InfoCatólica / Espada de doble filo / Archivos para: Noviembre 2015

13.11.15

Las restricciones mentales del P. Spadaro SJ

Polémicas matrimoniales (XL).

Tras la finalización del Sínodo de Obispos sobre la Familia y la publicación de su Relación final, se han producido diversas interpretaciones de ese documento, algunas sensatas e imparciales y otras menos sensatas y menos imparciales. Me temo que entre las segundas se encuentra la realizada por el P. Antonio Spadaro SJ, director de La Civiltà Cattolica, que a veces se considera órgano oficioso del Vaticano. La gravedad de sus declaraciones es mayor en cuanto que el P. Spadaro es uno de los consejeros más cercanos al Papa Francisco.

Hasta donde puedo ver, el texto en el que el P. Spadaro interpreta la Relación final del Sínodo es, siento decirlo, un cúmulo de restricciones mentales y omisiones inaceptables de la verdad, al servicio de un objetivo ideológico. En conjunto y desde un punto de vista hermenéutico, podría definirse como un ejercicio continuo de la eiségesis, es decir, el error de introducir la propia ideología en el texto que se interpreta, en vez de considerarlo de forma imparcial y subjetiva para extraer (exégesis) su contenido real. Desde el punto de vista periodístico, se podría hablar simplemente de una gran falta de profesionalismo.

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5.11.15

Polémicas matrimoniales (XXXIX): no será porque no nos lo hayan advertido

Lo más curioso de todas estas polémicas matrimoniales es que son una repetición, algo más virulenta, de otras que se produjeron hace un cuarto de siglo. Las mismas propuestas se defendieron ya en aquel entonces. Incluso algunos de los protagonistas eran los mismos (como el cardenal Kasper). Por supuesto, la Iglesia ya respondió a esas propuestas con toda claridad y reafirmando la fe católica en multitud de documentos magisteriales: Familiaris Consortio, Donum Vitae, Humanae Vitae, documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Catecismo de la Iglesia Católica y un largo etcétera.

Desgraciadamente, los defensores de adaptar el Evangelio al mundo en lugar de a la inversa, inasequibles al desaliento, han seguido erre que erre con lo mismo, como si fueran las cuestiones fundamentales en un mundo que ha abandonado a Cristo y que se muere a chorros. Con una diferencia: ya no pueden decir (aunque lo digan) que actúan de buena fe, que ellos sólo proponen hipotéticamente esas cosas pero aceptan lo que diga la Iglesia, porque de hecho la Iglesia ya se pronunció sobre todos estos temas y a ellos, aparentemente, les da igual.

Más aún, tampoco pueden decir (aunque lo digan) que sus propuestas son la solución de los problemas de la Iglesia, porque esas propuestas han demostrado ser un fracaso absoluto en todos los lugares en los que se han puesto en práctica. Y sin embargo, siguen asegurándonos: “una rendición más, una rendición más y ya veréis como esta vez el mundo si que nos acepta". Como tantas veces sucede, los supuestamente modernos, progresistas y avanzados (cuyo único argumento es, precisamente, esa modernidad) no son más que defensores de ideologías del pasado, tan apolilladas y mohosas que producen cierta pena, cuando no repugnancia.

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2.11.15

Nadie rezará por nosotros cuando hayamos muerto

Henricus Vambes de Florimont

En el último viaje que he hecho a Munich, hace un par de semanas, estuve leyendo una serie de lápidas muy antiguas colocadas en la fachada de la catedral. Los alemanes suelen ser muy cuidadosos con las cosas del pasado y generalmente se preocupan por mantener y restaurar las que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, las inscripciones estaban en latín, así que ya imaginarán que no había grandes colas para leerlas y pude hacerlo con tranquilidad.

Una de las lápidas me llamó la atención. Era de Henricus Vambes de Florimont. Este Don Enrique del Monte Florido era un eques gallus, es decir, un caballero francés, y me cayó bastante simpático. El pobre hombre, fue enviado en el s. XVII desde Francia a Baviera por María Victoria, la esposa del Delfín de Francia, que era alemana. Allí gastó sus energías trabajando y fue envejeciendo: “adolevit, viguit, consenuit”. Finalmente, “mortem Christiane obiit Monachi ex morbo senectute”, murió de viejo cristianamente en Munich cuando casi había llegado ya a los noventa años.

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