San Martín I


La liturgia del Beato Juan XXIII celebra hoy la festividad de San Martín I, Papa y mártir.

La vida del Romano Pontífice es, sencillamente, deslumbrante. Su valentía y su defensa de la fe cristiana, le valieron a Martín la corona del martirio.

Martín, oriundo de Todi, fue Papa de la Iglesia Católica durante el período que transcurre entre el 649 y el 653 de nuestra era, los años duros de la lucha contra el monotelismo.

Regía los destinos del Imperio Romano de Oriente el emperador Contante II (641 – 688), sucesor de Heraclio. Éste último promulgó la Ekthesis, una ley imperial donde se prescribía como regla de fe la fórmula monotelita.

El monotelismo es una herejía que intentó superar otra herejía: el monofisismo. Los monotelitas afirmaban que en Cristo había dos naturalezas y una voluntad, thelema. Una parte de la naturaleza humana de Cristo aparecía fundida con la divina. Evidentemente esto chocaba frontalmente con lo afirmado en Calcedonia.

Esta negación de la doble voluntad de Cristo, divina y humana, no es asunto baladí, ya que al fin y a la postre, toda mengua en el dogma de la unión hipostática menoscaba los fundamentos de la fe católica. Como reza el principio soteriológico de los Padres, «para que el hombre entero pudiera ser salvado, la entera (perfecta) humanidad debía ser asumida en la unidad del Hijo»: si en Cristo no hay una doble voluntad, divina y humana, entonces la humanidad entera no habría sido asumida «en la unidad del Hijo» y se tambalearían los cimientos de la salvación del hombre.

Debido a la resistencia del papado, Constante II revocó la ley, pero dictó una nueva, el Typus, que prohibía de ahí en adelante, cualquier debate sobre la voluntad de Cristo. Sin embargo, el magisterio eclesiástico una vez suscitado el tema, se veía impelido a hablar.

Y habló. Martín I declaró como dogma de fe la tesis católica de las dos voluntades de Cristo, excomulgando a los que la negaban. Esto exasperó a los bizantinos, de manera que el emperador ni corto ni perezoso, intentó matar al Romano Pontífice. Y fracasó.

Pero el mal no conoce el descanso. El emperador, tras su fracaso, pergeñó el arresto de Martín con la ayuda del exarca de Rávena. Lo consiguió.

El emperador, trasladó a Martín a Constantinopla en un penosísimo viaje. En la capital de Bizancio lo mantuvo prisionero en condiciones lamentables. Posteriormente lo desterró a Crimen, donde finalmente, nacería para la nueva vida en el año 654, agotado por el mal trato físico al que fue sometido.

Esta es en síntesis la vida del Papa Martín, ejemplo para los tiempos que corren, tan dados a la contemporización.

Allelúia, allelúia. Tu es Petrus, et super hanc petram aedificábo Ecclésiam meam. Allelúia.

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