Los pobres fumadores
Ahora que el gobierno ha decidido impulsar un proyecto para extender los lugares en que no se puede fumar, muchos adictos al tabaco han recurrido a los mismos argumentos que los liberales tradicionalmente han usado para normalizar conductas evidentemente dañinas para la comunidad: que el Estado no debe meterse en mi vida privada, que si mi cuerpo es mío hago con él lo quiero, que mientras no se demuestre el daño por estudios científicos unánimes debe prevalecer la autonomía personal.
¡Pobres ilusos! en el fondo saben, pero a cierto nivel todavía no han asimilado, que en nuestra cultura el tabaco no goza de los mismos privilegios que el sexo.
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