Providencia, destino y libertad en los buenos libros (IV)

    Oraciones al atardecer en Venecia. Hermann David Salomon Corrodi (1844-1905).

   

  

«Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios.»

Romanos 8, 28.

   

  

Esta es la cuarta y última entrega de una pequeña serie de artículos con los que he tratado de escudriñar, entre un puñado de buenos y grandes libros, de que manera, cómo y dónde el libre albedrío humano, bien se engarza, bien se enfrenta, a dos concepciones opuestas de estar en el mundo, como son el fatal destino pagano y la esperanzadora Providencia cristiana. Tras una primera entrega introductoria y una segunda donde transité desde el aciago hado de los antiguos hasta el misterioso designio divino cristiano, en la tercera he continuado la ya iniciada busca por entre nuestro universo literario para terminar hoy dando fin a esa pequeña exploración. Y sin más demora comienzo.

En esta última entrega voy a centrar mi atención en los cuentos de hadas, pues en muchos de ellos está presente, como hilo conductor suave y protector, la Providencia de Dios. 

Por ejemplo, en varios de los relatos de Hans Cristian Andersen pueden verse trazas de esa Providencia. En Los Cisnes Salvajes (1838), la pequeña Elisa está segura del amparo del amparo que le brinda el bondados designio divino y dice así: 

“Pensaba en Dios misericordioso, que seguramente no la abandonaría: Él hacía crecer las manzanas silvestres para alimentar a los hambrientos; y la guió hasta uno de aquellos árboles, cuyas ramas se doblaban bajo el peso  del fruto. Y comió de él”.

 

                  Ilustración para Los cisnes salvajes de Anton Lomaev (1971 -).

Y en el relato, El compañero de viaje (1835), el protagonista, Juan, por el amor de una princesa, ha de enfrentarse con la resolución de peligrosos acertijos que bien pueden causar su muerte, pero asume el riesgo confiado, porque:  

“Lo mismo puede ser esto que otra cosa ––dijo Juan––. Tal vez sea precisamente lo que has soñado, pues confío en Dios misericordioso; Él me ayudará”.

Otro de los cuentos de Andersen que contiene una clara mención a la Providencia divina es Lo que dijo la familia (1870)En el siguiente fragmento vemos como el padrino de la protagonista, María, la alecciona sobre la misma:

“Un día, siendo joven, habían llorado, pero aquello le hizo bien, añadió; eran los tiempos de prueba, las cosas tenían un aspecto gris. Ahora brilla el sol dentro de mí y a mi alrededor. A medida que se vuelve uno viejo, ve mejor la felicidad y la desgracia, ve que Dios no nos abandona nunca, que la vida es el más hermoso de los cuentos de hadas. Solo Él puede dárnosla, y dura por toda la eternidad”.

Si retrocedemos en el tiempo y nos detenemos en los cuentos de los hermanos Grimm también encontramos ejemplos y Hansel y Gretel (1812), es una buena muestra. El padre Ronald Murphy, (The Owl, the Raven, and the Dove: The Religious Meaning of the Grimms’ Magic Fairy Tales. 2000), nos cuenta que Wilhelm Grimm pensó en las palomas como mensajeras de la Providencia Divina. Estas, al comer los pedazos de pan que Hans deja como rastro para regresar a casa, privan a los niños de la posibilidad de volver (al estado premoral y egoísta de sus progenitores) y de esta forma les guían, sin que ellos lo sospechen, hacia el buen camino. Dios envía su ayuda, envía las palomas, y aunque estas empujan a los niños hacia la casa de la bruja, les mantienen en el camino ya iniciado del amor genuino y del cuidado mutuo, lo que les sitúa en un estado de sacrificio del uno por el otro. Por ello, a pesar de las dificultades y los sufrimientos, la Providencia les dirige hacia el lugar correcto y verdadero como descubrimos al final del cuento. 

 

                   La princesa dormida. Obra de Viktor Vasnetsov (1848-1926).

También es digno de mencionar La urna de cristal (1857), cuento similar a La bella durmiente de Perrault, en el que la princesa protagonista atribuye a la Providencia divina la aparición del joven sastre que la libera de su prisión y con el que finalmente contrae matrimonio:  

“––¡Divina Providencia¡, gritó ella (…) Libertador mío, por quien tanto tiempo estuve suspirando! El bondadoso cielo te ha enviado para poner término a mis sufrimientos. El mismo día en que ellos terminan, empieza tu dicha. Tú eres el esposo que me ha destinado el cielo. Querido de mí y rebosante de todos los terrenales bienes, vivirás colmado de alegrías hasta que suene la hora de tu muerte. Siéntate, y escucha el relato de mis desventuras.”

Otro ejemplo de los Grimm es el cuento Nieve Blanca y Rosa Roja (1837), en donde las dos hermanas protagonistas son salvaguardadas del peligro de caer por un precipicio por su providente ángel de la guarda.

 

   Ilustración de Alexander Zick (1845-1907), para el cuento Blanca Nieve y Rosa Roja.

En los cuentos de hadas de la vieja Rusia, como ya les he comentado (vean, Cuentos rusos), hay un personaje paradigmático, el pequeño Iván, quien a pesar de su aparente simpleza e irrelevancia es el que al final de las historias resulta bien parado. Para la consecución de tal logro, Iván goza de ayuda, porque la Providencia divina siempre se une a su causa. Según Joseph Campbell y Andrei Sinyavsky, el personaje de Iván se embarca en una búsqueda que le lleva de problema en problema, pero un designio providencial viene constantemente a su rescate, y así su historia ejemplifica el inesperado triunfo de la simpleza, la sencillez y la inocencia. A este respecto es revelador que la expresión más afectuosa del pueblo ruso sea, al parecer, “ah, mi tonto” “ah, mi pequeño tonto” y que “Dios favorece al tonto” uno de sus refranes más populares.

