InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Mártires

16.03.16

¿Qué sería de nosotros sin mártires y confesores como Josephine?

La Iglesia en España y México tienen en común muchas cosas. Fueron españoles los que llevaron allá el evangelio y fue la Virgen quien confirmó con su presencia el mismo. Guadalupe en México, el Pilar en España. Pero por encima de todo, tenemos en común el haber dado al resto de la Iglesia un ejemplo de fidelidad a la fe por medio de nuestros mártires. Cristeros mexicanos y mártires en tiempos de la Guerra Civil española. Junto con los mártires, que dan su vida por Cristo, se encuentran los confesores, que no llegan a morir pero sí sufren la persecución por el mero hecho de ser cristianos

Ese testigo lo han tomado ahora los cristianos en Oriente Medio y África. Acompañados, no lo olvidemos, por los mártires y confesores de Asia, caso de los asesinados en Orissa (India) y los encarcelados por su fe en China.

Josephine Martin Tamras es una cristiana asiria que fue secuestrada durante un año por los yihadistas. Su testimonio es una fuente de gracia para la Iglesia hoy. Es difícil no conmoverse al oirle decir esto:

«Para ellos fue un shock –agrega- cuando dije que jamás abandonaría mi fe e hice la señal de la Cruz delante de ellos, invocando el poder del Espíritu Santo para que me sostuviese y me diese la fuerza hasta el final».

Una de las enormes diferencias entre la fe cristiana y el Islam, es que en la primera se llega directamente al cielo muriendo por la fe y en el segundo prometen el paraíso matando al prójimo. Eso dice mucho del papel de unos y otros en el mundo. Es por ello especialmente triste comprobar que a lo largo de la historia, no pocas veces el cristianismo ha traicionado su esencia -apelar al contexto no cambia eso- siendo fuente de conflictos y de guerras, en vez de instrumento de paz, aunque parece que esos tiempos ya no volverán.

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22.02.15

¿Entienden ahora porqué ni un millón de ISIS podrán vencer?

Cuento con los dedos las noticias que hemos dado en Infocatólica que me han emocionado hasta las lágrimas. Y de ellas dos son sobre los mártires y confesores cristianos en Oriente Medio.

La primera es de este obispo que lloró por no poder celebrar una fiesta cristiana en su diócesis:

Obispo de Mosul rompe a llorar y se recompone lleno de santo orgullo

La segunda es esta maravilla de entrevista a tres niñas cristianas de Irak, una de las cuales deja al entrevistador árabe impresionado.

La respuesta de una niña cristiana al odio de ISIS conmueve a un reportero árabe

No hay nada en este mundo que pueda vencer el amor de esas niñas por Cristo. No hay nada en el fundamentalismo islámico que pueda derrotar ese testimonio.

Podrán tener las armas, podrán cortar cabezas, podrán seguir expandiendo el odio, podrán seguir demostrando hasta qué punto el ser humano es capaz de ser un monstruo. Pero ese simple vídeo vale más que mil predicaciones, mil citas bíblicas y mil reuniones diplomáticas.

El ISIS, el Ejército Islámico, Al Qaeda, Boko Haram, etc, son la muerte. Tanto el obispo como las nenas son la vida. Son de Cristo. Han vencido. 

Luis Fernando Pérez Bustamante

13.12.14

¿Es mucho pedir que ayunemos al menos un día por nuestros hermanos en Oriente Medio?

Mientras en la Iglesia se discute -eso sí, libremente- sobre si hay que ignorar las palabras de Cristo acerca del adulterio y las de San Pablo sobre la necesidad de estar en gracia para poder comulgar. Mientras algunos pastores han llegado a plantear que en las uniones homosexuales el “apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas". Mientras, en definitiva, se busca la manera de pisotear la Escritura, la Tradición y siglos de Magisterio, en Oriente Medio los cristianos están derramando su sangre por Cristo. 

