InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en España

12.01.21

Negacionismos suicidas

El Papa ha declarado recientemente que no ponerse las nuevas vacunas contra el COVID-19 es “negacionismo suicida”. Obviamente, pontificar sobre los pros y los contras médicos de una vacuna no entra dentro de la competencia del Sucesor de Pedro, así que podemos prescindir con la conciencia tranquila de esa opinión personal suya y utilizar otro tipo de criterios para dilucidar esa cuestión. En cualquier caso, no es de la epidemia ni de la vacunas de lo que quiero hablar, porque no son temas apropiados para este blog, sino de esa categoría de negacionismo suicida.

Al margen de la desconfianza que pueda suscitar en los lectores sensatos el uso cada vez más frecuente del término negacionista, que resulta más bien propagandista e ideológico que descriptivo, creo que el Papa ha dado ahí con una categoría que podría resultar fundamental para la vida de la Iglesia. Veamos algunos ejemplos que quizá el Santo Padre podría desarrollar en una nueva encíclica.

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21.12.20

Así hablan los reyes

Estos días, en El Español están haciendo una interesante serie de entrevistas a personalidades carlistas. Dado el carácter liberal a ultranza de El Español, no es sorprendente que las entrevistas sean, más bien, encerronas destinadas a burlarse del carlismo. A pesar de ello, sorprendentemente, la entrevista realizada a D. Sixto de Borbón, pretendiente al trono español, es magnífica, como un rosal que brota inesperadamente entre un abono poco agradable.

Al margen de la cuestión de las diferentes corrientes carlistas, de la vigencia que puedan o no puedan tener hoy los derechos dinásticos, de la posibilidad o imposibilidad de que el carlismo triunfe en España después de casi dos siglos, de la relación entre tradicionalismo y monarquía y tantas otras cuestiones interesantes pero poco apropiadas para este blog, en especial en tiempo de Navidad, creo que conviene señalar una impresión que brota espontáneamente al leer las respuestas de D. Sixto: así hablan los reyes católicos (cosa que, por desgracia, no podría decir con sinceridad de los dos reyes que han reinado de hecho en España durante toda mi vida).

Empecemos por lo más importante. Cuando le preguntan condescendientemente si es “muy religioso”, responde con claridad y elegancia, sin avergonzarse de su fe:

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30.11.20

Decir las Misas cosas

Hay errores que le alegran a uno el día. Verbigracia, algo que escribió hace poco D. Jorge González en su blog: “es que me escucho año tras año decir las misas cosas”. Obviamente, quería decir las “mismas cosas”, pero escribió misas en vez de mismas y me alegró el día. Este tipo de errores son lo que los sofisticados llaman un desliz freudiano y los sencillos saben reconocer, más bien, como un feliz eco de las profundidades de la fe.

D. Jorge se lamentaba en su artículo de hacer siempre las mismas cosas en su parroquia cada adviento, pero el lamento se le estropeó un poco al escribir sin darse cuenta “misas”. Fue, sin embargo, un error feliz y muy profundo, porque no hay nada que se repita más que la Misa. De hecho, viene repitiéndose todos los días desde hace casi dos mil años, que se dice pronto. Incluso las variaciones que caben en ella se repiten también. Es lo menos novedoso y cambiante que existe en nuestro mundo, y en eso precisamente reside su valor: el sacrificio de Cristo, realizado de una vez para siempre. La eternidad hecha gracia.

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31.08.20

Las nuevas supersticiones en la Iglesia

Nunca deja de sorprenderme que precisamente esta generación tenga la desvergüenza de mirar por encima del hombro a las anteriores y, particularmente, a la Edad Media, la edad de las catedrales y las universidades. Quizá sea aún más sorprendente que ese complejo de superioridad del todo injustificado se haya apoderado también de la Iglesia, que debería tener un poquito más de sensatez que el mundo.

En ese sentido, observo con consternación el resurgir entre los eclesiásticos de antiguas supersticiones, que apenas se diferencian de las mitologías griegas, romanas u orientales. Como siempre ha sucedido en la historia, las nuevas supersticiones usan las palabras que están de moda y apelan a los puntos ciegos del hombre moderno, pero en esencia no son más que una expresión de los mismos instintos supersticiosos del hombre pagano. Las nuevas supersticiones son muy viejas.

Podrían citarse varios ejemplos, pero quizá baste con el más reciente. Esta tarde no he podido evitar un suspiro de cansancio al leer que, sin el más mínimo rubor, los obispos españoles nos sugieren que, de algún modo, la culpa del coronavirus la tienen nuestros pecados contra la ecología:

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25.08.20

¿Ayudar a la Iglesia en sus necesidades?

Pongo el título entre signos de interrogación porque, aunque ayudar a la Iglesia en sus necesidades es un mandamiento universal para todos los católicos, hace tiempo que se escuchan numerosas voces que sugieren que quizá sea mejor retirar esa ayuda en ciertas ocasiones o al menos matizarla.

Algunos señalan, lógicamente molestos, diversos casos en los que se utiliza mal el dinero que los fieles dan a la Iglesia. No solo hay casos de simple despilfarro o empleo del dinero de viudas y huérfanos en inútiles burocracias, campañas e iniciativas o en congresos y viajes superfluos (que ya claman al cielo), sino que incluso hay ocasiones en las que el dinero se usa directamente para mal.

Es más que comprensible que haya numerosos fieles que están hartos y que no deseen colaborar con ese desperdicio o esas conductas poco eclesiales. ¿Quién querría contribuir con su salario a que la Pontificia Academia para la Vida proporcione un púlpito a activistas antipoblación, a que Mons. Sorondo viaje a China y elogie el régimen comunista o a que, en multitud de universidades, editoriales, parroquias y colegios “católicos”, se niegue la doctrina católica? ¿A quién no le indigna que la Conferencia Episcopal norteamericana haga donaciones a organizaciones proabortistas, que los obispos alemanes se reúnan para cambiar la fe de la Iglesia o que haya obispos que paguen sumas millonarias para evitar que salgan a la luz las repugnantes prácticas de algún clérigo?

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