Es posible fiarse del ser humano (no es interrogante es afirmación)

Una nota breve sobre la confianza ya que ha sido algo de lo poco que me he atrevido a pedirle a Dios quien me ha dado tanto.

Se la pedí alguna vez tiempo atrás cuando habiendo hecho una indagación existencial intensa y escrupulosa descubrí que era una tremenda desconfiada, no me fiaba pero ni de mi imagen en el espejo; en ese entonces se la pedí al Señor por mucho tiempo y todavía lo hago.

Confianza fue lo que les faltó a Adán y Eva que no consiguieron fiarse del Creador cuando les dijo que aquél árbol no era para su conveniencia y desde entonces, seguimos llegando a la vida provistos de lo necesario para confiar y no lo hacemos o lo hacemos mal.

En este momento de la vida puedo decir que se me ha dado una confianza como la pedí: Tan grande y tan firme que ni siquiera yo, como mi gran imaginación, podría imaginarla. Y, muy agradecida estoy por ella, ya que ha colaborado significativamente a traer paz y seguridad a mi existencia.

En este momento de mi vida puedo decir también que he aprendido a reconocer a los desconfiados pero también a tenerles paciencia ya que un desconfiado no se fía pero ni de su sombra por lo mismo menos se fiará de lo que le digas y debido a esto, la única forma de ayudarles es dejándoles en evidencia -con gestos concretos- que son de fiar.

Pero, se puede uno fiar de un desconfiado? Pues si, por la sencilla razón de que es persona, por la razón de que tu también lo eres y que el Creador te ha confiado mucho: te ha confiado tu existencia, tus seres queridos, tu vocación, el trabajo, tus destrezas y talentos, etc. Mira que ha confiado tanto que ha dejado en ti su impronta divina para que seas capaz de confiar tan enorme y firmemente, más que de lo que tu imaginación podría imaginar.

Esa es la única forma de ayudar a un desconfiado, de esos de los que ahora hay tantos, tantísimos, aún entre los católicos ya que, cuando uno que dice tener fe la ha separado de la vida, está en si mismo dividido y tiende a desconfiar hasta de sus más profundas exigencias que, por desconfiado, no se da cuenta que tienen su origen en Dios.

Y es que, saben? No, no lo saben. No saben cuántas veces la gente me dice: “Fuiste la única que tal cosa…”, “Has sido la única que tal otra…” lo que me hace pensar, cosa que no pensaba antes de que me dijeran estas cosas, que estoy siendo de los pocos que confían en el ser humano en estos días.

El ser humano es un ser auténtico, aunque muy oculto para si mismo lo conserve, por lo mismo es posible hallar en él certezas, es posible fiarse de él.

Lo hace nuestro Padre de los cielos y, contamos con su impronta divina, vaya!


Nota: con estas breves conversaciones no pretendo resolver los grandes problemas del mundo, ni siquiera espero que alguien me atienda, no más revuelvo la tierra y le echo abono con algo de lo mucho y bueno que se me ha dado; y es que, tengo claro, que el mundo se empieza a arreglar, arreglándolo desde dentro y trabajando duro en la parcela que se nos ha encomendado, no pretendo más.

8 comentarios

  
Luis Fernando
Pues no sé... no lo tengo muy claro:

Jer 17:5
Así dice Yahvé: Maldito quien se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahvé se aparta en su corazón.



--------------
Yo lo veo así, LF, tienes un gran potencial de humanidad por lo mismo capacidad para ver y valorar la grandeza de tu propio corazón de tal manera que puedes ver y valorar la grandeza del de los demás aunque a simple vista para uno y para ellos mismos su corazón es pequeño.

Con tu potencial de humanidad que descubro una y otra vez en tus post y comentarios se me hace difícil pensar que Jeremías tenga realmente más peso en ti que la familiaridad y confianza que veo que tienes con el Señor Jesús, que -si la tienes contigo mismo y con El- no puedas o no quieras tenerla con cada ser humano.
13/02/11 12:51 PM
  
Luis Fernando
Maricruz, yo no tengo potencial alguno. Soy pura basura que no sería capaz de hacer nada bueno sin la gracia de Dios. E incluso lo que hago bien por la gracia de Dios, lo hago porque dicha gracia me capacita para hacer dicho bien. O sea, la gracia me hace aceptar la gracia pues de lo contrario la rechazaría por el efecto del pecado original en mí.

