El buen comer y el buen sexo
En la entrada anterior, un visitante comparó el mantener relaciones sexuales sólo por placer, al comer sin control, lo que degenera en el pecado de la gula, a lo que otro visitante, al parecer católico, comentó:
La comparación sexsualidad-alimentación es francamente lamentable y bastante hipócrita. De otro modo, debe de ser usted la única persona que conozco que cuando celebra un ágape con familiares o amigos lo hace exclusivamente en orden a satisfacer una necesidad vital de alimentación.
Y un tercero, de convicción atea o agnóstica, le contestó:
Yo creo que establecer un paralelismo entre sexualidad y alimentación es muy acertado. Ambas son funciones fisiológicas, también desempeñadas por los animales, pero que el hombre ha elevado a un plano más alto y las ha imbuido de un significado más profundo. Excepto los cristianos fundamentalistas, claro. Ellos pueden ver la fraternización en una comida pero no el amor en el sexo. En el sexo sólo ven reproducción.
Me pareció un intercambio interesante, porque efectivamente hay una comparación que es válida entre la función sexual y la nutrición, y que toma en cuenta cada uno de los aspectos que mencionan nuestros lectores.
Partamos por constatar que ambas son funciones principalmente biológicas, por lo tanto forman parte de nuestros instintos, y se encuentran asociadas a respuestas de placer y repulsión en un nivel muy básico de nuestro comportamiento.
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