24.11.08

BERENICE Y DRUSILA, mujeres seductoras

“Al día siguiente vinieron Agripa y Berenice con gran ostentación y entraron en la sala de audiencia, junto con los tribunos y los personajes de más categoría de la ciudad. A una orden de Festo, trajeron a Pablo”. (Hch 25, 23)

“Después de unos días vino Félix con su esposa Drusila, que era judía; mandó traer a Pablo y le estuvo escuchando acerca de la fe en Cristo Jesús”. (Hch 24, 24)

“Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor; no con afecto de concupiscencia, como los Gentiles que no conocen á Dios: Que ninguno oprima, ni engañe en nada á su hermano: porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y protestado.

Porque no nos ha llamado Dios á inmundicia, sino á santificación.Así que, el que menosprecia, no menosprecia á hombre, sino á Dios, el cual también nos dió su Espíritu Santo” (Tesalonicenses 4, 4-8)

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17.11.08

La abuela LOIDA

“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro en ti también” (2 Timoteo 1,5).

“En cuanto a ti (A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común), debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina.

Que los ancianos sean sobrios, dignos, moderados, íntegros en la fe, en el amor y en la constancia. (Tt 2, 1-2
)

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12.11.08

5.11.08

Eunice, trasmisora de la fe

“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor.


Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.(2Tim 1,1-5)


“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. (2Ti.14-15)

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31.10.08

¡Gracias a Dios!¡Gracias a Ella!

Querido hijo:

Al enterarme esta mañana de la explosión en la Universidad de Navarra me he quedado sin aliento hasta que he recibido tu llamada diciéndome que estuviésemos tranquilos y que te encontrabas bien.

¡Gracias a Dios!¡Gracias a Ella!

A tantos kilómetros de distancia, las noticias producen a veces un efecto exagerado, especialmente a las madres. Ya lo sé.

Según me cuentas sólo ha sido el ruido de la explosión y las sirenas de la policía lo que os ha hecho interrumpir el silencio de la biblioteca donde tú y tus amigos os encontrabais en ese momento estudiando.

Mi querido hijo, siento mucho que hayas tenido que sufrir en tus propias carnes la deshonra que significa para todos los hombres de bien este acto terrorista.

No intentes entenderlo, no podrás. Nadie puede entender el porque de tanto odio.

Comprenderás que, como madre, tengo tantas cosas que decirte…

Aunque es lógica tu reacción, porque es absurda tanta cobardía y tanta miseria, busco palabras para poder aliviar ese joven corazón lastimado y desolado porque no comprende.

¿Cuántos muertos necesitan estos asesinos para conseguir su propósito?
-me preguntas. ¿Por qué hay tanta locura, tanto odio, tanta brutalidad?

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