Los curas y la política

Durante los últimos doscientos años de la historia de España hemos asistido a la entrada del clero en muchas camisas de once varas. Ahora cumplimos los dos siglos del levantamiento del pueblo español contra el invasor francés y el inicio de la Guerra de la Independencia, donde el clero regular, religiosos, y el secular, diocesanos, se metieron con un trabuco al hombro en las pandillas de guerrilleros que asolaban los transportes militares de los vecinos de más allá de los Pirineos. Los obispos lo consentían con el silencio, o con el ánimo ardoroso.

En las Cortes de Cádiz la presencia del clero medio y alto consta en la lista de los asistentes a la proclamación de la primera Constitución Española. Cuando el absolutismo vuelve al poder determinados clérigos apoyaron el movimiento auspiciado por la monarquia y la nobleza.

La desamortización de los bienes eclesiásticos impulsada por Mendizábal y otros políticos supuso la exclaustración de un motón de religiosos echados de sus monasterios. Muchos fueron acogidos en las diversas diócesis. La llegada de la I República, fruto de la revolución de 1868, lanzó al ruedo de la polémica y de la tribuna social y política a mucbos sacerdotes, enérgicos defensores, de la monarquía, que llegó en la persona de Alfonso XII.

Durante los años de la Restauración borbónica la novela realista española nos describe un clero metido en micropolitica local, o en los escaños de las Cortes Españolas, donde varios obispos ocuparon asiento por designación o elección del dedo caciquil de turno.

La incivil guerra civil produjo tal matanza de sacerdotes, religiosos y laicos, que la Iglesia ha sabido elevar a los altares como mártires de la fe en Jesús de Nazaret. No es extraño que el régimen de Franco albergara en su interior a sacerdotes convencidos de la bondad de aquella dictadura. Algunos, pocos, se dieron cuenta tarde de su error y se salieron nadando a la orilla contraria.

Con la instauración de la monarquia y el sistema democrático, la postura de la jerarquía de la Iglesia fue la de impedir la militancia abierta del clero en ningún grupo politico. Algunos lo cumplieron y otros hicieron de su capa un sayo.

Y en estos dias vemos de todo. Algunos clérigos y religiosos en el silencio favorecen tales o cuales maneras de hacer politica. Otros no se cortan un pelo en trabajar, incluso por escrito publicado, para la causa que sea. Y existe una gran mayoría perdida en el bosque de opciones. Una veces se acierta y otras no. Entre estos me cuento yo mismo.

2 comentarios

  
Joaquín
Ha conseguido comprimir en un puñado de párrafos nada menos que dos siglos de historia de la Iglesia Española. Pero veo que ha pegado un brinco entre la Restauración y la Guerra Civil. Se trata de la Segunda República, donde la gente de Iglesia adoptó posturas muy diversas, contemporizando con los gobiernos republicanos o, del otro extremo, oponiéndose frontalmente (caso del cardenal primado, Pedro Segura).

Entiendo bien su desazón, porque la Iglesia, en entornos hostiles, debe hacer peligrosos equilibrios. En cualquier caso, hay que notar que a muchos católicos no les gusta que la Iglesia baje demasiado a la arena política, más que cuando haya justificación grave. Y debe ser cosa de las "cúpulas", porque los párrocos están más desabrigados.

Por otro lado, y esto ya nos llevaría muy lejos, en mi opinión de laico, los curas deben extremar su prudencia en mostrar preferencias políticas, porque los partidismos políticos son una insidia dentro de la Iglesia.

En los medios protestantes USA se habla de la "Christian Right", y esto es peligrosísimo importarlo a la Iglesia Católica española, porque entonces parecería que para ser católico también habría que ser de derechas, o votante del PP, lo cual es aberrante.

La postura más seria y prudente es la que usted propone: no dar una respuesta de momento, y meditarlo con frialdad. La Iglesia Española se juega mucho en este envite.
31/08/08 8:41 PM
  
Miguel Serrano Cabeza
El Magisterio de la Iglesia es claro: el Estado no puede ser un poder absoluto. Sólo tiene potestad política y administrativa. Nada más.

Da igual que se trate de una monarquía absoluta regalista, de un estado nacionalista, socialista, o ambas cosas a la vez, de una socialdemocracia (a veces llamada cristianodemocracia) o de una democracia liberal invasora del ámbito individual e íntimo del individuo.
31/08/08 8:43 PM

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