No caigo en el error protestante que considera que el ser humano es incapaz de ser sujeto activo a la hora de obrar el bien, pero mucho menos en el error pelagiano o semipelagiano que tan brillantemente explicó el padre Iraburu en su blog "Reforma o apostasía":
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/0912190950-indice-de-reforma-o-apostasia-51

Ver números 59 al 75.
13/02/11 1:31 PM
  
Maricruz Tasies
Lo que habría que indagar dentro de uno mismo, refiriéndome a la pregunta que se plantea LF, sería cuál opción es una exigencia del corazón: la confianza o la desconfianza en el ser humano.

Tal como lo veo, observo confianza en el seno de la Trinidad tal como la que encontramos en Juan y Andrés y en la confianza entre Pedro y Pablo, tanta como la que se encuentra en los santos y entre ellos así como la confianza que los dos últimos papas, quienes son los más familiares para mi, han tenido en el ser humano.

Creo que la opción de la confianza a nadie a defraudado.
13/02/11 1:36 PM
  
Maricruz Tasies
Pues no se, LF, si algo he dicho que te parece pelagiano ha de ser porque no me has leído bien o porque no me he explicado correctamente.

Simplemente digo que la gracia, lo atribuyo a ella porque igual que de ti, de mi no puede salir nada bueno, hace posible confiar y que la confianza que tengo en Dios, en mi misma y en el ser humano encuentra gran afinidad con ella. Fue una gracia de la que vi que carecía y clamé por ella.

Es cierto, quien está sumergido en el pecado difícilmente se reconocerá pecador, pero eso no la convierte -para mi- en una persona de quien me sienta obligada a desconfiar.

Qué te digo?. Yo, a quien la gracia le ha permitido confiar, me considero en capacidad de discernir correctamente las motivaciones de los demás y éstas no me alejan de seguir confiando.
13/02/11 1:45 PM
  
antonio grande
Es posible fiarse pero sabiendo que en cualquier momento uno puede hacer cualquier barbaridad. Y claro que hay que fiarse del hombre si no sería imposible la vida. Las relaciones interpersonales hay que vivirlas en la Gracia de Dios.

------------
Oh, pues si, estamos claros en eso, antonio grande.

Por pecadores, todos y cada uno somos, personas de las que nadie podría fiarse pero por lo mismo la Gracia viene en nuestro auxilio, vino en mi auxilio por lo que mi corazón está agradecido.

Y vieras que no, tampoco temo a las barbaridades y traiciones, las encuentro a diario y ni me inmutan, por auxilio de la Gracia, sospecho.
13/02/11 2:14 PM
  
Anónimo...
La desconfianza la entiendo como una duda, un recelo o un temor justificado que impide confiar y profundizar en aquello que no se conoce (ni se quiere conocer). La confianza seria todo lo contrario: una certeza de lo que yo veo y siento que permite que le otorgue mi confianza a alguien.

También es verdad que no sería la primera vez que desafiando una duda más que justificada se alcance una confianza mas que ciega. Y al revés, que una certeza o una confianza más que demostrada se convierta en un error o en una decepción.

En cualquier caso, existen personas concretas (no multitudes) a las cuales amamos y nos parecen más de fiar que (incluso) nosotros mismos.

: )



-----------
Ok, anónimo, a eso es a lo que me refiero cuando encuentro afinidad con la confianza, porque hallo certeza en lo que veo y que me impele a confianza.

La certeza de lo que veo se genera en mi misma, en primer lugar, lo cual me pemite hallarla en los demás.

Es un acto racional, en último caso, no una confianza ciega, porque irracional sería desafíar las dudas justificadas.

Oye, ahora que me doy cuenta, me entendiste perfectamente.

Un abrazo,
13/02/11 2:28 PM
  
Anónimo...
: )

(otro)

------------
jeje, pues si, otro :)
13/02/11 3:08 PM
  
Camino
Yo encuentro en el post de Maricruz una de las facetas de la humildad: sólo descansando en la verdad de que somos criaturas de Dios, redimidas por Cristo, podemos vivir bien con felicidad y paz, con la caridad y confianza que Dios nos tiene nosotros podemos rezar y trabajar, y colaborar con los demás. De otro modo, caemos enseguida en la soberbia o en la falsa humildad. Esta cita es de la Síntesis de Espiritualidad del P. Iraburu. Creo que en algunos desarrollos más ámplios sobre las virtudes y los dones, de Sto. Tomás, o el P. Royo por ejemplo, debe ir por esa misma línea. Que es bien distinta, claro, de los argumentos y manuales de autoestima y cosas parecidas cuando rechazan a Dios del horizonte. Si es muy largo, quita lo que te parezca, Maricruz.
--------

