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9.10.13

La fatal tentación de la "religión a la carta"

Billy Graham es, sin duda, el predicador protestante -con televisión y sin ella- más importante del último siglo. Eso, en Estados Unidos, no es cualquier cosa. Es por ello que en bastantes ocasiones ha sido el encargado de estar al lado de los presidentes electos de su país cuando hacen el juramento a la hora de asumir el cargo.

Su predicación es bastante sencilla e interdenominacional. Es decir, la puede asumir tanto un bautista del Sur como un pentecostal de Dakota del Norte. Se resume en un llamado a aceptar a Jesucristo como Señor de nuestras vidas. Lo cual es aceptable incluso para un predicador católico, dicho sea de paso. Graham no va captando adeptos para su propia comunión eclesial, lo cual sirve para que el fruto de su mensaje se reparta entre la práctica totalidad de denominaciones evangélicas conservadoras de su país.

Es por ello que cuando este hombre de 95 años dice algo a toda su nación, suele ser muy escuchado. Y acaba de decir algo muy serio, aunque por otra parte ya sabido. “Nuestros primeros padres llevaron a nuestro país de acuerdo a los principios bíblicos. Ahora este se está alejando de lo que ha hecho que sea tan grande“.

Asegura que el “mayor peligro” que enfrenta el país es la “adaptación de la religión para satisfacer las necesidades propias“, es decir mezclar un poco de cristianismo con las religiones del mundo. Lo que se llama una fe a la moda", y advierte que la sociedad “no se opone a este tipo de fe” que ha quitado a Dios, lo que hace que “se pierda la conciencia de lo correcto e incorrecto” y lleva asimismo a que “las decisiones morales se adecúen a lo que a cada uno le encaje con sus preferencias individuales“. Parafresando el refrán, la verdad es la verdad la diga Agamenón o Billy Graham.

No está de más recordar que uno de los problemas esenciales del protestantismo es que deja abierta la puerta al libre examen de las Escrituras. Es decir, aunque sea cierto que los fundadores de esa patria quisieron basarse en los principios bíblicos, lo mismo podrían decir los millones -pocos- de protestantes liberales que hoy interpretan la Biblia como les da la real gana, de manera que aceptan el gaymonio e incluso el aborto. Por mucha autoridad moral que tenga Billy Graham, no tiene autoridad doctrinal alguna sobre un solo protestante de su país. Es decir, no existe un magisterio protestante unificado que salve a la Escritura de una interpretación torticera. Los evangélicos, al menos en la teoría, son como ovejas sin otro pastor que sus propias conciencias. Y aunque intenten iluminar dichas conciencias a la luz de la Palabra de Dios, no cuentan con las herramientas que un buen católico tiene a su disposición para saber que va por el buen camino y no por uno errado, sea bienintencionado o no.

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15.01.13

Aclaración a los luteranos que quieren ser católicos

Mons. Gerhard Ludwig Müller, Arzobispo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha recordado -esto no es nuevo- que la Santa Sede está pensando en la posibilidad de crear un Ordinariato para los luteranos que quieren regresar a la plena comunión con la Iglesia Católica. Benedicto XVI es obviamente el único que tiene autoridad para hacer tal cosa, pero podemos dar por hecho que si el prefecto de la CDF menciona el tema será que realmente es un intento apostólico del Papa.

De producirse la creación de ese Ordinariato, se aceptará, como en el caso de los anglicanos, que los luteranos mantengan algunas de sus tradiciones propias, siempre -se sobreentiende- que no entren en colisión con la fe y la doctrina de la Iglesia.

Mons. Müller apunta un hecho ciertamente diferencial entre el caso de los anglicanos y los luteranos. Entre los primeros siempre ha existido un sector próximo al catolicismo. O sea, los anglocatólicos de toda la vida. Entre los luteranos, no. Sí que se han producido conversiones de luteranos al catolicismo, pero no ha habido nunca un sector luterano-católico.

Hasta ahí todo normal. Que la Iglesia facilite el regreso a su seno de quienes están fuera es necesario y loable, aunque quizá dicho regreso podría tener lugar sin necesidad de tanta parafernalia canónica. Es decir, cuando Dios muestra a un no católico que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo, su deber es obedecer al Señor y pedir el ingreso en la misma. Tanto es así que en caso de no hacerlo, su salvación corre grave peligro. Esto no me lo invento yo. Cito del Concilio Vaticano II:

Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella.
Lumen Gentium 14

Precisamente es en relación con el Vaticano II donde nos encontramos con unas palabras del Prefecto de la CDF que resultan, cuanto menos, peculiares. Dice Mons. Müller que en opinión de algunos luteranos -NO LA DEL PREFECTO-, Martín Lutero pretendía solamente reformar la Iglesia y no causar división entre los cristianos-. Y añade que esos luteranos creen que las reformas necesarias fueron llevadas a cabo por el Concilio Vaticano II. Bien, conviene ir al propio Lutero para saber lo que quería. Fue muy claro: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías»; y: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado»

Puede que en un primer momento, antes de protagonizar su cisma herético, Lutero quisiera una mera reforma de la Iglesia. Cosa nada nueva en aquel entonces, ya que eran muchos los que pensaban igual. De hecho, en España tuvimos al cardenal Cisneros que se encargó de llevar a cabo una reforma auténtica allá donde tenía autoridad pastoral. Pero si la intención del ex-monje agustino alemán pudo ser buena en un principio -cosa muy dudosa-, pronto cambió de parecer y, viéndose apoyado por los príncipes alemanes, se metió de lleno en la creación de nuevas doctrinas, basadas sobre todo en el binomio Sola Scriptura/libre examen, y por tanto ciertamente heréticas, en las que buena parte de los dogmas de la Iglesia saltaron por los aires.

