La ayuda imprescindible en tiempo de prueba
Desde que hace algo más de 15 años me reconcilié con Dios y Él me regaló esa pizca de fe que, según su Palabra, sirve incluso para mover montañas, he pasado por diversos periodos de prueba. Muchos de ellos, lo reconozco, han sido motivados por mi falta de constancia, porque no he puesto de mi parte todo lo necesario para que la gracia de Dios obre eficazmente en mi persona. En ese sentido, a veces más que pruebas lo que padezco son consecuencias de mis actos, o más bien de mi falta de acción ante determinadas circunstancias. Consecuencias que en no pocas ocasiones parecen prolongarse durante años, de tal forma que hacen las veces de cadenas que lastran mi libertad.
Siendo esposo y padre de familia, no soy sólo yo el que sufre por mi falta de responsabilidad en momentos muy puntuales de nuestra vida familiar. Aunque si de algo estoy seguro es que amo a mi esposa y a mis tres hijos y de que ellos me aman a mí. No pasa un día sin que los dos pequeños, Juan (12) y Rut (6), me ofrezcan muestras de cariño que guardo en mi corazón como el mayor de los tesoros. Y de mi primogénito José Luis (18), ya mayor de edad, sé que a pesar de que está pasando por una etapa muy complicada de su vida, en su corazón está plantada la semilla del amor de Dios. Una semilla que antes o después dará fruto, aunque sinceramente me gustaría haber sido mejor labrador del campo de su alma. Mas donde no llego yo, llega Dios.