InfoCatólica / La Esfera y la Cruz / Categoría: Política y derecho

2.10.12

Si tengo trabajo ¿Por qué sigo siendo pobre?

Padre Luis Roblero Esta pregunta se hacía el Padre Luis Roblero, director de Infocap, hace un año en una columna dedicada al sueldo ético familiar, que el gobierno está implementando por estos días, donde concluía con estas palabras:

Si hemos definido el trabajo como centro de la estrategia de desarrollo, resulta imperativo instalar el debate sobre el tipo de empleo que se promueve y el rol de los trabajadores en la sociedad que estamos construyendo.

No es aceptable permitir que los trabajadores continúen preguntándose “si tengo trabajo, ¿por qué sigo siendo pobre". Cualquier ajuste de transferencias es insuficiente si no se eleva la discusión política y se instalan los temas de fondo.

Esta misma inquietud se ha repetido en la reciente carta de los obispos “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile“, al decir que:

Se ha pretendido corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento adecuado al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres.

En reconocimiento de la sujeción filial que le debo a nuestros Pastores en Cristo, tengo la intención de destacar los aspectos positivos de la carta y aquellos que me merecen algún comentario, pero al ver que retomaban este asunto, recordé que había pensado mencionar a los visitantes de este espacio la idea que planteaba originalmente el padre Luis Roblero, y preguntarles qué les parecía.

Entonces, tenemos que los trabajadores chilenos tienen la expectativa de dejar de ser pobres, cuando obtengan un trabajo estable. La pregunta es si tal expectativa es buena, razonable o justa.

Pero antes de examinar esa cuestión, me gustaría hacer notar un punto que parece subyacer en esta cuestión: la idea que ser pobre es malo, o al menos indeseable.

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24.09.12

Reflexiones electorales

A fines de octubre próximo, los chilenos tendremos una elección de alcaldes y concejales, por primera vez con voto voluntario, pues hasta ahora teníamos un sistema de inscripción voluntaria para votar, pero con la obligación de hacerlo en todas las elecciones. Los gringos también se preparan para una elección presidencial en noviembre próximo, donde nuevamente los católicos enfrentan la disyuntiva entre un candidato malo y otro intolerablemente malo. En tal situación, naturalmente nos surgen reflexiones -más o menos conexas- acerca de nuestra participación en estos procesos, incluso sobre la democracia misma.

Me refiero a que la idea de la democracia ha llegado a ser tan importante, que todos se la apropian y nadie se atrevería cuestionarla. En todo el orbe le juran lealtad como el supremo bien político, como si no hubiera nada más allá, y quien ose cuestioanla es tratado como gentil y publicano. A tanto llega la adoración por la democracia, que incluso regímenes políticos totalmente opuestos reclaman para sí el título, desde los E.U.A. hasta la “República Popular Democrática de Corea".

A estas alturas, es evidente que el vocablo “democracia” carece totalmente de sentido en política. Supongo que sin una autoridad central, como tiene la Iglesia, es inevitable que cada concepto que parecía fundacional, eventualmente pierda valor por su abuso. Personalmente me da mucha pena darme cuenta de eso, porque, como les he comentado otras veces, la recuperación de la democracia formó parte de la épica de mi juventud. Hoy parece que, en boca de un político, “democrático” no significa más que “los que están de acuerdo conmigo".

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5.09.12

El presidente francés y la moral laica

En la mente de la generación anterior a la nuestra, la de los hippies que actualmente nos gobiernan, existen ciertas entidades mitológicas que les ayudan a seguir adelante en el día a día, y simplificar el mundo como se les presenta, como los derechos humanos, y la moral laica.

Cómo pueden haber llegado a tan peregrina conclusión es un misterio que ocupará a los historiadores y sociólogos del futuro, pero si me permiten especular, yo diría que tiene que ver con la derrota de los nazis en la segunda guerra mundial. En efecto, la victoria de los aliados fue categórica, y alabada incluso por los vencidos como un triunfo del bien sobre el mal, bien que luego fue plasmado en la declaración universal de los derechos humanos, de 1948. Este documento efectivamente pretendía cerrar la discusión sobre la moral, y en ese sentido es hasta natural que la generación siguiente pensara, escuchando a sus padres, que había ciertas verdades éticas anteriores a Dios o independientes de Él.

Es este mito fundacional, compartido por toda la generación precedente, lo que permite al presidente francés decir frases como “Hay una moral común que se impone a la diversidad de las confesiones religiosas, que no debe herir ninguna conciencia, ningún compromiso privado, ni de carácter religioso ni político", y que nadie lo interrumpa con el evidente “Perdón Señor Presidente, pero ¿De qué &#%@ está hablando?”

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8.06.12

La crisis espiritual de Chile

En el sitio web del diario La Segunda, encontré una columna de Claudio Orrego (alcalde de Peñalolén, DC) titulada La revolución de la confianza, donde se lamenta que, según los últimos estudios [cita requerida], Chile sea uno de los países con mayores índices de desconfianza en el mundo.

El autor atribuye esta situación a los abusos, al individualismo y a la desigualdad, factores que percibe como característicos de la situación política actual, y concluye proponiendo:

Ahora sólo falta que nos decidamos a impulsar una revolución de confianza. Sólo un nuevo contrato social y político, que ponga lo común al centro, nos permitirá construir ese país cohesionado que queremos para nuestros hijos.

Al leer sus palabras, uno se queda con la idea que don Claudio está a punto de llegar a concluir que el principal problema de Chile actualmente es de índole espiritual, pero no se atreve a hacerlo y termina con una frase vacía acerca de un “nuevo contrato social".

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1.06.12

Serenidad II

En una entrada anterior, un visitante comenta:

Parece que este tema no suscita comentarios por parte de los comentaristas,Pato. Suele pasar cuando no se toma parte por posturas extremas,sino que se establecen razonamientos serenos en base al análisis tranquilo de las situaciones que se pretenden analizar.

El título de un post suele ser determinante para el número de lectores y de eso dependen los comentarios, y el de aquel puede no ser muy atractivo para la polémica, incluso puede que haya inducido a pensar que se trataba de una reflexión espiritual. En todo caso no me arrepiento, porque lo más importante de esa entrada era destacar la intervención del obispo. En nuestra cultura abrumada de información y esperando a cada minuto que el haya un “breaking news", es extraordinario que alguien hable siquiera de la serenidad.

Por eso me decido a escribir,para que este artículo no se quede solo.

Muchas gracias.

Me parecen bien muchas de las cosas que usted escribe. En particular,la idea de la no discriminación,en la que ha tenido mucho que ver la Iglesia,y que hoy,afortunadamente,toma otro cariz. Está claro que existió discriminación hacia los homosexuales,y que parte de esta discriminación estaba alentada por sectores pertenecientes a la Iglesia. Pero eso es pasado,y si nos atamos a él,nunca saldremos de los problemas.

“Alentada por sectores de la Iglesia” es una expresión bastante amplia, por lo que me gustaría precisarla.

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