No pedimos nada del otro mundo
Cuando los cristianos pedimos que se respete la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, mucha gente de buena voluntad se pregunta si no es una posición extrema, si no hay casos en que pareciera justificarse un aborto, y si no sería mejor llegar a un punto intermedio de compromiso con el “extremo opuesto".
Otros incluso nos acusan de ser intransigentes o fanáticos, de querer imponer una religión y forzar a las mujeres a llenarse de hijos, lo que es bastante irónico, porque antes de NSJC el mundo no conocía la separación de Iglesia y Estado, la libertad de conciencia ni la igual dignidad de hombres y mujeres.
En realidad, pedir que el derecho nunca ampare a quien procura la muerte de un ser humano inocente, no es nada del otro mundo, y tanto es así que actualmente en las legislaciones occidentales hay varios principios e instituciones que reciben una protección absoluta, muy superior a la que tiene la vida humana.
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