¡O qué mesa y qué manjar!

¡O qué mesa y qué manjar!
¡Qué huésped y qué primor!

La mesa d’amor,
manjar celestial,
el huésped eterno
que es luz y gobierno
y vida inmortal
de vos pecador (x2)

D’este divino manjar
entienda’l hombre hospedado
que’l huésped está pagado,
que de gracia se á de dar.

¡O quan dulce’s el manjar!
¡qué huésped y qué primor!…

La mesa d’amor,
manjar celestial,
el huésped eterno
que es luz y gobierno
y vida inmortal
de vos pecador.(x2)

Los inmensos beneficios de la liberalidad divina, otrogados al pueblo cristiano, confieren a éste una dignidad sobre toda estima. Pues no hay ni hubo nunca nación tan grande que tuviese los dioses tan cerca de sí como lo está nuestro Dios. En efecto, el Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza para que, hecho hombre, pudiese de los hombres hacer dioses. Además, entregó para nuestra salvación todo cuanto de lo nuestro se había apropiado. Pues por nuestra reconciliación, ofreció como hostia su cuerpo a Dios Padre, en el ara de la cruz. Derramó su sangre a la vez como precio de la libertad y como baño purificador, para que, redimidos de miserable servidumbre, quedásemos lavados de todos los pecados. Y para que perdurara entre nosotros continua memoria de tan gran beneficio, dejó su cuerpo como comida, y su sangre como bebida, para ser recibidos bajo las especies del pan y del vino.

¡Oh preciosos y admirable convite, saludable y lleno de suavidad! Porque, ¿qué puede haber más precioso que este convite? En él se nos sirve Jesucristo, verdadero Dios, y no la carne de terneros y machos cabríos como en otro tiempo bajo la Ley. ¿Qué cosa más admirable que este Sacramento? Pues en él se convierten sustancialmente el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo; y por eso Cristo, Dios y hombre perfecto, se contiene bajo las especies de un poco de pan y de vino. Por consiguiente, es comido por los fieles, pero de ningún modo dividido: antes bien, dividido el Sacramento, persevera entero en cualquier partícula dividida. Y los accidentes subsisten en Él sin sujeto, para que pueda ejercitarse la fe, recibiendo invisiblemente lo que es visible en sí, oculto bajo especie extraña, y los sentidos queden preservados de error, al juzgar de accidentes que les son conocidos.

Ningún sacramento hay más saludable que éste, por el que se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se llena el espíritu con la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia por los vivos y por los difuntos, a fin de que a todos sea útil lo instituído para la salvación de todos. Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este Sacramento, en que se gusta la espiritual dulzura en su misma fuente, y se venera la memoria de aquella caridad excelentísima que nos demostró Cristo en su Pasión. Por eso, para que la inmensidad de esa caridad penetrara más hondamente en los corazones de los fieles, en la última cena, cuando, celebrada la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo a su Padre, insituyó este Sacramento, como perenne memorial de su Pasión, cumplimiento de las figuras antiguas, el mayor de los milagros por Él obrados; y dejólo como singular consuelo a los contristados por su ausencia.

Lección cuarta, quinta y sexta del Segundo Nocturno de Maitines. Fiesta Santissimi Corporis Christi

Ritual de la Adoración Nocturna Española. 1.960

Antes que comáis a Dios
en este sacro manjar,
alma, será bien pensar
quién es Dios y quién soys vos.

Antes qu’en vuestra posada
reçibáis al Rey del çielo,
vivid, alma, con reçelo,
si estáis bien aparejada.

Y pues recibís a Dios,
en este sacro manjar,
alma, será bien pensar
quién es Dios y quién soys vos.

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