La religión en la escuela, por Monseñor Sanz Montes
Educar a los hijos no es cosa fácil. Son tantos los factores, personales y "ambientales", que intervienen en algunas de nuestras decisiones sobre ellos, que no siempre acertamos. Pero donde no cabe duda que acertaremos siempre es si proveemos para ellos una educación religiosa seria, profunda y asentada en el evangelio. Por tanto, mientras el poder siga haciendo como que respeta nuestro derecho constitucional a que elijamos para nuestros hijos una educación escolar conforme a nuestros valores, tenemos la obligación de pedir que cursen la asignatura de religión. Incluso aunque a veces el temario nos parezca flojo. Incluso aunque los críos te vengan un día a casa contándote que el maestro o la profesora de religión les ha soltado un rollo heterodoxo. Si vemos, no es mi caso hoy pero lo fue hace años, que esto último ocurre con frecuencia y que la cosa es grave, pues informamos a la Iglesia del asunto y ya se encargará el obispo de corrregir lo que tenga que ser corregido.
Hablando de obispos, el mío nos escribe este domingo una carta a los padres para que elijamos la opción de que nuestros hijos reciban la clase de religión. Aunque no sirva para el currículum académico, sí sirve para su formación como personas libres y responsables. Y es que, como dice don Jesús, los que no estudian religión tienen menos "posibilidades para ver la realidad con todos los factores que la componen".
LA RELIGIÓN EN LA ESCUELA
Queridos Hermanos y amigos: paz y bien.
¿En qué órgano de nuestro cuerpo se esconde la alegría? No lo supo decir, porque recordaba que tantas veces todo su cuerpo cantaba de gozo. ¿Y podrías decirme de qué color es el amor? Del todo ruborizado por tan insólita pregunta, tampoco supo responder. Entonces… no existen ni la alegría ni el amor, si no sabes dónde anidan, qué color tienen, ni quién les da cobijo o se atreve a dibujarlos. Y se quedó así, como mudo, sin respuesta, totalmente pensativo.