InfoCatólica / De Lapsis / Archivos para: Mayo 2008

26.05.08

El corazón de Europa es Nazi

Aktion T4: Vidas dignas de ser vividas. Cartel de propaganda nazi.

El exprimer ministro Guy Verhofstadt presenta en el parlamento belga una ampliación de la Ley de Eutanasia de 2002, que «extiende» su ámbito a quienes no pueden pedirla por ser menores o tener una incapacidad mental.

La semana pasada repasábamos el triunfo de los mengelillos británicos, hoy le toca el turno a los herederos de Ernst Rüdin, Bernard Shaw o Salvador Allende, todos socialistas —da igual nacionalsocialismo, que fabianismo o que marxismo—, todos partidarios de la raza pura, todos progres y demócratas. La semana pasada le tocaba turno mancillar la dignidad humana en su origen, hoy a la eliminación de las Lebensunwerten Leben (vidas indignas de ser vividas).

En abril de 2002, Holanda promulgaba la primera ley de Eutanasia, en la que se despenalizaba el suicidio asistido no sólo para los enfermos adultos que la pidieran de forma «explícita, razonada y repetida» y para los jóvenes de 16 a 18 años que formularan esta petición escrita, sino para los adolescentes capaces de consentimiento, de 12 a 16 años, con la condición de que los propios padres o quien tuviera la tutela jurídica añadieran su consentimiento a la petición personal de los sujetos afectados por enfermedad incurable o por dolor. En mayo del mismo año, Bélgica imitaba a los holandeses, en principio con una ley más restrictiva, en la práctica más laxa pues permitía poner fin a la vida de pacientes en situaciones excepcionales de sufrimiento físico o psíquico constante e insoportable (similar al grave peligro para la vida o salud física o psíquica de la embarazada de España para el aborto, que ya sabemos en lo que ha degenerado).

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21.05.08

Híbridos humanos

Escultura de Patricia Piccini

El Parlamento británico debate sobre la tramitación de la nueva Ley de Fertilización Humana y Embriología. Ley que barre todos los aspectos en los que se puede degradar la naturaleza humana en sus primeros instantes: el hombre-vaca, el hermano-cobaya, el hijo-gay y el indefenso asesinado; un verdadero programa de «cultura de la muerte». Los dos primeros aspectos han salido adelante —alborozo en los aprendices de doctor Moreau—, los dos segundos se resuelven hoy —expectación en el lobby homosexual y matarife—. No he podido esperar más a conocer el resultado final para comentarlo: una monstruosidad.

La ley tiene al menos dos virtudes. La primera, coherencia. Máscaras fuera. Todos los elementos juntos y revueltos, un tratamiento global de indignidad; un tratamiento maligno pero consistente, quizá de las pocas veces en las que no se esconde, ni por estética, la trabazón entre los temas. La segunda, su enemigo: la cultura de la vida, defendida una vez más en exclusiva por la Iglesia. Parte del debate ha estado centrado en la libertad de voto que ha tenido que conceder el Partido Laborista a los diputados católicos. ¿Y los anglicanos?; debatiendo sobre el sexo del clero.

Hace pocos días terminaba un post con una cita de la entrevista de Peter Seewald a Ratzinger en Dios y el Mundo. Hoy quiero volver a recordarla. Preguntaba el periodista sobre la ruptura del último tabú: el árbol de la vida, mandado proteger por Dios a los querubines en el Paraíso. La repuesta del cardenal profética:

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14.05.08

Ventilar iglesias irrespirables

Cuando el otro día el cardenal Kasper animaba a los anglicanos a tomar posición sobre su «catolicidad» la sensación fue agridulce. En principio, bien. Le pegaba poco a Kasper este tipo de declaraciones, pero bien. Sin embargo se me antojaba algo de hipocresía. Creo que es fantástico alentar a los anglicanos a definirse, pero también, y en primer lugar, a los de la propia casa. Si no, ¿a qué catolicidad se refiere Kasper?, ¿a Castillo, Tamayo, Masiá, Torres Queiruga o Vidal?, para eso que se queden como están.

Yo estimularía a muchos clérigos y religiosos a definirse con la misma fuerza que se lo exigimos a los anglicanos. No es de recibo que desde un púlpito, una clase o una cátedra se enseñen las neuras, traumas y complejos de fulanito o menganito, y no el magisterio, la tradición y la Sagrada Escritura.

