InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Nuevo Testamento

12.05.17

De nuevo vendré y os llevaré junto a mí

Evangelio del viernes de la cuarta semana de Pascua:

Jesús dijo a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros.Y a donde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dijo: -Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?
-Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida -le respondió Jesús-; nadie va al Padre si no es a través de mí. 
Jn 14,1-6

No hay atajos. No hay doble o triple vía. Al Padre se va por Cristo y por nadie más. 

El Señor lleva veinte siglos preparando la morada en la que los redimidos estarán junto a Él por toda la eternidad. ¿Qué no habrá preparado el Creador de cielos y tierra en dos milenios? Como dice San Pablo:

Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
1ª Cor 2,9

Señor, ven pronto.

Luis Fernando

11.05.17

El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí

Evangelio del jueves de la cuarta semana de Pascua:

En verdad, en verdad os digo: “el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado". Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado“.
Jn 13-16-20

Cristo, camino hacia el Padre porque el Padre le envía, convierte en camino a quienes Él envía. De manera que quien recibe a los enviados por Cristo, le recibe a Él y al Padre.

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10.05.17

Yo soy la luz que ha venido al mundo

Evangelio del miércoles de la cuarta semana de Pascua

Jesús clamó y dijo: -El que cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo soy la luz que ha venido al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas. Y si alguien escucha mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Quien me desprecia y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ésa le juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que tengo que decir y hablar. Y sé que su mandato es vida eterna; por tanto, lo que yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo.
Jn 12,44-50

Leemos en el Catecismo (art. 245) que la Iglesia reconoce al Padre como “la fuente y el origen de toda la divinidad” (Concilio de Toledo VI, año 638: DS 490). Del Padre proceden las otras dos personas de la Trinidad. Es por ello que el Hijo habla por Él y en Él. Cristo afirma lo mismo del Espíritu Santo: 

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9.05.17

Nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre

Evangelio del martes de la cuarta semana de Cuaresma:

Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno»
Jn 10,22-30

Es de mucha tranquilidad para los fieles cristianos saber que Cristo mismo custodia nuestras almas. Él es absolutamente tajante: nada ni nadie puede arrebatarnos. Somos de su propiedad. De hecho, esa es la voluntad del Padre:

Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Juan 6,39

Y es lo que enseña el apóstol San Pablo:

Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rom 8,38-39

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8.05.17

También a los gentiles les ha concedido Dios la conversión para la Vida

Primera lectura del lunes de la cuarta semana de Pascua

Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le reprochaban: -¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos! -le decían.
Pedro comenzó a explicarles de forma ordenada lo sucedido: -Estaba yo orando en la ciudad de Jope cuando tuve en éxtasis una visión: cierto objeto como un gran mantel bajaba del cielo sujeto por sus cuatro puntas y llegó hasta mí. Lo miré con atención y vi en él cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y aves del cielo. Oí entonces una voz que me decía: «Levántate, Pedro, mata y come». Yo respondí: «De ningún modo, Señor, porque jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro». Pero la voz venida del cielo me dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano». Esto ocurrió tres veces; y al fin todo fue arrebatado al cielo.
Inmediatamente después se presentaron tres hombres en la casa donde estábamos, enviados a mí desde Cesarea. Y me dijo el Espíritu que fuese con ellos sin ningún reparo. Vinieron también conmigo estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto en su casa un ángel que, de pie, le decía: «Manda aviso a Jope y haz venir a Simón, llamado Pedro, quien te dirá palabras por las que seréis salvados tú y toda tu casa».
Y cuando comencé a hablar, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, igual que al principio lo hizo sobre nosotros. Entonces recordé la palabra del Señor cuando decía: «Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo». Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: -Luego también a los gentiles les ha concedido Dios la conversión para la Vida.
Hch 1,11-16

Durante muchos siglos Israel había tenido la conciencia de ser un pueblo elegido, apartado por Dios del resto de pueblos del mundo. Los judíos esperaban a SU Mesías, que habría de salvarles a ELLOS. Pero Cristo, aun habiendo sido enviado a la Casa de Israel (Mat 15,24), vino a salvar a todo el género humano. 

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