InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

14.08.23

Los obispos no están obligados a presentar su dimisión a los 75 años

(CNS photo/Paul Haring)

Todo el mundo sabe que los obispos católicos tienen que presentar su dimisión cuando llegan a la edad de 75 años”, ha señalado El P. Hunwicke en su blog Enriquecimiento mutuo. “Todo el mundo lo sabe, pero no es cierto”.

El P. John Hunwicke fue durante décadas pastor anglicano y profesor de latín, griego, literatura y teología, además de investigador en el centro anglocatólico Pusey House, de Oxford. En 2011 entró en la Iglesia Católica como miembro de uno de los ordinariatos anglocatólicos creados por Benedicto XVI y fue ordenado sacerdote el año siguiente en el Oratorio de Oxford.

En un breve artículo titulado “¿Dimisión?”, el P. Hunwicke explica que el canon 401, en el que se regula la renuncia a su cargo de los obispos, no dice que deban presentar esa renuncia cuando llegan a la edad de 75 años, sino solamente que se les “ruega” (rogatur, en el original latino) que la presenten:

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12.08.23

Viaje a Marsella

Open Society image

Está previsto que, en septiembre, el Papa viaje a Marsella. Es uno de tantos viajes papales, tan numerosos que ya no llaman mucho la atención, pero en este caso me ha parecido interesante la explicación que ha dado el propio Papa Francisco de la motivación que hay detrás.

En una entrevista concedida a Vida Nueva y también a bordo del avión que le llevaba a Portugal, el Pontífice se preocupó de explicar que no será una visita “a Francia”, sino a Marsella. Esta explicación tan curiosa, teniendo en cuenta que Marsella está en Francia y que, además, será la segunda vez ya que viaja a ese país, se debe a uno de esos golpes de efecto llamativos que tanto parecen gustarle al Santo Padre (como, por ejemplo, aquel gesto de viajar en Estados Unidos en un pequeño Fiat rodeado de limusinas y grandes vehículos de seguridad, su afirmación drástica de que no veía nunca la televisión a pesar de que poco después llamó en directo a un programa televisivo italiano o el no menos asombroso gesto de arrodillarse ante los políticos sudaneses cuando acostumbra a no arrodillarse ante el Señor sacramentado por problemas de rodilla). En este caso, el golpe de efecto consiste en anunciar que ha decidido que, en Europa, no quiere viajar a ningún país “grande” antes de haber visitado todos los “pequeños”, algo que debe de parecerle muy significativo por alguna razón.

En cualquier caso, lo que me ha resultado más interesante es la explicación de por qué ha elegido Marsella en particular como destino. El Papa Francisco señaló que “el problema que me preocupa es el problema del Mediterráneo” y que, “los obispos están teniendo este encuentro para reflexionar sobre el drama de los migrantes”, porque “el Mediterráneo es un cementerio […] Es terrible. Por eso me voy a Marsella”.

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6.08.23

El milagro de los milagros

Un lector llamó mi atención el otro día sobre una “minihomilía” acerca de la transfiguración del Señor publicada por un sacerdote cuyo nombre omitiremos discretamente. Es significativo que se trate de un texto brevísimo, porque sería muy difícil decir más barbaridades en menos líneas. Juzguen ustedes mismos:

“Nuestra fe no se basa en fábulas fantásticas , sino en el testimonio de la grandeza de una vida de entrega a Dios y, por eso mismo, volcada en procurar el bienestar, la paz y la plena realización del ser humano. Eso es lo que se transfigura en el monte para que los discípulos de entonces, como los de ahora, no busquemos espectáculos de magia, ni derroches de poder, no fascinaciones momentáneas, sino que podamos reconocer en la vida de Jesús, en su predicación del evangelio y sus gestos de compasión la verdadera naturaleza de nuestro Dios: el amor que se da para que todos podamos vivir de verdad”.

Supongo que, aparte del pelagianismo ramplón que rezuman estas palabras, los lectores estarán de acuerdo en que es asombroso que alguien termine de proclamar el Evangelio diciendo “Palabra del Señor”, para a continuación asegurarnos tranquilamente que lo que afirma esa Palabra de Dios es una fábula fantástica. ¿Quién predica el día de la transfiguración para explicar que, en realidad, no hubo ninguna transfiguración en el sentido milagroso y sobrenatural del término que siempre ha enseñado la Iglesia? Incluso dando por supuesta la buena intención, se requiere un intelecto completamente deformado para mantener esos pensamientos contradictorios y más aún para expresarlos en público, pero ese es, desgraciadamente, el resultado de décadas y décadas de mala formación sacerdotal.

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17.07.23

¿Qué podemos hacer los laicos en concreto?

Una de las ventajas de los blogs sobre los periódicos o los libros reside en que el autor recibe en directo los comentarios de los lectores y puede darse cuenta de que algo que ha escrito no se ha entendido bien. Eso me ha sucedido con el artículo ¿Qué vamos a hacer con el Sínodo? En él y en relación con el inminente Sínodo de la Sinodalidad, intenté resumir las ideas contrarias a la fe que se han ido introduciendo en la Iglesia en estos últimos años y señalaba que, desgraciadamente, los católicos apenas hemos hecho nada para evitarlo.

Sin darme cuenta, el artículo debió de quedarme pesimista o quietista y en la mente de algunos lectores se introdujo la idea de que yo creía que no podíamos hacer nada para luchar contra los problemas de la Iglesia. Así lo manifiesta, por ejemplo, un comentario del autor del legendario blog Embajador en el infierno, tristemente desaparecido:

“¿De verdad no podemos hacer nada? ¿De verdad no podemos pasar a la acción? ¿Estamos seguros de que Dios no quiere que pasemos a la acción? ¿De verdad?”

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13.07.23

¿Qué vamos a hacer con el Sínodo?

En el siempre interesante blog Caminante Wanderer, se publicó ayer un post titulado “Nosotros ¿qué haremos?”. El bloguero se preguntaba por lo que vamos a hacer los católicos si, como parece probable, en el Sínodo de la Sinodalidad se aprueban las bendiciones a parejas del mismo sexo, como piden tantos obispos alemanes y de otros países. Las reflexiones me resultaron fascinantes, no solo por la incisiva pregunta del título y el habitual análisis certero de los problemas de la Iglesia, sino ante todo por lo que no se preguntaba. El elefante en la habitación, como dicen los anglosajones.

Intentaré explicarme. A mi juicio, la pregunta importante no es tanto qué vamos a hacer si en el Sínodo de la sinodalidad se aprueba algo contrario a la fe. Más bien, lo que debemos preguntarnos es qué hemos hecho durante varios años en respuesta a declaraciones y documentos vaticanos con graves afirmaciones contrarias a la fe. Porque, desgraciadamente, eso es lo que viene sucediendo desde hace más de una década y todos lo sabemos. De hecho, tanto en este blog como en el del Wanderer se han discutido muchas veces esos errores. Sin embargo, el torbellino informativo tan propio de nuestra época hace que en la práctica nos olvidemos de lo que ha sucedido recientemente ante el asalto constante de nuevos acontecimientos que nos abruman, como, en esta ocasión, el Sínodo de la Sinodalidad.

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