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2.06.13

Respuesta de católicos y protestantes a dos simples preguntas de San Pablo

Hoy, día en que los católicos celebramos del Corpus Christi, conviene recordar que pocas doctrinas hay tan claras en la Escritura como el hecho de que el pan y el vino pasan a ser, tras su consagración, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Sin embargo, una parte importante de la cristiandad se niega a aceptar esa realidad. Realidad, dicho sea de paso, de la que depende la salvación de las almas, ya que Cristo dijo: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53).

San Pablo hizo dos preguntas muy simples en el capítulo 10 de su primera carta a los corintios:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
1ª Cor 10,16

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25.12.12

Hijo de Dios, hijo de María

Tras nueve meses viviendo en el trono más bello hecho nunca, Jesús nació en un pesebre de Belén. Hijo unigénito de Dios, de naturaleza divina. Hijo de María, de naturaleza humana. Una sola persona, dos naturalezas. La voluntad divina se unió en el Fiat de María a la voluntad humana. Si la primera Eva nació del costado del primer Adán, el segundo Adán nació del seno de la segunda Eva, madre de todos los creyentes.

No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios antes de crear a Eva. Y mayor necesidad tenían los hombres de no ser abandonados en la condenación y soledad del pecado. Por eso Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Nunca fue ajeno a nuestras necesidades, pero en Jesús, Dios y el hombre se encuentran y se unen en un milagro que asombra a la creación entera. María fue testigo privilegiada de ese milagro, que tuvo lugar en su seno. Es por ello que jamás podemos separar a Cristo de su Madre. Y es por ello que Él nos la entregó a todos, en la persona de San Juan, cuando estaba en la Cruz. Si María amó a su Hijo, también nos ama a nosotros. Si su Hijo la amó y la honró, nosotros debemos amarla y honrarla.

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2.10.11

Testimonio del reinado de Cristo en Cuba

Los que nos dedicamos a esta aventura de llevar la fe católica a la red de vez en cuando recibimos en el email auténticas perlas que no podemos dejar de compartir con nuestros lectores. Esta semana he sido afortunado con un testimonio de la realeza de Cristo en la vida de quienes abren su corazón a la voluntad de Dios. Se trata de una carta privada, dirigida a los “amigos", pero el autor nos ha permitido publicarla.

Los protagonistas de esta historia viven en Cuba. Como es conocida de todos la situación socio-político-económica de esa nación tan querida para los que somos españoles, no es necesario que haga énfasis en ella:

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21.04.11

Cristo, Cordero de Dios sacrificado para expiar nuestros pecados

¿Que celebramos estos días? ¿que ocurrió hace veinte siglos en un país pequeño del Mediterráneo oriental? Ya fue profetizado siglos antes:

¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvé ¿a quién se le reveló?

Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciado, marginado, hombre doliente y enfermizo, como de taparse el rostro por no verle. Despreciable, un Don Nadie. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.

Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros.

Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.

Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca.

Mas plugo a Yahvé quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahvé se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos, y las culpas de ellos él soportará.

Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.

Is 53

¿Qué significa eso?:

Por tanto, como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, ya que todos pecaron; porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley -; con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.

Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el
don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!

Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno; porque el juicio, partiendo de uno, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación.

En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, por Jesucristo!

Rom 5,12-17

¿En verdad era necesario que Cristo muriera por todos?

Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación".

Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

Jn 11,49-52

¿La sangre de Cristo fue derramada en expiación por nuestros pecados?:

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19.02.11

Relación personal con Cristo

Vuestra gran tarea evangelizadora es, por tanto, la de proponer una relación personal con Cristo como llave para alcanzar la plenitud“. Así de claro ha sido Benedicto XVI al dirigirse a los obispos filipinos que están en visita ad limina en Roma. No es la primera vez que el Santo Padre habla de la necesidad de que el cristiano alcance una relación personal con su Salvador. De hecho, cabe preguntarse hasta qué punto se puede ser cristiano, o al menos vivir como tal, sin que dicha relación esté presente en algún grado.

Me viene a la memoria algo que escribió el Beato Newman en su Apologia pro vita sua:

“No haré consideraciones sobre mis sentimientos; ahora sé con toda claridad algo que entonces no sabía: que la Iglesia Católica no permite que ninguna imagen material o inmaterial, ningún credo o formulación dogmática, ningún rito, sacramento o santo, ni siquiera la Santísima Virgen, se interponga entre el alma y su Creador. Es por eso un cara a cara, ‘solus cum solo’, entre el hombre y su Dios. Sólo Él crea, sólo Él redime, ante su mirada imponente iremos a la muerte, en Presencia Suya discurrirá nuestra eterna felicidad".

No hace falta que diga que el Beato no despreciaba ni consideraba ineficientes e innecesarias las mediaciones -sacramentos, Santísima Virgen, santos- entre Cristo y nosotros, pero efectivamente, el cristianismo es por encima de todo un cara a cara entre Dios y cada uno de sus hijos. De hecho, esa relación es fuente de gracia salvífica. Quien vive consciente de la presencia del Señor en cada momento de su vida, tiene más fácil huir del pecado que le aleja de Dios.

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