5.11.08

Las enfermedades de Internet

Acabo de leer un libro. Se titula Con el Señor en la cibercultur@. Su autora es la religiosa Sor Maria Dolores de Miguel Poyard, miembro de la congregación de Jesús María. La editorial es Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2001.

Desde luego la cultura cibernética ha transformado de raíz nuestro sistema de valores y de relaciones. Como en todo lo que surge con fuerza se detectan luces y sombras. Si la fe cristiana quiere actuar en ella con eficacia, lo primero que tiene que hacer la Iglesia es conocer y amar la cibercultura.

La autora es profesora de Filosofía y Literatura y hace una invitación cálida y lúcida al diálogo verdadero de la fe con la cibercultura de nuestro tiempo. Como en todas las actividades humanas, el rostro del Señor está presente en esta nueva cultura. Se trata de saber encontrarlo más allá de las orejeras meramente formales de la tecnología.

No en vano la comunicación tiene que ser fuente de fraternidad, y la técnica tiene que estar al servicio de los más necesitados. En esta red, el pez grande no puede seguir comiendose al chico. El epílogo del libro es un Salmo desde la red del Señor.

El libro me ha interesado mucho. Me ha llevado a dialogar con el psiquiatra Manuel García López. Hemos sostenido diversas entrevistas sobre las enfermedades que está produciendo la red en los usuarios, en las familias y en la Iglesia. Hemos llegados a tres conclusiones:

1.- La red produce un anonimato peligroso, que utilizado para el bien puede ser un modelo de hacer el bien a muchas personas. Pero usado para el mal el anonimato puede producir graves tragedias, que la policía suele encontrar y llevar ante un tribunal.

2.- La red recrea unas dobles personalidades dignas de pasar a un libro grande. En algunos casos son parecidos al doctor y su segundo personaje, famosos por la literatura y el cine.
El usuario de Internet se ha encontrado con un medio muy potente que ha extraido de su personalidad lo peor de ella. En algunos casos, durante equis horas son personas normales, padres de familia, hijos, jubilados….que son bien mirados en su vecindad, pero cuando se meten en su casa ante la pantalla del ordenador se transmutan en rufianes y corsarios del mar cibernético capaces de abordar los barcos más seguros, saquearlos, robar el botín, y matar “de modo informático” a quien ose hacerle frente.

3.- En la Iglesia se ha llegado a crear unos frentes tan “enfrentados” en la red, que los teólogos nos hablan ya de una teología del enfrentamiento, la mayoría de las veces, sin base intelectual ninguna, sino solamente son producto de personas aficionadas, jubiladas, o en el trastero de la intelectualidad, que si no hubieran encontrado la red, no pasarían de ser elemantales sacristanes de aldea. Ahora, en la red, todos saben teología, moral, Sagrada Escritura…..y lo hacen sentando cátedra, dejando a las personas con las que se enfrentan a la altura de un pepino, porque no saben argumentar, no tienen recursos para el diálogo, y carecen de la más elemental educación.

A todos estos ingredientes debemos añadir la malísima manera de redactar de estos sabiondos de temas eclesiales que producen unos bodrios incapaces de ser tragados, pero que como llevan una buena dosis de “chismografía eclesiástica” resulta que el número de visitas, lecturas y comentarios son millonarios.

Una vez más, determinadas empresas digitales, tienen fletados enormes portaaviones, desde donde despegan aviones anónimos que atacan a cualquier hora, desde su anonimato, a la jerarquia eclesial, a los movimientos cristianos y hasta a los monaguillos más sencillos del pueblo más ignoto.

Está claro que Internet hace muchos bienes dentro de la Iglesia y la sociedad. Y existen muchas personas que dan lo mejor de sus dotes poniendolas al servicio de la comunicación, del diálogo y de la formación. Por lo tanto, Internet debe seguir viviendo y mejorando sus capacidades técnicas. Solamente somos los que navegamos por este inmenso océano los que debemos ponernos libre y personalmente los límites necesarios, que siempre son que donde termina mi libertad, empieza la de mi compañero de navegación. Así de facil y de dificil.

Tomás de la Torre Lendínez
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4.11.08

Los niños sin bautizar

He leído el informe del Instituto de Política Familiar sobre las rupturas matrimoniales durante el último trimestre. Han aumentado conforme la crisis económica ha sido más brutalmente implantada en la sociedad.

