Sobre la historicidad de los evangelios (parte II)
En la primera parte, decíamos que buena parte de los cuestionamientos a los evangelios (cuya historicidad la Iglesia afirma sin vacilar) provienen de un escepticismo irracional y selectivo hacia ellos, producto de su importancia religiosa, y que nadie aplica a ninguna otra fuente histórica.
Pero ¿Es posible que su contenido haya sido alterado por copistas posteriores?
Decíamos que el papiro, el soporte en que se escribieron los primeros textos cristianos, es un material extremadamente frágil, se deteriora rápidamente en un ambiente húmedo y se vuelve quebradizo en uno seco. Esto hacía que, si se quería conservar el contenido de los evangelios, era indispensable copiarlos íntegramente a intervalos de tiempo regulares, y por eso no debe sorprendernos que nadie tenga hoy un papiro ológrafo de San Mateo o San Marcos.
El proceso de copiado y expansión
Si esos textos se hubieran guardado en una bóveda y sacado cada cierto tiempo para copiarlos, sería muy alta la posibilidad de introducir en ellos alteraciones o modificaciones, e incluso los custodios de tan grande tesoro se podrían haber sentido tentados de poner palabras en los labios de NSJC, o agregar episodios para sustentar sus propias opiniones.
Pero no fue eso lo que ocurrió.
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