 

      Ilustración para el cuento El caballito jorobado de Nikolai Kochergin (1897-1974).

Se pueden encontrar ejemplos de ello en el cuento de León Tolstoi, Iván el tonto (1885), el del poeta Piotr Yershov, El caballito jorobadito (1834) o en los de Afanasiev, titulados Zarevich Iván, el pájaro de fuego y el lobo gris Sivka-Burka (ambos publicados entre 1855-1863). Esta contradicción aparente encaja perfectamente con el mundo de la fantasía rusa y con la filosofía popular de los eslavos. 

El caso de los cuentos de hadas franceses no es diferente. Por ejemplo, el breve cuento de Los Tres Deseos ridículos (1697) de Charles Perrault, contiene la lección práctica y teológica de que los hombres no saben lo que necesitan, y que siempre les irá mejor si se dejan gobernar por la Providencia que si, llevándole la contraria, se ponen a hacer todo lo que se les ocurre, dejándose arrastrar por impulsos o pasiones. También el cuento de Madame d’Aulnoy, La princesa Rosita ––o Rosette–– (1697), tiene como tema central el auxilio y cuidado de la guarda providencial. Una versión española de finales del XIX introduce una moraleja final que no está en el cuento original pero que resumen bien su enseñanza, y que versa así: 

“Siempre por la inocencia

Vela de Dios la justa Providencia”.

 

         Ilustración para el cuento La princesa Rosette de Gustaf Tenggren (1896-1970).

En nuestro acervo literario también hay muestras de estos retazos providenciales (en Don Juan Manuel, Quevedo etc.). Por ejemplo, hay un brevísimo cuento de Fernán Caballero titulado San Pedro (en Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares1877), en el que se fabula sobre la prédica de Nuestro Señor al respecto de nuestras preocupaciones humanas y la confianza que debemos depositar en nuestro Padre celestial y en su Providencia, y que dice así:

“Cuando el Señor y San Pedro andaban por el mundo, llegaron a una choza, en la que hallaron a un hombre, al que se había muerto su mujer, dejándole tres criaturitas chicas, que estaba muy afligido, tanto más cuanto que era anciano, y estaba con un mal sin cura.

Cuando salieron de allí le dijo San Pedro al Señor que cómo no se compadecía de aquella desdicha, y que si moría el padre, qué iba a ser de aquellos niños. El Señor le dijo entonces que levantase una piedra muy grande que había a la vera del camino. Hízolo así San Pedro, y vio que había debajo una gran cantidad de animales, culebras, salamanquesas, tiñosas, lagartijas, ranas, sapos, erizos, galápagos, alimañas, y el Señor le dijo: 

––Quien mantiene a esos animales cuidará de esos niños. Su padre se les morirá, y serán recogidos por gentes piadosas. Uno será Obispo, otro Cardenal y otro Virrey”. 

En todos estos ejemplos, la acción providencial es acompañada de una entrega confiada e incondicional de los protagonistas, aunque su percepción sea más intuitiva que racional. Todos sabemos que la comprensión plena de qué es la divina Providencia se nos escapa, sobretodo al tratarse de la acción temporal de Aquel que está fuera del tiempo; que decir por tanto de lo que le ocurrirá a nuestros chicos. Ello no obstante, estas historias podrán ayudarles a preparar el terreno para que sus almas pueda germinar esta idea y con ella una idea mayor. Por lo pronto, lo que de inicio quizá arraigue más fácilmente sea la ya comentada virtud que ese gobierno providente y misterioso lleva siempre consigo anudada la virtud de la esperanza, una esperanza que ayudará a aceptar con humildad aquello que nos suceda, sea lo que sea, sabiendo que Dios provee nuestro sustento y cuidado.

Así que termino con la fe y la esperanza y con el Cardenal Newman, que refiriéndose al arcano proceder de la Providencia de Dios, ––siempre tan inexplicable y misteriosa para nosotros, pero a la que siempre debemos recibir con confianza––, nos dice:

Es una ley de la Providencia de Dios que nosotros consigamos el éxito a través del fracaso; por eso mi consejo es decirte: No dudes que Él se valdrá de ti ––sé valiente––, ten fe en Su amor por ti ––en su perpetuo y eterno amor–– y ámale con la seguridad de que Él te ama”.

2 comentarios

  
Haddock.
Para aquel que tenga habilidad y dinero para conseguirlos, recomiendo vivamente la colección de libros de los 80 de Editorial Anaya "Laurín".

En escrupulosas ediciones bellamente ilustradas, creo que fue la primera vez que en España se tradujo con fidelidad a Grimm (en este caso editorial Labor hizo un primer intento), a Andersen, a Perrault, a Afanásiev, a Korzack, y editó esa obra maestra española titulada "Marcelino ,pan y vino"

Siendo ya cuarentón, los fui consiguiendo tanto por la calidad de sus volúmenes, como venganza por no haber podido conocer en mi niñez
esa brisa pura que los originales exhalan.



20/09/19 12:53 AM
  
Ramvel
Perdí muchos años de mi niñez y juventud sin alimentarme de estas delicias. Ahora, ya mayor, solo podría hojearlas si invento e inserto un nuevo día en la semana.
He descargado algunos libros que usted propone en sus artículos y en varios meses he logrado leer a mis hijos algunos fragmentos. En mi numerosa familia (hermanos) ninguno tiene hábitos de lectura. No sé si podré lograrlo con mis hijos que ya están dejando la niñez, pero lo estoy intentando.
Particularmente me interesan estas lecturas donde Dios forma parte de forma "natural" del lenguaje y del ambiente.
03/10/19 9:43 PM

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