Existe otro motivo para que las familias tengan más preocupaciones. El aumento de niños sin bautizar es alarmante. Los que han llegado a la catequesis parroquial pidiendo prepararse para la primera comunión han presentado su papeleta de estar bautizados una gran mayoría, pero otra amplia cantidad no han recibido el sacramento del bautismo.

Algunos padres han comentado que no consideran necesaria la recepción del bautismo como condición indispensable para entrar en la catequesis de primera comunión. Otros han saltado por los cerros de Úbeda y están tachando a la Iglesia de intransigente y demás lindezas propias de la ignorancia y de la malicia que aprenden en determinados programas de la telebasura.

Solamente unos pocos están dispuestos a solucionar el asunto de sus hijos, que tendrán que acudir a un catecumenado especial preparatorio a recibir el sacramento del bautismo, ya que en fechas a poco de nacer no lo hicieron por los motivos equis.

Esta situación está generalizada por toda España. En varias diócesis han comenzado estos catecumenados que están dando un buen resultado. En otras, aún se está en mantillas, y nunca mejor dicho.

La realidad es que este asunto se irá presentando progresivamente en la sociedad de hoy. Y sería necesario sembrar en las jóvenes parejas que se casan que traten de ser consecuentes al contraer matrimonio por la Iglesia: deben bautizar a sus hijos cuando nazcan. De lo contrario, que ni se casen por la Iglesia, ni pidan luego que sus hijos hagan la primera comunión.

Es cuestión de coherencia. Es cuestión de conciencia. Es cuestión de responsabilidad. Y aquí que cada palo que aguante su vela.

Tomás de la Torre Lendínez

2.11.08

Todos los difuntos

Estas son fechas para el recuerdo. Para tener presentes a nuestros familiares y amigos difuntos. La presencia humana en los cementerios es la prueba de que estamos convencidos que detrás de la muerte existe un más allá. El máximo enigma de la vida humana es la muerte, sin embargo, la fe en Cristo convierte el enigma en certeza de vida sin fin. Él proclamó que habia sido enviado por el Padre para que el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Apoyándose en la Palabra de Dios, la Iglesia cree y espera firmemente que como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado. Por lo tanto, la muerte no se debe adelantar por ningún motivo. La muerte llega cuando es su hora.

La legislación que está en el telar del parlamento andaluz sobre el derecho a una muerte a la carta está contra cualquier sentimiento humano. Si tanta sensibilidad tiene la actual sociedad sobre el sufrimiento de los animales, ¿por qué no expresa esa misma ternura por las personas cuando están enfermas, dejándolas morir cuando llegue su hora, sin tener que acudir a la muerte asistida?.

Esta es otra de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. No deseamos ver el dolor y la enfermedad. Nos repele. Nos asusta. Lo tapamos como mejor sabemos. Por eso cuando el mismo deterioro humano nos lleva a las puertas de la tumba, se impone acelerar el momento, adelantar la muerte, con el exclusivo argumento de que el enfermo no sufra. Y esto se quiere convertir en ley para justificar tamaña hazaña.

Para los cristianos la muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera, por lo que la Iglesia llama al dia de la muerte, el día del nacimiento a la vida eterna, donde no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni preocupación por las cosas que antes han pasado. Porque la vida de los creemos en Cristo no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo.

La muerte del cristiano es un acontecimiento de gracia, que tiene en sí un valor y un significado positivo. Se apoya en la enseñanza de la Sagrada Escritura, donde es una ganancia morir, como nos dice San Pablo en la segunda carta a Timoteo: “Es doctrina segura, si morimos con Él, viviremos con Él".

Aquí está la razón por la que la Iglesia reza por el sufragio de las almas de los difuntos para que tengan vida eterna, no solamente para los discípulos de Cristo muertos en su paz, sino también por los difuntos, cuya fe sólo Dios ha conocido.

En este día de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, la Iglesia eleva sus preces por todos los que han muerto en Cristo. Y nos ruega que dejemos morir nuestro cuerpo cuando llegue la hora, y que por ningún motivo adelantemos la hora, o hagamos más “dulce” el paso de esta vida a la otra, porque nadie puede manipular el reloj de Dios sobre cada uno de nosotros. De Él salimos y a Él volveremos a descansar eternamente, pero cuando Él lo tenga dispuesto. Nunca antes.

Esta doctrina de la Iglesia debe entrar en las conciencias de las familias de los moribundos, y en la moral profesional de los médicos, para evitar que nos al manden al otro mundo cuando se les ocurra a unos, que son capaces de multar a quien cometa cualquier atentado contra la naturaleza, y justificar una muerte adelantada en una cama hospitalaria pagada por el bolsillo de todos los contribuyentes.