Satanás, que se complace con los cristianos carnales que anhelan encontrar paz para sus conciencias antes que santidad para andar en santidad, odia a los verdaderos cristianos, especialmente si están dispuestos a dejarse matar antes que renunciar a Cristo.

Lo vemos en la epístola a los Hebreos: “Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado” (Heb12,4). Mientras que unos luchan para que se reste importancia o no se llame pecado a lo que Cristo llama pecado, otros, niños incluidos, están resistiendo hasta la sangre en su lucha por confesar a Cristo como Salvador, Señor y Rey.

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23.10.14

No saben bien quién es la Iglesia ni quién es su Señor

Ante la cada vez más enconada guerra en defensa de la verdad, en defensa del poder de la gracia para transformar las vidas, en defensa de la misericordia auténtica de Dios, que nada tiene que ver con esa farsa que aboga por acoger a los pecadores dejándoles esclavos en sus pecados, algunos creen que ya han obtenido una victoria consistente en ningunear, despreciar y abrogar el magisterio bimilenario de la Iglesia de Cristo en materia matrimonial, penitencial y eucarístico.

Todos ellos tienden a ignorar lo siguiente:

1- Que la Iglesia de Cristo es columna y baluarte de la verdad (1 Tim 3,15), no una veleta que gira según marca el Príncipe de la potestad del aire (Efe 2,2), acomodándose a lo que quiere el mundo.

2- Que la Escritura ya nos advirtió sobre ellos y, por tanto, superado el estupor inicial, estamos prevenidos:

… pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, antes, deseosos de novedades, se rodearán de maestros conforme a sus pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas.

(2ª Tim 4,3-4)

Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos doctores, que introducirán divisiones perniciosas, llegando hasta negar al Señor que los rescató, y atraerán sobre sí una repentina ruina.  Muchos les seguirán en sus liviandades, y, por causa de ellos, será blasfemado el camino de la verdad.

(2ª Ped 2,1-2)

3- Que los apóstoles nos han dado instrucciones a los fieles sobre lo que debemos hacer:

Vosotros, pues, amados, que de antemano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vuestra firmeza.  Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad. 

(2ª Ped 3,17-18)

Os recomiendo, hermanos, que tengáis los ojos sobre los que producen divisiones y escándalos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos,  porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con discursos suaves y engañosos seducen los corazones de los incautos.

(Rom 16,17-18)

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11.09.14

Mártires y confesores, gracia del cielo para la Iglesia en la tierra

El testimonio que acabamos de publicar de Khiria Al-Kas Isaac, cristiana iraquí que prefería ser decapitada antes que traicionar a Cristo, tiene mucho en común con el de los mártires protagonistas del blog de Santiago Mata en InfoCatólica. Tanto Khiria como el resto de cuarenta y seis mujeres que se mantuvieron firmes en su fe, lo cual les valió ser torturadas, entran dentro de la categoría de “confesores". Es decir, no han llegado a sufrir la muerte por su fidelidad, pero se podría decir que son mártires en vida.

Vaya por delante que es humanamente imposible ser mártir o confesor. Solo la gracia de Dios capacita a los elegidos para tal obra de testimonio de la fe. Pero la gracia no anula la voluntad del hombre, sino que la perfecciona y la hacer verdaderamente libre para optar por el bien. Y no hay mayor bien que dar la vida por Cristo.

Mientras la Iglesia está dispuesta a tratar algo tan fundamental como la pastoral familiar, asunto ciertamente complicado dado el acoso que la familia sufre en sociedades paganizadas y apóstatas, el testimonio de fidelidad de estos nuevos mártires y confesores es, sin la menor duda, un derroche de gracia. Si ellos están dispuestos a ser decapitados por no traicionar a Cristo, mucho menos se puede estar dispuesto a negar su Palabra y sus enseñanzas para acomodarlos al mundo. Si la misericordia de Dios llega hasta el extremo de conceder la gracia del martirio a muchos, tanto más llegará para conceder a todo cristiano el vivir en santidad, aun en medio de situaciones familiares y personales complicadísimas.

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