamente les haya salido la vena policial dando palos de ciego, claro está, pidiendo al expárroco de la parroquial de Sant Simó i Sant Pau que diga a Germinans que esta web pare de hablar de su padre. ¿Lo habrá amedrentado? Pura esquizofrenia paranoide. Lo tiene todo y aun quieren que les hagamos la ola.

Los arrastrados

La fuerza de esta manipulación arrastra, y arrastra mucho. Los convergentes, por ejemplo, son incapaces –obcecados en un nacionalismo cada vez más idolátrico- en levantar la bandera contra el Terrorismo intelectual.

En versión local, un Joaquim Montserrat i Bartra, destacado dirigente de CIU de la ciudad de Mataró, informador en materia eclesiástica de su partido y presidente de la Asociación Amics del Bisbe de Ayaviri Joan Godayol, manifiesta a quien le conoce su poca simpatía por el Dr. Samsó porque se codeaba con los poderosos. Sumidos de cuatro patas en la trampa intelectual que les han preparado sus adversarios, Dr. Samsó = poderosos = franquistas = españolistas. La falta de lectura hace estragos. Inteligente conclusión de quien es hijo de quien fuera potente industrial de curtidos de la ciudad y concejal municipal en época de Franco.

Y como no podía ser de otra manera, finalmente parió la abuela. No pocos sacerdotes interiorizan el discurso, la composición de lugar, del Terrorismo intelectual, el cual va marcando sus valoraciones y actuaciones y a la larga sus decisiones. El terrorismo intelectual, en esencia anticatólico, provoca, interiorado por eclesiásticos, esquizofrenia catatónica. Anomia como diría el obispo Blázquez de Bilbao.

La verdad es tozuda

Los Salicrú-Maltas aun no se ha enterado que Peiró no era un demócrata. Digámoslo con letra mayúscula a ver si se enteran, era un ANTIDEMÓCRATA político. Cuatro días después de la muerte del Dr. Samsó, Peiró escribía en el diario mataronés “Llibertat”, como nos ha explicado Virgilius Hospitalensis, estas aterradoras palabras: “La Iglesia a través de los siglos ha sido siempre la aliada de todos los tiranos. Ha sido la actora de todos los hechos criminales […] La destrucción de la Iglesia es un hecho de justicia”. Muy compungido no debería de estar de enterarse de la muerte del Dr. Samsó, del párroco que no había querido delatar delante del consejo de guerra a su hijo, Llibert Peiró, quien había intentado incendiar Santa Maria de Mataró el 6 de octubre de 1934.

¿Este es el padre de la democracia, del respeto, de la tolerancia que nuestra sociedad debe recordar? ¿Este es el modelo de un político demócrata? ¿De los valores de la Democracia?

El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit