InfoCatólica / De Lapsis / Categorías: Guerra cultural, Cristofobia, Cultura de la Vida, Aborto, Bioética, Contracepción, Eutanasia, Maternidad subrogada - Vientres de Alquiler, Ecologismo, Educación, EpC, Familia, Feminismo, Homosexualismo (lobby gay), Laicismo, Objeción de conciencia

2.06.08

Padres increíbles

Los Increíbles

Cualquiera que tenga niños en la era del DVD sabe que cuando dicen «quiero ver una película», en realidad están diciendo quiero ver por n-ésima vez la última película que entró en casa. Durante semanas, los diálogos forman parte de las referencias culturales de la familia. De todas ellas mi preferida es Los Increíbles; la recomiendo, en especial, antes de que la califiquen «para mayores de 18 años con reparos»: familia numerosa, un padre y una madre, casados, cada uno con su rol en la casa, importancia del esfuerzo, del mérito, de la excelencia, del sacrificio, del darse a los demás; padres preocupados por sus hijos, e hijos que darían la vida por sus padres. Aunque no aparezca un solo crucifijo en la película, son el enemigo a batir, en un mundo que no quiere ser salvado.

Pues hoy he conocido a muchos increíbles. Era la fiesta de fin de curso del colegio de mis hijos. Un colegio nuevo, en un barrio nuevo, concertado, no confesional. Hacía unos días el director, en plena asamblea de padres, recomendó la objeción de conciencia a la asignatura de EpC. El colegio la impartiría —lo exige la ley— de acuerdo al ideario propio del centro —hasta aquí nuestra conciencia a salvo—, pero por principios y en solidaridad con todas las familias de España nos animaba a ejercer un derecho como medio concreto para cumplir con nuestra obligación de padres. Animó a que nos informásemos sobre la asignatura. Me acordé de la FERE y sus colegios, ¡qué contraste! Me acordé de muchos padres que en otras Autonomías lo tienen todavía más difícil, ¡ánimo!.

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26.05.08

El corazón de Europa es Nazi

Aktion T4: Vidas dignas de ser vividas. Cartel de propaganda nazi.

El exprimer ministro Guy Verhofstadt presenta en el parlamento belga una ampliación de la Ley de Eutanasia de 2002, que «extiende» su ámbito a quienes no pueden pedirla por ser menores o tener una incapacidad mental.

La semana pasada repasábamos el triunfo de los mengelillos británicos, hoy le toca el turno a los herederos de Ernst Rüdin, Bernard Shaw o Salvador Allende, todos socialistas —da igual nacionalsocialismo, que fabianismo o que marxismo—, todos partidarios de la raza pura, todos progres y demócratas. La semana pasada le tocaba turno mancillar la dignidad humana en su origen, hoy a la eliminación de las Lebensunwerten Leben (vidas indignas de ser vividas).

En abril de 2002, Holanda promulgaba la primera ley de Eutanasia, en la que se despenalizaba el suicidio asistido no sólo para los enfermos adultos que la pidieran de forma «explícita, razonada y repetida» y para los jóvenes de 16 a 18 años que formularan esta petición escrita, sino para los adolescentes capaces de consentimiento, de 12 a 16 años, con la condición de que los propios padres o quien tuviera la tutela jurídica añadieran su consentimiento a la petición personal de los sujetos afectados por enfermedad incurable o por dolor. En mayo del mismo año, Bélgica imitaba a los holandeses, en principio con una ley más restrictiva, en la práctica más laxa pues permitía poner fin a la vida de pacientes en situaciones excepcionales de sufrimiento físico o psíquico constante e insoportable (similar al grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada de España para el aborto, que ya sabemos en lo que ha degenerado).

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21.05.08

Híbridos humanos

Escultura de Patricia Piccini

El Parlamento británico debate sobre la tramitación de la nueva Ley de Fertilización Humana y Embriología. Ley que barre todos los aspectos en los que se puede degradar la naturaleza humana en sus primeros instantes: el hombre-vaca, el hermano-cobaya, el hijo-gay y el indefenso asesinado; un verdadero programa de «cultura de la muerte». Los dos primeros aspectos han salido adelante —alborozo en los aprendices de doctor Moreau—, los dos segundos se resuelven hoy —expectación en el lobby homosexual y matarife—. No he podido esperar más a conocer el resultado final para comentarlo: una monstruosidad.

