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21.10.19

Whatsapp, mi párroco y yo (III)

Nueva entrega de un mensaje que le he dejado hace unos minutos a mi querido párroco por quien no dejo de dar gracias a Dios y no sacaré nunca de mis intenciones del rosario. 
Dios lo guarde porque, desde mi forma de ver la situación de mi país, es un sacerdote de quien se puede uno fiar lo quiere guiar al cielo. 
 
“Hola
 
Meditando en su homilía recordé que mamá, el domingo antes del jueves que murió, sin razón alguna, pidió permiso al padre para decir unas palabras al finalizar la misa. Liliam Marín la escuchó y fue la primera que, al enterarse de la súbita muerte de mamá, llegó a mi casa diciendo que ella se había despedido ese domingo. 
 
Qué fue lo que dijo? No hizo otra cosa sino dar gracias a Dios por haberla traido a vivir a este lugar donde encontró a tanta gente tan buena, asidua a la oración y fáciles a la caridad. 
Mamá era un católico comprometido, de esos como doña Ana. 
 
De mamá fue que aprendí a ver en los vecinos la gracia que Dios les regala y que, pese a sus defectos y carencias, los hace ser personas de oración y fáciles a la caridad. 

Por ejemplo, uno no los ve yendo a orar al templo a esas sesiones de oración largas y algo bulliciosas pero los ve reunirse en los velorios, en las misas de requiem, en las novenas y aniversarios. 

Hay que ver el montón de señoras, señores y algunos jóvenes que se reunen a rezar por los difuntos y el seguimiento que dan a los enfermitos y luego a los deudos. No se si los ha visto salir en carrera a ayudar cuando alguno sufre alguna tragedia. Se pasan yendo a sus casas, pendientes de cualquier cosa que necesiten. 
 
Yo no lo vivo en carne propia porque a mi nadie me invita a nada ni me comunican rezos ni velorios ni nada, me tiene al margen pero ya lo acepté;  pero igual me entero de todo lo que hacen por los demás y de cuánto rezan u oran. 

Uno se da cuenta que oran mucho cuando habla con cada uno sobre ese tema. Yo lo hago porque es algo que de lo que me gusta hablar ya que soy un poco rara. 
 
Si, padre, es como se lo digo. 
 
También es como le digo que tengo 40 años de escuchar a los párrocos quejarse de nuestra forma de ser y a muy pocos o ninguno, hacer como mamá, es decir, reconocer la gracia que nos regala Dios pese a nuestros defectos y carencias, solo porque nos ama y nos ve ávidos de amar al prójimo. . 
 
Mucha gente muy santa tiene usted en su parroquia, padre. 
Demos gracias a Dios".