El precio de la libertad religiosa

Queda muy patente como la situación en Siria está fuera de todo control. Y de como Naciones Unidas es, una vez más, impotente ante un conflicto interno que amenaza la paz mundial de todo Oriente Próximo, sin que el Consejo de Seguridad pueda ponerse de acuerdo por intereses exclusivamente políticos. Pero no se rasguen las vestiduras: esta es la tónica habitual en la institución.

Lo que realmente me preocupa es que la masacre de cristianos, que los rebeldes parecen identificar con el régimen, parece haber comenzado, por lo que denuncia la Agencia Fides.

Tal y como ha ocurrido con los Coptos en Egipto, los cristianos en Siria gozaban de una particular indiferencia en un régimen laicista. No en vano, el Partido Baath (el mismo de Saddam Hussein en Irak, que aplicó la misma indiferencia a los cristianos) era el invento gestado en los bistrós de París de posguerra para neutralizar el islamismo en los países de oriente medio, recientemente descolonizados. Un sistema de control frente a un más que probable auge de regímenes islamistas que parece que se le ha ido de las manos a un occidente con vocación de controlarlo todo.

En política exterior, cuando las cosas parecen desmadrarse, y además el culpable es un socio tuyo, la repercusión mediática puede ser grande. Y es lo que pasa ahora mismo en Naciones Unidas: por un lado un país está cometiendo violaciones reiteradas a los derechos humanos, empujados por una presión interior que parece muy conveniente que ocurra cuando a Irán se la presionaba por su programa nuclear. Por otro lado EEUU y Europa occidental quieren parar las masacres. Rusia y China, con veto en el Consejo de Seguridad, se oponen, quizás deseosos de que no se asiente una política intervencionista en conflictos internos, que les vendría francamente mal.

Mientras tanto, como otras tantas veces en la historia de Naciones Unidas, la población sufre, y no hay donde ir, porque Siria ha sellado sus fronteras. Ni cristianos ni musulmanes pueden escapar de la furia del régimen de Bashar Al Assad.

El precio de la libertad religiosa en Oriente Próximo, los cristianos lo hemos escrito con sangre. Sencillamente. En Israel y Palestina, a pedradas con unos y otros. En Egipto, martirizados por los islamistas, y en Siria, todo indica que vamos camino de lo mismo.

La solución, como siempre, es complicada, pues cualquier cambio de régimen significará carta blanca, tarde o temprano, para perseguir al infiel. Las masacres deben parar, cierto, pero ya ha muerto demasiada gente como para que se vuelva a un status quo anterior a esta crisis, y está claro que si el régimen baathista sobrevive, la tentación de recrudecerse contra cualquier otro grupo será muy grande, y creo que a la larga los cristianos seguirán sufriendo allí.