Soy el primero en defender el derecho a pensar y decir lo que se quiera, eso sí, que no intenten colárnoslo como «catolicismo», como una interpretación moderna y actualizada del mismo, profundizar que se dice ahora. Y en el campo el diálogo interreligioso o ecuménico menos, el fin no justifica los medios, y presentar un catolicismo rebajado o aparente no es ningún servicio ni a la verdad, ni al ecumenismo.

Ya sabemos que el P. Masiá no es teólogo católico, pero alardea de tal y de experto en diálogo con los budistas y demás religiones del Extremo Oriente. En su serie de artículos «de desmitificación» de los dogmas católicos, que corren paralelos a su celebración litúrgica, esta semana, en un vil artículo, le ha tocado el turno al Espíritu Santo: Ventilar iglesias irrespirables. Vileza en sus citas, vileza en su desarrollo.

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7.05.08

Craig no crea vida

La Isla del Doctor Moreau

No, no hay nuevas sobre la supuesta «creación de vida». Simplemente Craig Venter está en España, para recibir el premio Cátedra Santiago Grisolía 2008, de ahí el panegírico de hoy en ABC. Así que al grito de «ya que está aquí lo entrevistamos» ha sido noticia estos días. Me ha sorprendido el tratamiento, mucho más cauto y profesional que el año pasado, con titulares más neutros y exactos, ahora ya sólo es el creador del genoma sintético.

El que fuera uno de los descubridores de la secuencia del genoma humano se embarcó en la aventura de «crear» vida artificialmente. Lo de crear no era término suyo, más bien de la prensa sensacionalista. Ni hay creación, ni hay vida (dejo a mis lectores como deberes investigar qué se entiende por vida, ¿cuántos podríamos contestar si un virus es un ser vivo o no, y por qué?). Lo que ha conseguido, mejor dicho lo que está pretendiendo —porque todavía no se ha realizado del todo— es una «resíntesis» de lo que el denomina «genoma mínimo».

Es un proceso tecnológico, no científico, apasionante. En breves líneas consiste en escoger un forma de vida muy básica, la bacteria Mycoplasma genitalium (un parásito del sistema urinario, perdón por la cochinada pero curiosamente también la urea fue el primer componente orgánico sintético, ¿qué tendrá la fontanería?), y a la pobre se le van quitando genes para ver cuáles son los necesarios para que continúe viva. Una vez identificado ese mínimo se sintetiza y se reintroduce en una bacteria de Mycoplasma previamente vaciada de código genético—todavía están en ello, el propio Venter está «convencido que con la variante sintética funcionará»—. Está claro que esto no es «crear vida», ¿no?

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6.05.08

Domus Aurea, Casa de Oro (6 de mayo - Card. Newman)

Sancta Maria Domus Aurea

Domus Aurea

¿Por qué se le llama Casa? ¿y por qué dorada? El oro es el más bello y valioso de todos los metales. La plata y el cobre, y el acero pueden parecer buenos a los ojos de alguna manera pero no son tan ricos y espléndidos como el oro. Hay pocas oportunidades de verlo en cantidad, pero cualquiera que ha visto un gran número de monedas de oro juntas sabe la magneficiencia de la presencia del oro. Por eso a la Ciudad Santa se le llama figurativamente Dorada en la Escritura. «La Ciudad —dice San Juan— es de puro oro, semejante al cristal puro». Quiere darnos a entender, desde luego, una idea maravillosa del cielo comparándola con la más maravillosa de las sustancias que podemos encontrar en la tierra.

Consecuentemente María también es llamada dorada, porque su gracia, sus virtudes, su inocencia, su pureza son de un brillo trascendente y de una deslumbrante perfección, tan valiosas, tan exquisitas que los ángeles, por así decirlo, no pueden quitar sus ojos de ella de la misma manera que nosotros no podemos evitar contemplar cualquier gran artesanía de oro.

Pero más aún, ella es una casa de oro, o mejor aún, un palacio de oro. Imaginémonos delante de un conjunto palaciego o una inmensa iglesia hechos de oro, desde los cimientos hasta el techo. Tal es María en cuanto al número, variedad y extensión de sus excelencias espirituales.

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