Sobre la datación de los evangelios (Parte 2)
Decíamos ayer que, a pesar del consenso académico sobre la fecha de composición de los evangelios (hacia el año 75 para Marcos, 80 y 90 para Mateos y Lucas, y 120 para Juan), la forma de llegar a esa conclusión está fuertemente teñida por un prejuicio naturalista. Es decir, las premisas con las cuales se trabaja para arribar a esa datación parten por rechazar la posibilidad de eventos sobrenaturales, y por lo tanto todo el razonamiento es inválido. Al no contar con buenas razones para poner el límite inferior alrededor del año 70, están completamente abiertas las posibilidades de una datación más temprana de los evangelios.
Sin embargo esto no es más que una negación, que nos deja en la misma ignorancia original ¿Podemos decir algo positivo que nos permita conocer la fecha de composición de los evangelios?
Sí, podemos.
Ya que hablamos de profecías, cabe notar que los evangelistas no suelen guardar silencio cuando se trata de destacar que las profecías de Jesús se cumplieron. Al contrario, frecuentemente encontramos que los evangelistas nos hablan de las profecías que hacía Jesús y de la forma cómo se cumplen. Jesús predice la traición de Judas (Jn 13,26), y más adelante Judas lo traiciona; predice la negación de Pedro (Mt 26,34) y Pedro lo niega; anuncia su pasión y muerte (Mt 16,21), y el evangelio nos cuenta que esto ocurrió como había sido predicho (Mt 28,6); realiza un oscuro vaticinio sobre Pedro(Jn 21,18), y a renglón seguido se nos explica que se refería a la forma en que moriría (Jn 21,19). Es un verdadero patrón de profecía y cumplimiento en el mismo texto.
Comentarios recientes