InfoCatólica / La Esfera y la Cruz / Archivos para: Marzo 2017

31.03.17

Manifiesto sobre la transexualidad

Quiero decir que en la especie humana solo existen dos sexos, y no porque lo diga yo, o porque me guste particularmente ese número. La mayoría de las especies biológicas presenta una reproducción sexuada, y esa forma de reproducción solo utiliza dos sexos, no cuatro, seis ni ocho. Existen excepciones, desde luego, como la bipartición en organismos microscópicos o el hermafroditismo en algunos insectos y peces. En la especie humana, sin embargo, es un hecho biológico que los sexos son dos. Habitualmente se les llama varón y mujer.

Se habla de hermafroditismo en humanos, pero no es un tercer sexo sino una condición patológica que afecta al proceso de gestación. El hermafroditismo en humanos es una enfermedad, porque la reproducción en nuestra especie se produce por el encuentro de dos sexo, ni más ni menos. Es por lo mismo que en nuestra especie los niños tienen pene y la niñas vagina.

También quiero decir que el cambio de sexo en los humanos es imposible. El sexo viene determinado por el código genético repetido en cada célula de nuestro cuerpo, y no por características visibles a simple vista. Si un varón se afeita la barba cada día, no deja por eso de ser varón. Tampoco si se somete a una vasectomía, aunque en adelante no podrá realizar una de las funciones propias de su sexualidad masculina. No es menos hombre un varón que sufre una castración ni la mutilación de su pene. Un varón sigue siéndolo aunque le falte vello facial, testículos o pene, porque el sexo viene determinado por el material genético y no depende de características exteriores, que pueden estar presentes o no. Otro tanto se puede decir de una mujer, que no deja de serlo por sufrir una mastectomía, ni esterilidad, ni hirsutismo, ni ninguna otra condición médica.

Cualquier mutilación del cuerpo, voluntaria o no, no modifica el sexo de una persona, pues el sexo es una realidad biológica, donde la psicología no juega ningún papel.

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13.03.17

Límites a la libertad de conciencia (II)

En el post anterior decíamos que, a pesar de ser un derecho fundamental, la libertad de conciencia no es un derecho absoluto, y que la sinceridad de la conciencia es una exigencia básica para cualquiera que quiera invocarla. Sin embargo, ese no es su único límite. La libertad de conciencia también debe ceder y limitarse cuando su ejercicio afecta los derechos de los demás, o el bien común.

En un mundo simple e ideal todos los derechos se ejercerían sin límites ni problemas. Todos opinaríamos, nos desplazaríamos y viviríamos sin afectar jamás los derechos de otros. Sin embargo, eso solo será posible cuando vivamos completamente aislados. Nuestro mundo, en cambio, está lleno de conflictos entre derechos, y de interacciones sociales cada vez más complejas. En nuestro mundo, los derechos, incluso aquellos que todos reconocemos como fundamentales, deben limitarse cuando afectan los derechos de los demás.

Para resolver los conflictos entre derechos fundamentales no hay reglas directas y fáciles, porque las particularidades de cada caso son muchas. En principio, podemos hablar de dos grandes reglas. La primera es que debe darse prioridad a un derecho fundamental por sobre otros derechos (de un colectivo, o del Estado). Por ejemplo, si un médico se niega a hacer un aborto por motivos de conciencia, debe respetarse su derecho por sobre el de la mujer, porque no existe un derecho fundamental a practicarse un aborto.

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