InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Nueva Evangelización

23.01.09

Calzadas virtuales

Cuando los romanos construían sus calzadas por todo el mundo conocido, no eran conscientes de ello, pero estaban preparando el camino para los Apóstoles. Su propósito era facilitar las comunicaciones militares, comerciales y administrativas que les permitieran gobernar su extensísimo imperio, pero Dios tenía otros planes. Las calzadas romanas unieron puntos lejanos de Europa, Asia y África, entre los que anteriormente era muy complicado viajar, y los primeros misioneros cristianos aprovecharon esas vías de comunicación para anunciar el Evangelio hasta el último rincón del mundo grecorromano. Las águilas imperiales, sin saberlo, se convirtieron en heraldos de la Cruz.

Del mismo modo, en el siglo pasado, Internet fue concebido como medio de comunicación militar en el Departamento de Defensa Estadounidense. Pronto quedó claro el vastísimo potencial que tenía la idea para las comunicaciones científicas, comerciales, administrativas, etc. Sin embargo, aunque una vez más sus creadores no fueran conscientes de ello, es muy posible que, a los ojos de Dios, Internet sea ante todo una herramienta valiosa de evangelización, que nos ofrece a los cristianos una nueva forma de ir a todo el mundo a anunciar el Evangelio.

La red de redes no puede ser olvidada por los cristianos. En cada momento histórico tenemos que aprovechar los medios de comunicación que nos permitan comunicar la fe a todos los rincones de la tierra: las calzadas romanas en el siglo I, la imprenta en el XV, las carabelas de los descubridores en el XVI, las nuevas vías férreas en el XVIII y, al comienzo de este nuevo milenio, Internet. Las calzadas de hoy son virtuales y los apóstoles de nuestro tiempo no pueden dejar de recorrerlas. Cristo está deseando hacerse el encontradizo, como ya hizo en Emaús, con los que caminan sin esperanza por los innumerables caminos de Internet.

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6.12.08

La autocrítica es demasiado poco

En el artículo de ayer, comentando un programa de la televisión, hablábamos del feng shui y las creencias supersticiosas de que los desagües, las vibraciones de los minerales y las energías positivas determinan la felicidad de las personas que viven en una casa. Una lectora, Yolanda, preguntaba:

¿No hay alguna autocrítica que hacerse al respecto? No hay que irse hasta los tiempos de Feijoo para reconocer un catolicismo plagado de supersticiones pintorescas;

En mi opinión, Yolanda, es probable que algunas supersticiones de hoy sean consecuencia de excesos de la piedad popular (que yo, la verdad, siempre he visto combatir a los curas). Además, precisamente esas supersticiones son las que me parecen más repugnantes, como la santería, que mezcla elementos claramente paganos e incluso demoníacos con el nombre de los santos. Sin embargo, cosas como el feng shui, las brujas, etc. no tienen nada que ver con el cristianismo y parece evidente que, cuanto menos cristiana es la sociedad, más terreno ganan esas cosas, precisamente porque no son cristianas.

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27.10.08

Vida oculta de una católica en EE. UU.

He recibido esta carta de una lectora que vive en los Estados Unidos. Me cuenta en ella cómo vive la fe en la sociedad norteamericana, sus dificultades, sus luchas, etc. Lo he titulado “Vida oculta de una católica en EE.UU.” recordando la vida oculta de Jesús durante 30 años en Nazaret, porque Conchi vive la fe sin llamar la atención y no sale en los periódicos ni cena con el Presidente, pero eso no le quita ni un ápice de intensidad a la aventura en la que se ha embarcado.

Es una madre que cuida de sus hijos y los educa en la fe, que quiere a su marido y reza con él y que intenta mirar lo que le sucede con ojos de cristiana. Los problemas con los que se encuentra son los que todos encontramos en el trabajo, con la familia o de salud, pero con la ayuda de Dios puede dar a esos problemas una respuesta de fe. Vive en el mundo, pero no es del mundo. Sufre dificultades, pero ha visto milagros en su vida y en la de sus padres. Es consciente de los problemas de la Iglesia, pero tiene los ojos puestos en la Jerusalén del cielo. No es perfecta, pero lo espera todo del Buen Señor. Ojalá hubiese más familias cristianas como la suya.

Aunque es un texto algo más largo de lo habitual, no he querido cortarlo porque merece la pena leerlo hasta el final.

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24.10.08

Un santo quemado

Como el otro día hablábamos de cajas de cerillas, me alegra celebrar hoy la memoria de San Antonio María Claret. Me explico: si las cajas de cerillas anunciaban que “la única iglesia que ilumina es la que arde”, San Antonio vivió toda su vida obsesionado por la necesidad de arder en el amor de Cristo y prender fuego a la tierra con ese amor.

Este santo es, sin duda alguna, el ejemplo que necesita nuestra Iglesia hoy, porque, si en algo destacó, fue en celo misionero. Predicó sin descanso, en todas partes. Predicó a los campesinos pobres de Cataluña en catalán, porque no entendían otra lengua, predicó hasta en los últimos rincones de las Canarias, predicó y protegió a los esclavos y a los indígenas en Cuba, predicó y confesó en la Corte de Madrid a la Reina Isabel II y a la aristocracia. Como el mismo San Pablo, se hizo todo a todos, para ganar, sea como fuere, a algunos.

Pueden leer, en Internet, algunas de sus obras, como su Autobiografía. Para empezar, lean estas líneas escritas por él, que he tomado de esta estupenda página, y podrán vislumbrar el entusiasmo que llenaba el corazón de un verdadero apóstol de Cristo.


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21.10.08

La única Iglesia que ilumina es la que arde

Todos los lectores conocerán ya, supongo, la noticia de que varias organizaciones proabortistas han estado repartiendo unas cajas de cerillas con la imagen de una iglesia católica ardiendo y el lema: la única iglesia que ilumina es la que arde. Como es lógico, la inmensa mayoría de las reacciones ante esta barbaridad han sido de rechazo, incluso pidiendo legítimamente que se tomen acciones legales contra ella.

Entiendo perfectamente esta actitud y, de hecho, la comparto, pero mi reacción instintiva al conocer la noticia fue algo distinta. Lo primero que me vino a la cabeza al oír esta frase fue: “totalmente de acuerdo”. Aunque yo escribiría la frase con una mayúscula más. No tanto la única iglesia que ilumina es la que arde, sino la única Iglesia que ilumina es la que arde. Es la Iglesia entera la que está llamada a arder y a consumirse en amor a Cristo y en preocupación por la evangelización de todos los hombres.

El mayor problema que tiene la Iglesia hoy, a mi juicio, es precisamente que no arde, que la mayoría de sus miembros vivimos en una tibieza permanente. Unos cristianos aburguesados, bien acomodados en su sillón no atraen ni entusiasman a nadie.

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