El caso de Claudia Pizarro
En la entrada anterior, un lector nos comenta:
¿Y por qué no ponemos nombres y apellidos a los problemas judiciales?
Estamos hablando de principios y de los costos que conllevan. Precisamente el punto de mi entrada era que, si nos dejamos llevar por lo que parecen ser las necesidades inmediatas del “caso con nombre y apellido", perfectamente podemos despedirnos de los principios, porque siempre habrá un niño sufriendo, que parezca justificación suficiente para cualquier crimen horrible que podamos cometer.
Además el caso elegido es especialmente fácil de resolver, tanto desde el punto de vista de la ética católica, como del derecho chileno. Veamos:
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