In Transfiguratione Domini Nostri Iesu Christi

De tal modo manifiesta el Señor su Gloria ante los testigos elegidos y con tal resplandor hace brillar esa forma corporal que le es común con los demás mortales, que asmeja su rostro el fulgor del sol e iguala el vestido la blancura de la nieve. Con esta transfiguración pretendía especialmente sustraer el corazón de sus discípulos al escándalo de la cruz y evitar que la voluntaria ignominia de su pasión hiciese flaquear la fe de los que iban a ser testigos de la excelencia de su divinidad oculta. Fundamentábase también, con no mejor providencia, la esperanza de la santa Iglesia, pues reconocería en la transfiguración del Cuerpo místico de Cristo la transformación con que iba a ser agraciado, ya que puede prometerse cada miembro participar de la gloria que con anterioridad resplandece en la Cabeza.

Sin embargo, los apóstoles, que debían ser robustecidos en la fe e iniciados en el conocimiento de todas las cosas, encontraron en este prodigio otra enseñanza. En efecto, Moisés y Elías, esto es, la Ley y los Profetas, aparecieron hablando con el Señor, a fin de que se cumpliese perfectamente, en presencia de estos cinco hombres, lo que está escrito: «Será firme toda palabra proferida en presencia de dos o tres testigos (Dt 19,15; Mt 18,16). ¿Qué hay más estable y más firme que esta palabra? Para proclamarla resuena acordemente la doble trompeta del Antiguo y del Nuevo Testamento, y todo lo que ha servido para testimoniarlo en los tiempos antiguos se encuentra en el Evangelio. Las páginas de ambas alianzas se confirman mutuamente, y Aquel que había prometido los símbolos antiguos bajo el velo de los misterios, lo manifiesta con toda claridad y certeza el resplandor de su gloria presente.

Animado, pues, el apóstol Pedro con la revelación de estos misterios y hastiado de todo lo mundano y terreno, sentíase arrebatar, como en una especie de éxtasis, por las cosas celestiales, y, lleno de gozo con la contemplación, quería morar con Jesús allí en donde se regocijaba con la visión de su gloria. Esto es lo que le movió a exclamar: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres levantaremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Mt 27,4). Pero nada contestó el Señor a semejante insinuación, para indicar que, sin ser malo, estaba fuera de orden lo que pedía, ya que no puede salvarse el mundo sino por la Cruz de Cristo; también para ilustrar con su ejemplo la fe de los creyentes, los cuales, sin dudar de las promesas de la bienaventuranza, deben pedir, entre las tentaciones de esta vida, antes los sufrimientos que la gloria, pues el sufrir debe siempre preceder al gozar.

Lecturas del Segundo Nocturno del Oficio de Maitines, en la Fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo.

Traducción: Homilías sobre el año litúrgico de San León Magno. Ed. BAC.

1 comentario

  
Rosario
En el presente artículo se describe muy bien el momento de la Transfiguración del Señor. En la cual sucede todo cuanto el articulista acredita, y... ¡algunas cosas más! El hito que Cristo muestra no sólo va referido a su PRIMERA VENIDA, sino también a SU SEGUNDA VENIDA. La presencia de Moisés y Elías no es sino el primer fundamento de la historia de la salvación, que se inicia con la liberación del pueblo de Dios, sometido a la esclavitud de Egipto, cuya liberación, o inicio del camino está en Moisés, cuanto el final del trayecto salvífico, que se halla en Elías, para el final de los tiempos: Eclº 48,10
Para conocer en mayor profundidad, ver: http://rosario-asuntosdejesucristo.blogspot.com
13/08/10 12:48 PM

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