InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Apologética católica

22.05.19

Tenemos un problema con el término proselitismo

El papa Francisco recibió esta semana en audiencia al Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras (PIME), que está cerca de cumplir 170 años de su fundación. En su discurso el Pontífice tuvo a bien recordar que es la gracia de Dios quien obra la consagración de hombres y mujeres a la labor evangelizadora:

«Evangelizar es la gracia y la vocación propias de vuestro Instituto, su identidad más profunda. Sin embargo, esta misión, conviene enfatizar, no os pertenece, porque brota de la gracia de Dios. No hay escuela para convertirse en evangelizadores; Hay ayuda, pero es otra cosa. Es una vocación que tenéis de Dios. O eres evangelizador o no lo eres, y si no has recibido esta gracia, esta vocación, te quedas en casa».

Aunque ciertamente todos los fieles debemos estar preparados para dar razones de nuestra fe (1ª Ped 3,15), no todos tenemos el carisma propio del evangelizador. Como bien enseña San Pablo:

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo
Efe 4,11-12

La evangelización es fruto del mandato del Señor a sus apóstoles y es absolutamente necesaraia para la salvación de los elegidos:

«Porque todo el que invoque el nombre del Señor se salvará». ¿Pero cómo invocarán a Aquel en quien no creyeron? ¿O cómo creerán, si no oyeron hablar de él? ¿Y cómo oirán sin alguien que predique? ¿Y cómo predicarán, si no hay enviados? Según está escrito: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Nueva!» Pero no todos obedecieron al Evangelio. Pues Isaías dice: «Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?» Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, a través de la palabra de Cristo.
Rom 10,13-17

Sin embargo, el Papa advirtió a los miembros del PIME que una cosa es evangelizar y otra hacer proselitismo:

«Hay un peligro que vuelve a surgir, que parece estar desactualizado pero que está regresando, confundir la evangelización con el proselitismo. No. La evangelización es un testimonio de Jesucristo, muerto y resucitado. Es Él quien atrae. Por eso la Iglesia crece por atracción y no por proselitismo, como dijo Benedicto XVI. Pero esta confusión surgió en parte de una concepción político-económica de la “evangelización", que ya no es evangelización. Mas es la presencia, la presencia concreta, por la que te preguntan por qué eres así. Y entonces anuncias a Jesucristo. No estás buscando nuevos socios para esta “sociedad católica”, no, estás mostrando a Jesús: que se muestra a sí mismo en mi persona, en mi comportamiento; Y abrir espacios con mi vida a Jesús. Esto es la evangelización. Y esto es lo que sus fundadores tenían en sus corazones».

Reconozco que no entiendo cuál es el concepto que Francisco tiene sobre el término proselitismo. Habla de no buscar “nuevos socios para esta sociedad católica” y dice que esto forma parte de una concepción político-económica. Pues, sinceramente, no sé a qué se refiere.

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26.12.18

La humanidad está dividida en dos

En el evangelio de ayer, escuchamos:

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Jn 1,9-13

La humanidad está radicalmente dividida en dos: aquellos que creen en Cristo y han sido bautizados y aquellos que no. Unos son hijos de Dios -en el sentido de filiación sobrenatural-, otros no. Los que no creen en Cristo son solo hijos del primer Adán. Los que creen son hijos de Dios en el segundo Adán, que es Cristo (1 Cor 15,45) (*). De ahí la absoluta necesidad de predicar el evangelio a todos los hombres. 

Entre los hijos de Dios también se puede establecer una división. Los que viven en pecado y los que viven en gracia. Se entiende que vivir en pecado no es pecar ocasionalmente, cosa que todos hacemos, sino pecar gravemente a conciencia -pecado mortal- y sin intención de arrepentirse y cambiar de vida. Si mueren en ese estado, aun siendo hijos de Dios su condenación es segura e incluso se puede decir que su situación será peor que la de aquellos que nunca creyeron porque nadie les predicó el evangelio.

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17.04.18

Para ser salvos

El Señor Jesucristo, sobre la salvación:

El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Jn 3,18

Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado“.
Mc 16,15-16

El apóstol Pedro, sobre Jesucristo:

“…no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos".
Hch 4,12

El Señor Jesucristo, sobre los que creen en Él pero viven como si no creyeran:

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Luc 6,46-49

Lo que nos dice la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra:

Dijo su madre a los sirvientes: -Haced lo que Él os diga.
Jn 2,5

El apóstol San Juan, sobre los que dicen que conocen y aman a Dios pero no guardan sus mandamientos:

En esto sabemos que le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco», pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y en ése no está la verdad.
1 Jn 2,3-4

En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados.
1 Jn 5,2-3

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8.02.18

Cuando se retira la anilla a una granada, explota

Revisión de la Humanae Vitae, bendición de uniones homosexuales, comunión de adúlteros y lo que se les ocurra de aquí en adelante. Es todo lo mismo. Y todo nace de la misma fuente. A saber, la idea  que subyace en el punto 301 de Amoris Laetitia. Cito:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

La “situación irregular” puede ser la del adulterio, la de la práctica de la sodomía o el lesbianismo, la del uso de anticonceptivos, la del no cumplimiento del precepto dominical, la que se quiera. Según ese texto se puede conocer el mandamiento de Dios y, dependiendo de las circunstancias, no cumplirlo sin caer en pecado.

En realidad, todo parte de la falta de fe. Sin fe, es imposible agradar a Dios. Sin fe, no se pueden cumplir sus mandamientos. Sin fe, cualquier barbaridad puede ser justificada. Quienes no creen en el poder de la gracia de Dios para que el cristiano se libere del pecado de verdad, no solo de modo forense, buscan la manera de burlarse de la ley de Dios. 

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28.01.18

Creí, por eso hablé

El apóstol San Pablo nos da la clave a la hora de comportarnos en todo momento,  especialmente en tiempos de tribulación

Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
2ª Cor 4,13-18

“Creí, por eso hablé". El silencio no es una opción. La fe no puede guardarse en el interior del alma bajo la llave de la tibieza. La falsa prudencia es el disfraz de la cobardía. Como bien enseñó San Pío X:

“La doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las convicciones erróneas, por sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o práctica para el error o el vicio en que vemos sumidos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual o moral". 
San Pío X, Carta Encíclica Notre charge apostolique.

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