19.08.11

¿En qué otro lugar se ve algo así?

Confesión JMJ¿En qué otro lugar podríamos ver en todo momento durante tres días a cientos de sacerdotes confesando en multitud de idiomas? O a personas haciendo cola para entrar a rezar y adorar al Santísimo expuesto en una capilla en medio del parque de El Retiro. O a miembros de cientos de órdenes, congregaciones e institutos religiosos de todo el mundo, con sus hábitos religiosos respectivos, como un signo llamativo y eficaz para el mundo. O a personas alabando a Dios en cien idiomas diferentes, manifestando la universalidad de la Iglesia y la necesidad que tienen todos los hombres de poner a Dios en el centro de sus vidas. O a cientos de miles de jóvenes reunidos que, en lugar de dedicarse a beber y a mirarse el ombligo, rezan y escuchan con alegría desbordante lo que les enseña la Iglesia.

Adoración al Santísimo¿En qué otra ocasión se podría asistir a catequesis pronunciadas por Sucesores de los Apóstoles en veinte lenguas distintas durante tres mañanas enteras en cien iglesias de Madrid, seguidas por la Santa Misa? O al espectáculo de autoridades agnósticas tragándose los discursos y recomendaciones del Papa. O ver a jóvenes saliendo evangelizar por las calles de ciudades de toda Europa. O a miles y miles de jóvenes que escuchan una llamada de Dios a ser sacerdotes, religiosos o monjas o también a formar un matrimonio cristiano. O a un mundo que asiste asombrado (y en algunos casos, rechinando los dientes) a la vitalidad de una Iglesia que creían ya moribunda.

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17.08.11

9.08.11

Incluso cuando el PP acierta, se equivoca

Leo hoy en InfoCatólica unas declaraciones de Mariano Rajoy en las que, entre otras propuestas para el futuro, reitera su deseo de acabar con la malhadada Educación para la Ciudadanía. No podría estar más de acuerdo en que es necesario acabar con lo que, desgraciadamente, viene a ser una educación para el sectarismo más vergonzoso. Basta leer algunos libros de la asignatura para entender que es la herramienta perfecta para que una serie de asociaciones con ideologías inaceptables, activistas anticristianos y profetas de lo políticamente correcto eduquen a los hijos contra la voluntad de sus padres. Y todo ello ante la pasividad de la mayoría y, tristemente, también de nuestros obispos. Sólo un puñado de padres, verdaderos cristianos con todas las letras, han sido capaces de oponerse en serio a este despropósito. Con bastantes incomodidades y persecuciones, me consta.

¿Deberíamos felicitar al PP por ponerse de parte de los débiles en este caso, que son los padres que defienden su derecho a educar a sus hijos? Me temo que no. O al menos, no mucho. Como sucede en otros temas, incluso cuando el PP acierta de hecho, se equivoca hasta el fondo en las razones en las que basa su postura. Leer a Rajoy explicando las razones por las que hay que acabar con la Educación para la Ciudadanía es como leer un discurso de Stalin hablando de la importancia de la escuela para hacer buenos comunistas de los niños y niñas de la URSS: uno coincide en que la escuela es importante, pero preferiría no tener ese tipo de aliados en su defensa.

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1.08.11

Las críticas a la JMJ y el cánido del horticultor

Estoy harto de algunas críticas a las jornadas mundiales de la juventud (diría que estoy indignado, pero hoy en día el término tiene algunas connotaciones no del todo recomendables). Por usar las inmortales palabras del poeta: Estoy ahíto de tanto parchear y tanto pito.

No me refiero a las críticas de aquellos que no profesan la fe católica (ya se trate de indignados, enfadados, molestos o irritados o quizás de protestantes, judíos o testigos de Jehová), pues lo lógico es que critiquen lo que no comparten. Y, en el caso de algunos de ellos, es de esperar que odien lo que les han enseñado a odiar como consecuencia de premisas incorrectas, ideologías equivocadas o falsas doctrinas. Con este grupo, en lugar de argumentar sobre las JMJs creo que convendría discutir sobre temas más fundamentales.

Tampoco hablo de las críticas legítimas de católicos a aspectos concretos de las jornadas, pues huelga decir que las mismas, como evento humano y además de una grandísima magnitud, dan lugar a incontables meteduras de pata. A nadie debería escandalizar que se produzcan esos errores (y pecados), pues lo mismo ha sucedido a lo largo de la historia con los Concilios Ecuménicos (en algunos de los cuales los padres conciliares acabaron a tortas), la curia romana, las órdenes religiosas, los Estados Pontificios, todas las diócesis y parroquias que en el mundo han sido y hasta el más pequeño grupo de monaguillos. Es más, casi me atrevería a decir que no nos viene mal descubrir esos errores, para que de una vez nos convenzamos de que existe el pecado original. Disciérnanse los fallos con humildad cristiana, corríjanse en la medida de lo posible y a otra cosa lepidóptero.

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30.07.11

Dos factores de un buen blog

Como ya sabrán los lectores, he estado unos días en Ucrania. Al volver, he podido leer las aportaciones de los comentaristas al último post que escribí antes de irme ¿Por qué amas a la Iglesia?. Tengo que decir que he disfrutado mucho leyéndolas y, en algunos casos, me han emocionado. Me han parecido preciosas las aportaciones de los lectores y creo que me han ayudado a amar más a la Esposa de Cristo.

Salvando las distancias, esta especie de conversación virtual con los lectores sobre Dios y sus maravillas me recuerda a la historia que cuenta San Agustín sobre su madre y él. Poco antes de que muriera Santa Mónica, cuando por fin Agustín se había convertido tras muchos años de sus oraciones maternas, estaban los dos en Ostia. San Agustín cuenta lo felices que estuvieron allí, conversando sobre lo que sería el cielo, sin cansarse de hacerlo y llenos del deseo de disfrutar de Dios. Creo que conversaciones así, ya sean sobre el cielo, sobre la Iglesia o sobre otros temas relacionados con Dios, nos permiten gustar un poco lo que será la vida eterna de los bienaventurados, disfrutando sin cansarnos nunca de las maravillas siempre nuevas de Dios y compartiendo con los demás lo último que hayamos descubierto de su Belleza insondable. Es algo que los conversos, llenos de entusiasmo por la fe, comprenden especialmente bien aunque, como muestra el ejemplo de Santa Mónica, todos podemos experimentarlo.

Al leer los comentarios, también me he acordado de un pequeño párrafo del P. MacNabb que leí hace tiempo y que creo que viene como anillo al dedo para esta ocasión (sustituyendo “sermón” por “blog", claro):

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