En consecuencia, a esos luteranos hay que decirles que, al menos en relación con la respuesta al protestantismo, la verdadera reforma de la Iglesia no llegó con el Concilio Vaticano II. Llegó con el concilio de Trento, al cual tienen que adherirse como mano al guante si quieren ser verdaderamente católicos. Salvo que quieran sostener las tesis lefebvrianas o la de los liberales modernistas -también llamados progres-, deben reconocer que no hay nada en el Vaticano II que contradiga o modifique sustancialmente lo enseñado por la Iglesia en todos los concilios anteriores. Los dogmas y las doctrinas pertenecientes al depósito de la fe siguen siendo los mismos. Y esto tiene que quedarles muy claro, porque de lo contrario, si de lo que se trata es de que entren en la Iglesia aquellos que creen que el Vaticano II es la realización plena de los deseos de Lutero, lo mejor es que se queden fuera.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: Aviso a lefebvrianos, filolefebvrianos y/o personas que sostengan tesis que huelan siquiera un poco a crítica de fondo al CVII y que piensan que sus comentarios van a ser publicados en este blog -no solo en este post-: Lasciate ogni speranza.

Puede que haya otros blogs en InfoCatólica donde os dejen debatir sobre esas cuestiones. Aquí no.

9.03.12

Nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional

La Comisión Teológica Internacional (CTI) publicó ayer jueves el documento “Teología hoy: Perspectivas, principios y criterios". El texto en inglés puede consultarse en la web del Vaticano y está previsto que en próximas fechas sea traducido a otros idiomas. Lo cual es criticable. No sé cuál puede ser la razón por la que los organismos que dependen de la Santa Sede no publican los textos con su correspondiente traducción a los idiomas más usados por los católicos de todo el mundo. ¿Es que no hay un equipo de traductores al servicio del Vaticano?

Me he leído a matacaballo sus dos primeros capítulos. Como quiera que mi dominio de la lengua de Shakespeare no es todo lo perfecto que me gustaría, prefiero esperar a la traducción al español antes de leerlo entero. Pero por lo que he visto, se puede decir que “no hay nada nuevo bajo el sol". Es decir, nadie espere encontrar en el texto ninguna teoría revolucionaria que vaya a marcar la forma de hacer teología en los próximos años. Lo cual no quiere decir que estemos ante un documento “soso” o poco importante.

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5.12.11

Caso P. Carlos Novoa: bien está lo que bien acaba

El P. Carlos Novoa ha publicado un artículo en el que intenta explicarnos que, al hablar del aborto, donde dijo “digo", en realidad quiso decir “diego”.

Yo creo que la cosa está claro. El sacerdote jesuita colombiano ha rectificado. Su rectificación la presenta como aclaración. El problema no era que necesitáramos que nos aclarara lo que dijo, ya que todo el mundo le entendió en el mismo sentido. Pro-abortistas y provida, fieles y no fieles, entendieron sus palabras como un apoyo a la despenalización del aborto. Ahora nos dice que no, que en ningún caso él ha querido hacer tal cosa. El caso es que lo hizo, pero digamos que aceptamos “pulpo como animal de compañía". Vamos a quedarnos con su última declaración.

Dicha declaración es bien clarita:

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13.05.11

Instrucción Universae Ecclesiae: Roma locuta...

Cuando Benedicto XVI publicó el 7 de julio del 2007 la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Summorum Pontificum”, no fueron pocos los que advirtieron que la recepción de dicho texto por parte de la Iglesia no iba a ser precisamente “fácil”. Algún autor de reconocía valía ha llegado a sugerir que el rechazo a dicho motu proprio era equiparable al que tuvo la encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI. No sé si la cosa ha sido para tanto, pero parece evidente que la Santa Sede ha estimado necesario publicar una Instrucción para reafirmar, y de paso regular, el derecho de los fieles a asistir a Misa según el usus antiquior, según el Misal previo a la reforma litúrgica conocida como Novus Ordo.

Si algo queda claro tras leer la Instrucción es que dicho derecho de los fieles ha de primar por encima de cualquier consideración. En otras palabras, que ningún obispo ni sacerdote puede oponerse al mismo. Si, como dice el texto, “la forma extraordinaria debe ser conservada con el honor debido“, no hay lugar para poner dificultades a su celebración.

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