Teología para laicos
En casi todas las diócesis españolas existe un Instituto Superior de Ciencias Religiosas, que está hermanado con una Facultad de Teología, donde se expiden los títulos alcanzados por el alumnado. La diócesis más pequeñas suelen unirse a las vecinas y aunan esfuerzos.
El profesorado de estas instituciones suele ser el propio del Seminario Diocesano. En algunos lugares, ante los pocos seminaristas existentes, los profesores de las diversas materias tienen como alumnos solamente a los laicos.
Son los laicos los receptores de estas instituciones educativas en Ciencias Religiosas. El laico estudia Teología por tener una mejor formación en su fe, por conseguir el graduado o la licenciatura, por alcanzar la Declaración Eclesiástica de Idoneidad para impartir clases de Religión y Moral Católica en centros públicos, o para poder acceder a las candidaturas de hermandades y cofradías, en cuyos estatutos se establece esta condición indispensable.
El número de alumnos laicos no es grande, pero se mantiene en una cifra aceptable para mantener abierto el servicio que la diócesis ofrece al laicado. Ahora en estas fechas septembrinas es cuando los plazos de matrículas están abiertos con vistas a comenzar el curso el mes de octubre.
Es claro que el laicado español no se distingue por disponer de una preparación teológica de altura, salvo casos contados con los dedos de la mano. Ultimamente abundan los teologos formados a sí mismos. Son los que han bebido en libros de acá y de allá y se les nota una cierta indigestión intelectual, que pide a voces algún fármaco para poder sedimentar tanto atracón teológico.
A esta ansia de formación teológica del laicado, conviene añadir que el profesorado no suele estar a la altura de las circunstancias, ya que está más a la “bondad” del obispo de turno agradeciendole el cargo, que dispuesto y abierto a la sana doctrina que el Magisterio de la Iglesia indica y señala en sus documentos.
En definitiva, la Teología para laicos, aunque la recibe una minoría, no se nota en medio del amplio mundo intelectual de hoy, ni se nota que esté haciendo nada por testimoniar el pensamiento de la Iglesia Católica en una sociedad que de forma organizada y sistematizada está siendo desprovista de sus estructuras cristianas, para ser sustuidas por otras donde Dios sea ese gran desconocido en las palabras de Benedicto XVI en Francia.
Tomás de la Torre Lendínez