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13.12.14

Rafaela y los abrazos de don Jesús

Don Jesús era como era. Siempre hizo lo que le dio la gana y de simpático lo justo. Relación con la gente del pueblo, la imprescindible. Llegaba con su coche a la puerta de la iglesia sin demasiado tiempo, bajar, misa, algún aviso y punto y final. Con Rafaela, Joaquina y ese pequeño grupo apenas lo justo por la cosa de que no queda más remedio que aguantar a las que, en definitiva, son  las únicas capaces de echar una mano. Pues vale. Tampoco Rafaela pide milagros.

Lleva una temporada pelín cambiado. Rafaela no sabe a cuento de qué viene que al acabar la misa en lugar del “podéis ir en paz” de toda la vida ahora tenga que añadir cada semana lo de feliz domingo, feliz comida y que aproveche. Es igual, si así se siente mejor pues que lo haga.

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12.12.14

Del romano imperialista, puñetero y desalmado a la misa de angelis

La gente de nuestras parroquias es más buena que el pan, tanto que se fía de nosotros los curas sin ningún tipo de espíritu crítico, aunque afortunadamente algo van espabilando. Quien  más y quien menos al llegar a una parroquia se ha encontrado con un pequeño coro formado por gente de buena voluntad que, a falta de otras posibilidades, y nula formación o expresa deformación, se dedica a “amenizar” las misas entre kumbayás, palacagüinas, batir palmas, adaptaciones músico-literario-gestuales y simpáticas canciones que igual podían haberse entonado en un congreso de dentistas.

Lo hacen con buena voluntad, convencidos de que eso es el auténtico espíritu del concilio, y más si los curas no hacemos nada porque mejor dejar a los coros a su aire no sea que se cabreen, que también tiene facilidad. Que canten los niños, Dios es amor y la Biblia lo dice, y además no has nacido amigo para estar triste tralará.

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10.12.14

Para hablar del corazón henchido de la alteridad no merece la pena un blog

Me lo dicen de vez en cuando. Que en lo que escribo en el blog debo ser amable, muy positivo, y olvidarme de críticas. Que me iría mejor. También tengo gente que me aprecia de corazón y que me recuerda que quizá esté haciéndome demasiados “amigos”. Ya me entienden.

Vaya por delante que no es mi principal intención al mantener un blog la de hacerme amigos o cosechar parabienes. Empecé para contar lo que es la vida y el ministerio del sacerdote y para animar a la gente a encontrarse con Cristo, entregarle su vida en la Iglesia y en el mundo y alentar su camino de fidelidad.

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9.12.14

Economía parroquial: ahorrar ochavos o tirar duros

A ver, ni una cosa ni la otra. La frase es del genial marqués de Salamanca. Decía que para hacerse rico solo había dos caminos: ahorrar ochavos o tirar duros. Pues de alguna manera esto habría que aplicarlo a la economía parroquial, aunque como es lógico, salvando los extremos.

En las parroquias andamos todos a a cuarta pregunta en cosas de dinero, especialmente porque si llega siempre hay mil cosas que atender y los pobres nos acucian. Frente a esta escasez los hay que optan por el ahorro de ochavos. Es decir, dejemos de encender dos bombillas, apaguemos la climatización, vamos a reduicir a la mitad las velas o hacer una fotocopia para cada tres. No sirve. En el pueblo aprendí que ningún perro lamiendo engorda.

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8.12.14

En este valle de lágrimas

Conozco gente que ante una alegría corre a celebrarlo con la Virgen. No es extraño que tras un alumbramiento lleguen flores, y seguro que algunos recordarán la bonita costumbre de que las novias, tras el enlace, depositaran el ramo a los pies de su advocación preferida.

Bien, pues con todo y eso, siguen siendo pocos los que tras un feliz acontecimiento acuden a la Virgen a dar gracias y a ofrecer una simple flor. Sin embargo, cuántas personas he visto llorar a los pies de María. Sobre todo en el pueblo, en los pueblos, ante la imagen de la patrona. Sobre todo mujeres, pero no solo mujeres.

Tengo clavados los ojos rojos de tantas personas que ante ella, tras la pérdida de algún ser querido, el diagnostico de una terrible enfermedad, una separación, un gravísimo problema familiar, simplemente lloraban y rezaban, rezaban y lloraban. Quizá es que su única oración era llorar y  mirarla.

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