La ley tiene al menos dos virtudes. La primera, coherencia. Máscaras fuera. Todos los elementos juntos y revueltos, un tratamiento global de indignidad; un tratamiento maligno pero consistente, quizá de las pocas veces en las que no se esconde, ni por estética, la trabazón entre los temas. La segunda, su enemigo: la cultura de la vida, defendida una vez más en exclusiva por la Iglesia. Parte del debate ha estado centrado en la libertad de voto que ha tenido que conceder el Partido Laborista a los diputados católicos. ¿Y los anglicanos?; debatiendo sobre el sexo del clero.

Hace pocos días terminaba un post con una cita de la entrevista de Peter Seewald a Ratzinger en Dios y el Mundo. Hoy quiero volver a recordarla. Preguntaba el periodista sobre la ruptura del último tabú: el árbol de la vida, mandado proteger por Dios a los querubines en el Paraíso. La repuesta del cardenal profética:

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7.05.08

Craig no crea vida

La Isla del Doctor Moreau

No, no hay nuevas sobre la supuesta «creación de vida». Simplemente Craig Venter está en España, para recibir el premio Cátedra Santiago Grisolía 2008, de ahí el panegírico de hoy en ABC. Así que al grito de «ya que está aquí lo entrevistamos» ha sido noticia estos días. Me ha sorprendido el tratamiento, mucho más cauto y profesional que el año pasado, con titulares más neutros y exactos, ahora ya sólo es el creador del genoma sintético.

El que fuera uno de los descubridores de la secuencia del genoma humano se embarcó en la aventura de «crear» vida artificialmente. Lo de crear no era término suyo, más bien de la prensa sensacionalista. Ni hay creación, ni hay vida (dejo a mis lectores como deberes investigar qué se entiende por vida, ¿cuántos podríamos contestar si un virus es un ser vivo o no, y por qué?). Lo que ha conseguido, mejor dicho lo que está pretendiendo —porque todavía no se ha realizado del todo— es una «resíntesis» de lo que el denomina «genoma mínimo».

Es un proceso tecnológico, no científico, apasionante. En breves líneas consiste en escoger un forma de vida muy básica, la bacteria Mycoplasma genitalium (un parásito del sistema urinario, perdón por la cochinada pero curiosamente también la urea fue el primer componente orgánico sintético, ¿qué tendrá la fontanería?), y a la pobre se le van quitando genes para ver cuáles son los necesarios para que continúe viva. Una vez identificado ese mínimo se sintetiza y se reintroduce en una bacteria de Mycoplasma previamente vaciada de código genético—todavía están en ello, el propio Venter está «convencido que con la variante sintética funcionará»—. Está claro que esto no es «crear vida», ¿no?

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18.04.08

Suicidios y eutanasia

Suicidio de Marat

La hipocresía (o incoherencia) de los medios progres españoles es tremenda. Todos prestan atención a la resolución recién aprobada de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en la que expresa su inquietud, porque la sociedad subestime el número de suicidios de adolescentes, de entre 11 y 24 años, que afecta anualmente a decenas de miles de jóvenes.

En principio la noticia no da mucho de sí, se limitan a transcribir párrafos de nota de agencia con algo de cosecha propia: que si está entre las cinco causas más numerosas de muertes, que no se sabe qué es lo que pasa en los países ricos, que si se debe dar la noticia o no, que si aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid se anima a luchar contra la homofobia (no sé como lo han colado, pero es cierto lo dicen).

La prensa es bastante unísona: el suicidio es malo y el suicida necesita tratamiento, ya que en la mayoría de los casos (suelen cifrarlo entorno al 90%) se debe a trastornos psíquicos —me pregunto a qué se deberá el porcentaje restante—. Y sin embargo, hace una semana, el catecismo progre (a.k.a. El País) nos intentaba convencer de que esta era la legislatura de la eutanasia, así que intenté —sin ningún éxito— averiguar cómo conseguían hilar un discurso en el que cupiesen el desprecio al suicidio y el aprecio a la eutanasia.

Machaconamente se nos predica que la eutanasia es el derecho a una «muerte digna», cuando, visto lo visto, no es más que la desaprobación de la «vida indigna».

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