InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: El reverso del tapiz

17.03.24

Fracasando, gracias a Dios

Al hilo de los años, que van pasando implacablemente, todo el mundo se pregunta en algún momento si ha fracasado en la vida y si habría sido mejor elegir un rumbo distinto. quizá si hubiera hecho tal cosa o no hubiera hecho esa otra, las cosas habrían sido diferentes. ¿Por qué no me di cuenta? ¿Por qué fui tan tonto? ¿Por qué, por qué, por qué…?

Aunque para el interesado sea generalmente una experiencia desagradable, lo cierto es que no hay nada de raro en ello. A fin de cuentas, nuestros proyectos, expectativas y deseos son ilimitados, maravillosos y color de rosa y la vida se caracteriza más bien por lo contrario. Uno puede soñar de niño con ser astronauta, bombero y también jugador profesional de fútbol, pero es difícil que en la vida real esas profesiones resulten compatibles. Una chica podría imaginar su boda con un príncipe azul que combine las mejores cualidades de Mr. Darcy, San Luis Rey de Francia y un galán de Hollywood, pero el número de ese tipo de maridos es bastante reducido, por no decir que tiende a cero.

En ese sentido, madurar tiene mucho que ver con entender y aceptar que nuestros sueños no coinciden con la realidad y en aceptar esta última tal como es, aunque no esté a la altura de lo que esperábamos. Por lo tanto, esa sensación ocasional de fracaso solo es un gaje completamente natural de crecer y envejecer al que no hay que dar mayor importancia, el precio de vivir en un mundo imperfecto. Hasta aquí, todo podría haberlo dicho también un psicólogo, pero, como los psicólogos no suelen saber de lo que hablan, es aconsejable ir más allá, pasando de lo resignadamente natural a lo sorprendentemente sobrenatural.

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30.05.19

Solo un vaso de agua

Ayer tuve que traducir un texto en el que aparecía el subjuntivo del verbo satisfacer y me vino a la memoria, imparable como las magdalenas de Proust, el recuerdo de cuándo aprendí a conjugar ese verbo. Me acordé del día en que sucedió y del profesor que me enseñó a hacerlo, hace casi treinta años, explicándonos pacientemente que satisfacer provenía del verbo hacer (satis facere, hacer lo suficiente) y, por lo tanto, se conjugaba como él: haga, hiciera > satisfaga, satisficiera.

Es un detalle pequeño y podría decirse que insignificante, pero ha hecho que me quedara pensando en lo incalculables que son el bien y la verdad, en su fecundidad insospechada. Un sencillo bien hecho a una persona o la enseñanza de una pequeña verdad, quizá con la sensación de que no sirven de nada porque nadie los aprecia o nadie está prestando atención, pueden dar fruto un cuarto de siglo después.

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25.09.18

20.03.17

La causa de Cristo siempre está en su última agonía

Por alguna extraña razón, las verdades más terribles de nuestra religión siempre me consuelan de una forma especial en mi debilidad. El pecado original, las infidelidades de Israel, la agonía y la muerte de Cristo, la traición de Pedro y los apóstoles, los innumerables pecados de clérigos y seglares en la historia de la Iglesia y el Juicio Final siempre han sido para mí una garantía de que la fe católica es cierta y no una teoría humana más o menos placentera, una mera ideología que somete la realidad a moldes estrechos y falsos.

Es cierto, soy débil, pecador, inconstante, necio y nada de fiar, pero precisamente por eso, cuando soy débil, entonces soy fuerte. Porque la salvación no depende de mí, sino de Cristo, que ha vencido al mundo. Es cierto, la Iglesia es un desastre, sus dirigentes a menudo parecen empeñados en destruirla, sus soldados rehúyen la batalla, sus santos escasean y da la impresión de que hasta sus vírgenes se han dormido. Pero sabiendo que esto había de suceder, Cristo la amó y se entregó por ella, para santificarla.

Con el deseo de animar a los lectores en estos tiempos difíciles, traduzco para el blog un pequeño texto de Newman (de sus tiempos anglicanos) en el que el gran cardenal hablaba de estas cosas. La Iglesia siempre ha sido un desastre y siempre lo será hasta el último día. Por supuesto, esto no quita gravedad a la situación actual, pero sí nos da una perspectiva diferente, de eternidad. Poned los ojos en las cosas de arriba y no en las de la tierra.

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26.02.14

Sor Sonrisa y los misterios de Dios

Sor SonrisaEl comentario de un lector y, probablemente, la mano de Dios, me llevaron un día a investigar la historia de Sor Sonrisa. Quizá ese nombre haga pensar a los lectores que se trata de una historia alegre y divertida. Me temo que no es así.

Jeanne-Paule Marie Deckers nació en Bruselas en 1933. Sobrevivió siendo una niña a la Segunda Guerra Mundial y a la escasez posterior a la misma. A los veintiséis años, entró en el convento de Dominicas de Fichermont, situado en el lugar donde se produjo la batalla de Waterloo. Como monja dominica, tomó el nombre de Hermana Luc-Gabriel.

Le gustaba mucho la música, componer canciones y tocar la guitarra. Una de sus canciones era tan pegadiza que la compañía Phillips le propuso grabar un disco en 1963. Para evitar que la grabación perturbase demasiado su vida monacal, la Hermana Luc-Gabriel no apareció en la portada y ni siquiera se mencionaba su nombre, sustituido por el apodo elegido por la discográfica: Sor Sonrisa.

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