InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

14.04.10

Defectos de la edición de la Liturgia de las Horas

Soy un gran defensor de la Liturgia de las Horas. En este blog, he recomendado multitud de veces a los lectores que la recen. Y hoy vuelvo a hacerlo, sabiendo que pocas cosas ayudarán más a la oración personal de cada uno que unirse a la oración que la Iglesia eleva al Padre en todos los lugares de la tierra.

Además, como decíamos ayer, la reforma de la Liturgia de las Horas fue, quizás, una de las más logradas de toda la reforma litúrgica tras el Concilio Vaticano II. Las lecturas del Oficio de Lecturas son estupendas en su práctica totalidad, los cánticos del Antiguo y Nuevo Testamento constituyen una gran riqueza, se anima a los laicos a participar en esta oración, los horarios a los que corresponden las horas se han hecho más acordes con el sentido de las mismas, la estructura se ha simplificado y resulta fácilmente accesible a los laicos… Por otra parte, la traducción española del original latino, por razones obvias, es mucho mejor y más fiel que la realizada en otras lenguas como el inglés.

Me atrevo, sin embargo, a sugerir algunas cosas que no han quedado muy bien. Como toda obra humana, la reforma del Oficio Divino tiene sus carencias y es mejorable. Por falta de capacidad y competencia, no voy a hacer una crítica profunda, de estructuras fundamentales o principios teológicos. Me voy a limitar a una crítica sencilla, desde el sentido común, de algunos aspectos esencialmente prácticos (por si nos lee algún Monseñor que pueda hacer algo para cambiarlos):

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13.04.10

Para no levantarnos como paganos

Me gustaron tanto las preces de las laudes de ayer que las traigo hoy al blog, para que puedan leerlas y usarlas los que no acostumbren a rezar la liturgia de las horas. Y también por si a alguien le pasaron desapercibidas al rezar laudes ayer, que a todos nos pasa alguna vez.

Me parecieron algo estupendo para rezar al comienzo de la jornada. De hecho, se podrían tomar como oración breve de la mañana para todos los días. Y así no nos levantaríamos como los paganos, sino como auténticos cristianos. En lugar de levantarnos renegando, desanimados, quejándonos del trabajo que tenemos que hacer, o de no tener trabajo, o de mil otras cosas, nos levantaríamos con fe.

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28.03.10

La pura realidad

El Domingo de Ramos siempre me ha parecido una solemnidad muy curiosa. Casi parece que “no pega” con el resto de la Semana Santa. Llevamos cinco semanas de cuaresma, de penitencia, ayuno, oración, limosna, ausencia de aleluyas y glorias… y de pronto llega esta fiesta con una entrada triunfal en Jerusalén, con palmas y ramos de olivo, cantando hosannas y bendiciones al Hijo de David, es decir, al Rey y Mesías esperado.

Y, sin embargo, estamos en tiempo de Pasión, esperando el día de la muerte del Señor. De hecho, en la liturgia del Domingo de Ramos se leen dos evangelios que relatan dos hechos muy distintos. Primero, antes de la procesión con las palmas, el pasaje precioso y triunfante de la entrada en Jerusalén. Después, como evangelio de la Misa, la pasión según uno de los evangelistas sinópticos, con el prendimiento, el juicio y la crucifixión de Cristo. El color litúrgico de hoy es el rojo, pero mañana se vuelve de nuevo al morado cuaresmal y penitencial.

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27.03.10

Benditas bendiciones

Conozco a un sacerdote que, siempre que escribe una carta o un simple correo electrónico, termina enviándote su bendición. Me parece una costumbre estupenda. Las bendiciones son algo precioso y, además, gratis, así que creo que sería bueno que los sacerdotes las dieran más a menudo. Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis. La última vez que hice el Camino de Santiago, con un par de primos míos, cada vez que veíamos a un sacerdote, nos poníamos de rodillas y le pedíamos su bendición. Ponían cara de sorpresa, pero nos bendecían.

La liturgia está llena de bendiciones preciosas. Cuando hago de acólito, siempre pongo al sacerdote celebrante la bendición solemne propia del tiempo en el que estemos. Desgraciadamente, el pequeño esfuerzo de buscar la página y alargar medio minuto la celebración hace que estas bendiciones solemnes se usen poco, pero creo que merecen la pena, porque son textos magníficos que, además, podrían ayudarnos a rezar. Por ejemplo, la bendición solemne para la Cuaresma que hemos usado estos días es toda una catequesis:

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12.03.10

Nadie rezará por nosotros cuando hayamos muerto

En el último viaje que hice a Munich, hace un par de semanas, estuve leyendo una serie de lápidas muy antiguas colocadas en la fachada de la catedral. Los alemanes suelen ser muy cuidadosos con las cosas del pasado y generalmente se preocupan por mantener y restaurar las que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, las inscripciones estaban en latín, así que ya imaginarán que no había grandes colas para leerlas y pude hacerlo con tranquilidad.

Una de las lápidas me llamó la atención. Era de Henricus Vambes de Florimont. Este Don Enrique del Monte Florido era un eques gallus, es decir, un caballero francés, y me cayó bastante simpático. El pobre hombre, fue enviado en el s. XVII desde Francia a Baviera por María Victoria, la esposa del Delfín de Francia, que era alemana. Allí gastó sus energías trabajando y fue envejeciendo: “adolevit, viguit, consenuit”. Finalmente, “mortem Christiane obiit Monachi ex morbo senectute”, murió de viejo cristianamente en Munich cuando casi había llegado ya a los noventa años.

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