El desfile del Orgullo Gay tiene una virtud.
Pues sí, señores, sí. El desfile del Día del Orgullo Gay tiene la virtud de demostrar ante todo el mundo cuáles son las características de ese sector de la población que gusta de alardear de su condición sexual. Nótese, por ejemplo, la ausencia casi total de niños. Y los que van, salvo alguna excepción que confirma la regla, son hijos de parejas heterosexuales que se unen al show. Y me huelo que eso no lo podrá remediar ningún gobierno por más que les dejen adoptar.
El Desfile también sirve para que se retraten casi todos. Tanto los que van, como los que no van. Así, toda las fuerzas vivas de la izquierda, tales como sindicatos, partidos, ministras y mundillo de la farándula, se suman al mismo con gozo y jolgorio. Vale para todos aquello de "dime con quién andas y te diré quién eres".
El caso es que España es hoy la avanzadilla en Occidente de los logros del lobby gay en todo el mundo. No sé cuántos españoles se sentirán "orgullosos" de ello, pero a mí, siento decirlo, me da vergüenza. Porque se puede y se debe respetar a toda persona independientemente de su orientación sexual, pero eso es muy distinto a aceptar que nos pretendan vender como avances lo que son ataques a la institución familiar y al derecho de los niños a ser adoptados por familias donde hay un padre y una madre.
Luis Fernando Pérez Bustamante