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21.10.20

De las cosas de cada día (II) María es el hogar.



+Cristo: “He ahí a tu madre”, nos dio a María.
Juan, y nosotros, “la recibimos en nuestra casa” espiritual: vive con nosotros y nosotros con Ella.
José María Iraburu

 

En la última década he debido desprenderme de mucho. Digo “desprender” porque finalmente comprendí que  me fue pedido. De las cosas que no se me han pedido es la casa. Que si llegara a pedirla el Señor, tendría que estar dispuesta; aunque, me tendría que  equipar con  el arsenal completo que da a los santos.

A Job le fue pedido mucho; Job se desprendió de casi todo y, me parece que el Señor no le pidió su casa. Aunque no siempre sucede como a Job, el Señor bien que es capaz de pedir hasta límites insospechados pero también es cierto que da fuera de los límites de la imaginación, tal como sucedió a Job y a tantos.

En fin, ya me distraje de lo que venía a decir; mi falta de concentración es de risa.

Venía a decir algo sobre la casa; ¡eso es!, sobre la “casa espiritual” en la que el Señor ha dejado viviendo a su Madre: en la casa espiritual de Juan, el discípulo amado y en la nuestra, la de cada uno.

Por dejar Jesús a su Madre en nuestra casa, la Reina y Señora, en razón del Espíritu Santo que habita en ella, nos recibe en la suya. La Señora, nos recibe como a “reales” hijos suyos”, es decir, de la misma categoría de nobleza del Hijo;  nosotros, príncipes y princesas,  la recibimos como madre nuestra.

Esta casa, se torna por gracia, en “casa real”, casa de sacerdotes, profetas y reyes en la que habitamos todos.  

Eso es lo fenomenal de las “casas espirituales”, puede suceder que multitudes quepan en ellas.

Luego, sucede que algunos –además- nos consagramos a la Madre como servidores y, entonces, el vínculo que teníamos se torna vivencial; tal como lo fue para Juan y María ese día al pie de la Cruz.
 
Por consagrarnos, María no solo toma propiedad sino que la gracia nos introduce hasta el fondo de su alma y es por eso que la nuestra parece más iluminada, más amplia y más honda; en la que, además, podría suceder cualquier cosa maravillosa.

El responsable de asunto tan espectacular es el Espíritu Santo quien, por intercesión de la Madre, llama y atrae, orienta, amonesta, aconseja y se dona por completo para que seamos capaces de desear esa morada.   

Pienso que, por habernos instalado es que, lágrimas y gemidos sean tan prestamente escuchados, y que todo sea tan vivido que se puede oler, tocar, saborear, reír, platicar, perdonar, adorar, creer, esperar, trabajar y llorar. Amar y seguir amando.

Aunque –por momentos- la dicha se haga esperar pero, por eso, tampoco echa en falta el  justo su ofrenda, ni a la virgen su aceite, ni los dóciles y sinceros la sabiduría, y así con todo.  

Y, por eso también, que ya no se desea nada que no sea noble, justo y verdadero.  
Y, también por eso, que se daría la vida por esa perla o tesoro.  

Por eso se entiende bien a Pedro, Santiago y Juan, cuando con gratitud e inocencia una vez dijeron: “Qué bien se está aquí”

Sin duda, María es el hogar.

Esta casa nunca nos será pedida, por gracia, será nuestra casa definitiva.

Amén

 

PD Para mi, la entrada a la casa definitiva, pasa por un campo de lavanda. 

14.10.20

De las cosas de cada día (I) Fiat mihi

Hace mucho tiempo vengo sintiéndome culpable por el hecho de que he dejado de escribir en el blog. La culpa viene de que alguna vez le prometí a Juanjo Romero, mi reclutador, que sería prolífica pero he dejado de serlo.

Hecha a un lado la culpa ya que, Juanjo de primero, sería quién –jamás- me culparía, paso a decir lo siguiente:

Efectivamente, por muchos años fui prolífica y ahora comprendo que fue porque me resultaba muy fácil serlo cuando aún pensaba que muchas cosas o casi todo dependía de mí.
 
Por el inmenso favor que me hace el Señor al despojarme de todo asidero,  es que ahora lo entiendo: “Nada puedo sin Dios” pero también que  “solo Dios basta”; aunque esto último como que todavía no está del todo asimilado. Ya  sucederá.

Resulta contradictorio? Pues, si, pero es que, así somos; nunca nos detenemos de pecar ni tampoco de necesitar de la misericordia de Dios.

Pues, bien, retomo con humildad el blog el día de hoy en la confianza y esperanza de que si, habiéndome estado considerando autosuficiente, el Señor se sirvió de mí para narrar sus maravillas, ahora también lo hará.

El nombre de este blog se lo debo a Bruno Moreno ya que, una vez le consulté sobre expresiones en latín que sirvieran para  manifestar de un alma exultante de gozo, las maravillas de Dios y fue cuando me confió la frase “Deo omnis gloria!”, es decir, “Sea a Dios toda la gloria!”; de tal manera que, bajo diferentes circunstancias, me propongo volver a cantar de Dios sus maravillas.

“De las cosas de cada día” será el título que utilizaré.

En este momento, miro embobada la aurora que despierta al nuevo día; sea anticipo de lo que nos espera.

Por María, en Jesús, al Padre, sea toda la gloria! 


“Dios nos sigue hablando hoy como hablaba en otros tiempos a nuestros padres, cuando no había ni directores espirituales ni métodos. El cumplimiento de las órdenes de Dios constituía toda su espiritualidad. [ ] Entonces como ahora, todo se reducía al más puro y sencillo abandono del alma a la voluntad de Dios, bajo cualquier forma que se presentase. Esta disposición, tan alta y bella, que constituía el fondo del alma de María, brilla admirablemente en estas sencillísimas palabras: Fiat mihi” 

JP de Caussade, SJ; de “El abandono en la Divina Providencia”, Editorial Gratis date