¿Qué pasa con nuestros hijos? (y V)

6º.- El Estado.

Nos queda analizar el papel del Estado como causa, directa e indirecta, en el proceso destructivo de las relaciones familiares y sociales, que explican la situación lamentable en la que nos encontramos.

Como escribe Alasdair MacIntyre en Ética y Política, II (1),

El estado moderno y los que lo habitan y buscan afianzarlo se enfrentan a un dilema. Tienen que presentare a sí mismo de dos formas incompatibles a primera vista. Es, y tiene que ser entendido así, un conjunto institucionalizado de dispositivos mediante los cuales los individuos pueden perseguir más o menos sus propios objetivos, es decir, esencialmente es un medio cuya eficiencia tiene que ser evaluada por los individuos en términos de coste-beneficio. Sin embargo, al mismo tiempo reclama, y no puede hacer otra cosa, el mismo tipo de lealtad que reclamaban aquellas comunidades políticas tradicionales – el mejor tipo es el de la polis griega o la comuna medieval – que por su participación proporcionaban a sus ciudadanos miembros una identidad significativa, hasta el punto de que procurar el bien común, incluso hasta estar dispuesto a morir por él, no era más que procurar el bien de uno mismo. Al ciudadano moderno se le invita, por lo tanto, a ver intelectualmente al estado desde la perspectiva de una calculadora de interés propio, pero imaginativamente desde una perspectiva bastante distinta. El estado moderno, presentado sólo de la primera forma, no podría inspirar jamás una adecuada devoción. Si a uno se le pidiera que muriera por él sería como si le pidieran que muriera por una compañía telefónica. Y, sin embargo, el estado moderno necesita pedirles a sus ciudadanos que mueran por él, necesidad que le exige encontrar un conjunto de imágenes bastante distinto para presentarse a sí mismo.

Bromas aparte, la descripción de MacIntyre nos introduce en otra cuestión y es la escasa participación que tiene el pueblo en las decisiones políticas. Hoy en día, tras la democracia enmascara una oligarquía cuyos miembros determinan el arco de posiciones políticas que se ofrecen a la gran masa de votantes mediante el control de la maquinaria de los partidos y los medios. Los ciudadanos son meros individuos pasivos. La política se ha convertido en un área hiperprofesionalizada, entre los que se encuentran los manipuladores de la opinión pública, como representantes eximios de la profesión.

Por otro lado, el individualismo moral que se basa en la búsqueda de lo que cada uno considera es su bien, necesita la protección de los derechos individuales por ley frente a la injerencia del resto. De aquí que el discurso moral que se hace desde este enfoque liberal no puede partir del concepto de bien común diferente y mayor que la suma de los bienes individuales; sin embargo esta concepción del bien común es fundamental para la praxis social.

El Estado moderno se ha erigido, al atomizar a los individuos, en supremo controlador de las conciencias, pasando de una actitud de, supuestamente, tolerancia hacia los distintos puntos de vista, a una actitud de imposición de uno en concreto, precisamente por la incapacidad que tienen de articularse en torno al bien común, cayendo definitivamente en una continua antinomia.

Un ejemplo lo tenemos respecto al aborto, donde por un lado se reconoce el derecho a la vida, y por otro lado, de facto, se permite el aborto casi indiscriminado.

7.- Conclusión.

He querido exponer en estos artículos, las razones que explican el estado de disolución moral en el que nos encontramos y la dificultad que encuentran las personas para articular sus decisiones morales, más allá de su propio beneficio.

Faltaría remarcar la responsabilidad de los propios individuos en aceptar y admitir como buenas las propuestas de la modernidad. El hombre es libre y responsable de sus actos, a pesar de las imposiciones.

Pero tampoco se puede obviar que el individuo se siente desarmado e inutilizado frente a la marea que lo arrastra. Así, mucha fuerza de voluntad tienen que tener unos padres para imponer normas a los hijos cuando los mensajes que le llegan del exterior (medios de comunicación, colegios, grupo de amigos, etc.) son totalmente contrario a esas normas.

La destrucción del matrimonio y la familia, la economía, los medios de comunicación, la educación, y el Estado, contribuyen cada uno a su manera a la pérdida del sentido moral de nuestra sociedad. Seguramente haya muchas más causas, pero creo que muy pocas personas estarán en desacuerdo en señalar estas como las más importantes.

El endurecimiento de leyes por sí sólo es inocuo si no va acompañado de una reforma de las costumbres, pero mientras lo primero es relativamente sencillo, lo segundo a día de hoy se antoja difícil

La solución pasa, en crear comunidades donde sea posible hablar de nuevo de virtud, de bien común, donde «las relaciones sociales estén configuradas por una lealtad compartida a los bienes inherentes a las prácticas comunes, de modo que los usos del poder y de la riqueza están subordinados a la consecución de esos bienes, hacen posible una forma de vida en la que quieren participan persiguen sus propios bienes racional y críticamente en lugar de tener que estar siempre luchando, con más o menos éxito, contra su reducción al estatus de instrumentos de tal o cual tipo de acumulación de capital».

Así, de esta manera, será posible restaurar el orden natural.

(1) Ética y Política II, Alasdair MacIntyre, pp 259 – 260. Ed. Nuevo Inicio.
(2) Ética y Política II, Alasdair MacIntyre, p 248. Ed. Nuevo Inicio.

1 comentario

  
Marcelo González
Sr. Isaac, me gustaria que Vd. que en todos sus comentarios lo hace con idea objetiva, diera su versión del Calvario que esta pasado en nuestra Diocesis Mons. Asenjo, según aparece en distintos medios de comunicación locales y en web dedicada a temas religiosos. Muchas Gracias.
13/08/09 3:41 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.