Confianza. -El humilde no apoya su vida en sí mismo, sino en el amor de Dios providente, y vive confiado, como un niño que se confía a sus padres. El soberbio, en cambio, apoyado en sus propias fuerzas o en las criaturas con las que espera poder contar, está siempre lleno de temores, inquietudes y ansiedades. No podría ser de otra manera. Recordemos el camino de la infancia espiritual, tan bellamente expresado en la espiritualidad de Santa Teresa del Niño Jesús. En el abismo de su miseria -ella no puede nada- es precisamente donde se le manifiesta mejor la misericordia del amor de Dios -todo es gracia-, y por eso, como San Pablo, ella se goza en su pequeñez, se gloría en su debilidad, porque le basta la gracia del amor de Cristo, y sabe que cuando está más débil, es entonces más fuerte (2 Cor 12,5-10).

Magnanimidad. -Los humildes, como cuentan con Dios, se atreven a grandes cosas, tanto en lo personal como en otras actividades exteriores. Saben que son «hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer aquellas buenas obras que Dios de antemano preparó para que en ellas anduviésemos» (Ef 2,10). Teniendo una idea verdadera de sí mismos, quedan libres de muchísimas auto-limitaciones: «Yo no valgo para», «yo no puedo prescindir de», etc. Y por otro lado, libres de vanidad, no le tienen miedo ni al fracaso ni al ridículo. La humildad, pues, es magnánima, es decir, se atreve a grandes cosas. Los soberbios en cambio ignoran la magnanimidad, pues no cuentan más que con sus propias fuerzas, y éstas las conocen mal; por eso o hacen planes insensatos, que nunca podrán realizar, o los hacen sumamente mediocres, acomodados a sus fuerzas miserables, ya que no cuentan con otras.

Bien decía San Juan Crisóstomo que «aquél que se cree grande, en eso mismo es mediocre, pues tiene por grande lo que es pequeño» (MG 61,15-16). Los más humildes -Francisco, Ignacio, Vicente... Teresa de Calcuta- son los que realizan las obras más grandes. Los más humildes son los que tienen el espíritu de la Esclava del Señor y pueden decir con ella: «me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí» (Lc 1,48-49).

Prudencia. -El humilde «no pretende grandezas que superan su capacidad» (+Sal 130,1), sabe preguntar y pedir consejo, admite informaciones y correcciones, busca con empeño un director espiritual o consejero, no asume un cargo para el cual no es capaz, sabe retirarse a tiempo o encomendar una labor suya a otro más idóneo, en una palabra, es prudente. El soberbio ni pregunta, ni se aconseja, ni admite correcciones, de modo que toda su vida -elección de estudios, de cónyuge o de casa, educación de los hijos, negocios, todo- está lleno de errores y de culpas. Es el joven que, contra el consejo de parientes y amigos, se mete obstinadamente en un negocio ruinoso, del que amigos y parientes habrán de sacarle. Es el hombre que opina con énfasis acerca de cuestiones que realmente ignora. Es la abuela que se obstina en seguir mandando. Es el ignorante que trata de aleccionar al que sabe más que él, y así quiere «enseñar a nadar a la trucha»...

Paciencia. -El hombre humilde sabe sufrir sus propios defectos, y en su lucha por superarlos, sabe también esperar. No tiene prisa, que es una forma de avidez y de ansiedad, es decir, de soberbia: no conduce, por ejemplo, su coche con velocidad temeraria, como si quisiera dominar el espacio y el tiempo, y como si le correspondiera predominar sobre los otros conductores. No es exigente con los demás; no se impacienta, por ejemplo, si el médico o el funcionario se demoran en recibirle, porque es humilde. Tampoco es susceptible, y no se indigna cuando sufre alguna hostilidad o menosprecio. Tiene mucho aguante, y las penas o injusticias no le hunden ni desesperan, porque es humilde y está convencido de que, a pesar de todo, el Señor «no nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas» (Sal 102,10). De todos estos espíritus carece el soberbio.



------------
Gracias, Camino. Me ha venido de perlas en domingo leer esto.
El Señor es grande y aún sin darnos cuenta nos va modelando de forma sutil, cariñosa, delicada. Gracias.

Ahora que me releo me doy cuenta que quizá el error al plantear mi idea fue dar por sobre entendida la acción de la Gracia, espero al final haberme explicado bien.

Un abrazo,
13/02/11 3:54 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.