Tomás de la Torre Lendínez

1.11.08

Por amor a la Iglesia

He estado en un entierro en un pueblo de trescientos vecinos. El fallecido era amigo de mi familia. Me ha encantado la limpieza de su bella iglesia y he conocido a su equipo parroquial, que permanece unido en torno a un hermoso templo de estilo barroco.

Muchos eruditos del arte local pasan por allí para incluirlo dentro de sus publicaciones por unas bellezas singulares que almacena. En este pueblo llevan más de quince años sin cura estable. Siempre acude el del pueblo vecino, quien va los miércoles y los domingos, aparte de otros acontecimientos que sea necesaria su presencia.

Lo demás lo hacen los feligreses, que son bastante mayores, ya que la natalidad es bajísima. La vida espiritual está bien servida por el cura. Pero el problema que existe es el del mantenimiento del edificio eclesial tan histórico y artístico. El sacerdote dice que con las pocas perras que saca en las colectas no se puede mantener los tejados en condiciones, ni la solería y las pinturas y tampoco las imágenes.

Ante esta situación, los vecinos han decidido que su bella iglesia deberian tomarla como su propia casa. Así pues, quien es albañil debe contribuir con su trabajo a las limpiezas de las cubiertas y bajantes. Quien es carpintero está al ojo de todo lo que es de madera. Quien es pintor siempre le toca coger la brocha y pintar las partes correspondientes. El electricista siempre está ante cualquier necesidad de luz o sonido. Las mujeres se ocupan de la limpieza del eificio y del lavado de la ropa necesaria para la liturgia.

Me ha gustado el plan de trabajo y cooperación. El equipo parroquial me ha dicho que ellos tienen una respuesta clara: si nuestra casa es nuestra, la casa del Señor tambien es nuestra. Por lo tanto, la mantienen no con dinero, pero sí con el trabajo para mantenerla nueva y limpia. De esto doy testimonio. Y cuando les he dicho que los escribiría en Internet me han dicho: !Por favor, diga que lo hacemos por amor a la Iglesia¡. Así que aquí queda escrito.

Tomás de la Torre Lendínez

31.10.08

Una parábola de hoy

En la sociedad de hoy, tan descreída y egoísta, parace mentira que una persona como el profesor Jesús Neira, recién salido de un coma grande, afirme que le parece un milagro volver a vivir. Mucha gente ha rezado por este hombre, que ha sido victima de una paliza por defender a una mujer, que estaba siendo maltratada por su pareja.

Mientras, el agredido estaba luchando por vivir, el agresor está en la carcel imputado de su delito, y la que recibía palos se ha paseado por todas las televisiones poniendo el cazo para llenarlo de equis euros.

Parece la parábola del buen samaritano, en versión actual. Imaginemos la gente que pudo ver aquella mañana de agosto el momento en que una mujer es molida a palos por un individuo que dice ser su pareja. Cuanta gente pensaría: Yo no me meto en lios, tengo prisa, no es mi problema, allá ellos, paso olimpicamente de este asunto, veo mal que peguen a una mujer, pero como no es la mía no tengo que defender a nadie.

Sin embargo, un señor, profesor universitario, acompañado de uno de sus hijos, está presenciando al maltratador zumbar la badana a la chica, y, convencido de su compromiso social y humano, se interpone para detener el drama y, el agresor se pone a darle una paliza que deja al señor Neira camino del hospital.

Es similar a lo ocurrido con el buen samaritano. Pasaron por aquel camino tres personas y no se molestaron ni en mirar al herido en la cuneta. Solamente aquel samaritano, enemigo del pueblo judio, fue el que se detuvo y actuó en favor de aquel necesitado llevándolo a la posada, que aún hoy se puede visitar en el camino de Jericó a Jerusalén.

Cuando, ahora, el profesor Neira se recupera en el hospital se pregunta si no será un milagro. Y lleva razón. Es mucha gente la que ha rezado por él sin conocerlo. Y han sido muchas las personas que se han preguntado cómo se debe actuar en una situación parecida: pasar de largo, comprometerse como Neira, o llamar a la policía.

Será la conciencia de cada uno la que le dicte, en libertad y responsabilidad, lo que debe hacer en ocasiones similares, que se presentan más de lo que nos creemos.

Tomás de la Torre Lendínez