Defectos de la edición de la Liturgia de las Horas
Soy un gran defensor de la Liturgia de las Horas. En este blog, he recomendado multitud de veces a los lectores que la recen. Y hoy vuelvo a hacerlo, sabiendo que pocas cosas ayudarán más a la oración personal de cada uno que unirse a la oración que la Iglesia eleva al Padre en todos los lugares de la tierra.
Además, como decíamos ayer, la reforma de la Liturgia de las Horas fue, quizás, una de las más logradas de toda la reforma litúrgica tras el Concilio Vaticano II. Las lecturas del Oficio de Lecturas son estupendas en su práctica totalidad, los cánticos del Antiguo y Nuevo Testamento constituyen una gran riqueza, se anima a los laicos a participar en esta oración, los horarios a los que corresponden las horas se han hecho más acordes con el sentido de las mismas, la estructura se ha simplificado y resulta fácilmente accesible a los laicos… Por otra parte, la traducción española del original latino, por razones obvias, es mucho mejor y más fiel que la realizada en otras lenguas como el inglés.
Me atrevo, sin embargo, a sugerir algunas cosas que no han quedado muy bien. Como toda obra humana, la reforma del Oficio Divino tiene sus carencias y es mejorable. Por falta de capacidad y competencia, no voy a hacer una crítica profunda, de estructuras fundamentales o principios teológicos. Me voy a limitar a una crítica sencilla, desde el sentido común, de algunos aspectos esencialmente prácticos (por si nos lee algún Monseñor que pueda hacer algo para cambiarlos):