Las mujeres en las comunidades paulinas (II)

Pero aún hay más…

Leer los textos de San Pablo con ojos de mujer, de una mujer del S.XXI, que pretende gastarse diariamente para que “Cristo reine en la tierra”, supone descubrir la grandeza y la sencillez de muchas de las mujeres que acompañaron y colaboraron con San Pablo a lo largo de su misión, algunas de ellas de forma silenciosa “gastándose” por cumplir la voluntad del Señor “desempeñado un efectivo y precioso papel en la difusión del Evangelio”,y que el apóstol menciona en sus textos.

Como señala Benedicto XVI: “El Señor quiere que estos testigos del Evangelio, estas figuras que han dado su contribución para que creciera la fe en Él, sean conocidas y su memoria permanezca viva en la Iglesia. Históricamente podemos distinguir el papel de las mujeres en el cristianismo primitivo, durante la vida terrena de Jesús y durante las vicisitudes de la primera generación cristiana (…) Debemos a san Pablo una documentación más amplia sobre la dignidad y el papel eclesial de la mujer. Comienza por el principio fundamental, según el cual, para los bautizados «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer», «ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3, 28), es decir, unidos todos en la misma dignidad de fondo, aunque cada uno con funciones específicas (Cf. 1 Corintios 12,27-30).

Por ello, no quisiera finalizar este capitulo- me parece que es un deber de justicia para con ellas-, sin recordarlas, aunque sea brevemente, ya que ellas son un ejemplo “para hacer del Evangelio la regla fundamental de vuestra vida familiar”. Les aseguro que vale la pena.

Claudia: “Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos” (2 Tm 4, 21). Pablo, a lo largo de esta carta a Timoteo, destaca la importancia de las mujeres. Un ejemplo concreto es Claudia, de la que manda saludos a Timoteo. Parece ser que Claudia fue una de las mujeres valientes que ayudaron al apóstol durante su dura encarcelación y soledad poco antes del martirio en Roma.

Cloe: “Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio. Porque hermanos míos estoy informado de vosotros, por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: “Yo soy de Pablo", “Yo de Apolo", “Yo de Cefas", “Yo de Cristo"” (Cor 1, 10-12).
No sabemos si “Los de Cloe” son familiares, amigos o siervos de esta respetable mujer. Pero como señala san Pablo parece que el juicio y las palabras de esta tenían no solo fundamento sino autoridad moral para el apóstol. Ya que, tras ellas no dudo en “dar un toque” a la unidad de la comunidad de Corintio.

Mujer anciana: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”. (Tito 2, 1-5)

Apfia: Una mujer que debía ocupar un papel de importancia en la Comunidad ya que es a la única que nombra en esta carta : “Pablo, prisionero por Cristo Jesús, y Timoteo, [nuestro] hermano, a Filemón, amado nuestro y colaborador, y a Apfia, nuestra hermana, y a Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la congregación que está en tu casa: Que tengan ustedes bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. (Filemón 1, 1-3)

Evodia y Síntique: “Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor. Exhorto a Evodia y a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor. Y a ti, mi fiel compañero, te pido que las ayudes, porque ellas lucharon conmigo en la predicación del Evangelio, junto con Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida. (Filipenses 4, 1-3)

“El llamamiento que Pablo hace a la concordia mutua da a entender que las dos mujeres desempeñaban una función importante dentro de esa comunidad”, como señala Benedicto XVI, hace suponer que la gran influencia de ambas en la Iglesia de Filipos tenia efectos de distanciamientos entre los miembros de la comunidad.Por tanto, no es de extrañar que San Pablo les corrija en la misma carta diciendo: “Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento.
No hagan nada por rivalidad o vanagloria, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás”

Ninfas: “Saluden a los hermanos de Laodicea, especialmente a Ninfas y a la Iglesia que se reúne en su casa”. (Colosenses 4, 15)
Ninfas fue una de las mujeres que prestó su casa como lugar de oración para los cristianos de Laodicea. Una pequeña Iglesia que se convirtió en la familia de Dios, donde todos somos hijos de un mismo Padre y en donde recibimos la gracia de Dios para convertir nuestra vida en mensajeros de paz y de alegría. La alegría de ser hijos de Dios.

De todo esto podemos concluir con las palabras de Benedicto XVI dedicadas a “Las mujeres al servicio del Evangelio”: “En síntesis, la historia del cristianismo hubiera tenido un desarrollo muy diferente si no se hubiera dado la aportación generosa de muchas mujeres. Por este motivo, como escribió mi venerado y querido predecesor, Juan Pablo II, en la carta apostólica «Mulieris dignitatem», «La Iglesia da gracias por todas las mujeres y por cada una… La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del “genio” femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina» (n. 31).
Como se ve, el elogio se refiere a las mujeres en al transcurso de la historia de la Iglesia y es expresado en nombre de toda la comunidad eclesial. Nosotros también nos unimos a este aprecio, dando gracias al Señor porque Él conduce a su Iglesia, de generación en generación, sirviéndose indistintamente de hombres y mujeres, que saben hacer fecunda su fe y su bautismo para el bien de todo el Cuerpo eclesial para mayor gloria de Dios”.

3 comentarios

  
Ignasi Pau
Felicidades por el artículo. Me alegro de ver una mujer en esta web, la verdad es que me interesa ver como las mujeres vivis la Fe.
A ver si animas a alguna otra amiga a escribir. ;)
11/02/09 11:20 AM
  
MUJERES
La mujer siempre ha cumplido un rol de importancia dentro de la construcción de la familia ya sea como sostén principal de ésta con su innato afecto por la preservación de sus hijos y esposo. Entro de la iglesia misma conduciendo a su familia a seguir los preceptos de la Iglesia siéndole fiel dentro de sus principos.
20/10/10 11:36 PM
  
Raquel Pérez Estrada
Me a encantado el artículo, sobre todo porque va de la mano con los escritos Bíblicos que son verdad.
A lo largo de mi vida, he visto mujeres religiosas y laicas que sin dejar su amor a Dios y con una fe firme han sido y son mensajeras del evangelio en sus vidas.
Felicidades y gracias!!
17/06/18 8:22 PM

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